CATÁSTROFE EN HAITÍ
¡Se nos muere el hermano siamés!
Myrna Pichardo - 1/16/2010
Lamento. Las escenas que envolvía a las víctimas eran dantescas: cuerpos mutilados por la caída de muros de cemento, gente bañada en sangre en las calles, y otras al borde de la desesperación al no encontrar sus familiares
Madrid, España.- Como si se tratase de una maldición, o de una ironía de la vida, el terremoto que estremeció la isla de la Hispaniola el martes ha vestido de luto a Haití, el hermano siamés que ya no le caben más calamidades.
Nueve millones de haitianos que están entre los más pobres del mundo han visto cómo sus escasas pertenencias, en especial sus casas, construidas de frágiles materiales, han sucumbido al remezón de 7 grados, uno de los más pavorosos registrados en la historia de la región del Caribe, en el hemisferio Norte.
Aunque el terremoto se sintió en todo el Caribe, y a pesar de compartir una misma isla, los efectos no fueron los mismos para los dominicanos, que siendo hermanos siameses de los haitianos, el destino ha tratado de mejor forma librándolo de esta catástrofe, lo que debería provocar en cada dominicano sentimientos de compasión y de humanidad para con sus hermanos afectados.
Si el epicentro del terremoto hubiera ocurrido dentro de nuestro territorio, hoy hubiéramos estado igual que ellos, atravesando su misma pena, aunque con notables diferencias, producto de que hemos alcanzado un mayor progreso y desarrollo en nuestra capital y sus edificaciones. Fue la fatalidad lo que provocó la rápida aceleración que hizo colapsar la infraestructura de Puerto Príncipe. En fracciones de segundos, las ondas sísmicas expansivas fueron destruyendo casi toda su infraestructura.
Por eso se desplomó el Palacio Presidencial, sede del gobierno y de tantos acontecimientos históricos que han llenado de inestabilidad política a ese país. Allí se hallaba el presidente René Préval y su esposa, que salvaron la vida milagrosamente.
El Arzobispo de Puerto Príncipe, Monseñor Serge Miot, no corrió la misma suerte cuando se desplomó la Catedral. Murió entre los escombros del templo.
La desgracia cayó sobre algunos de los miembros de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas, Minustah, apostados allí desde el año 2004, con el objetivo de estabilizar esta nación después del derrocamiento del presidente Jean Bertrand Aristide.
En Haití todavía no se sabe cuántas personas han perdido la vida. Pero hay quienes se aventuran a cuantificarla en el medio millón.
La pérdida de vidas es la parte más cruel en cualquier tragedia. Pero en Haití serán dramáticas las dimensiones que tendrá su reconstrucción después del sísmo. Aunque resulte una apostasía, parecería que Dios se hubiera olvidado del pueblo haitiano. ¿Dónde estaba Dios el martes 12 a las 4:53 de la tarde?
De acuerdo con lo explicado por algunos sismólogos, anualmente se producen en el mundo cerca de 100 sismos con una magnitud de 7 grados en la escala de Richter, y uno de una magnitud de 8 grados. El terremoto que devastó a Indonesia el año pasado fue de 9.3 grados, cuya frecuencia ocurre cada 100 años.
Los expertos entienden que 7.0 grados es una magnitud devastadora y para una nación de tan escaso desarrollo como Haití, ha sido más que suficiente para devastarla casi por entero.
En nuestra isla confluyen dos placas tectónicas que se comunican: la placa del Caribe y la de Norteamérica. El sismo provocó un deslizamiento lateral, que fue nulo en lo vertical; evitó que ocurriera el movimiento en el océano que pudo haber desencadenado el tsunami del que se habló al principio, y que sin dudas hubiera agravado aún más la situación.
Al terremoto, que ocurrió a las 4:53 de la tarde del martes 12, le sucedieron veinticuatro fuertes réplicas que sacudieron el país; la primera fue de 5.9 grados y la segunda de 5.5, ocasionando más daños al terminar de derrumbar muchos edificios y de sepultar heridos que se encontraban aún bajo los escombros. Luego se han producido más de 300 nuevos temblores.
Las escenas que fueron llegando a la televisión eran dantescas: cuerpos mutilados por la caída de muros de cemento, gente bañada en sangre en las calles, y otras al borde de la desesperación al no encontrar sus familiares.
La magnitud del terremoto que desplomó los frágiles servicios de electricidad, agua y telecomunicaciones, destruyó además del Palacio Presidencial y la Catedral, sede de la Iglesia Católica de Haití, a varios ministerios. La principal cárcel de Puerto Príncipe, hoteles, entre ellos el reconocido Hotel Montaña, donde el gobierno Francés anunció que murieron cerca de doscientos turistas franceses, así como varios hospitales, la sede de las Naciones Unidas, cuyo edificio, al desplomarse, sepultó al tunecino jefe de la misión, junto a varios militares, cascos azules y personal administrativo de varias nacionalidades. También fue afectada la sede de varias embajadas, entre ellas la dominicana y la española, al igual que miles de oficinas y viviendas.
Más que nunca antes, Haití necesita hoy del socorro y la asistencia de todas las naciones del mundo que puedan ayudar en cualquier medida a su recuperación.
Igual que en el pasado, la comunidad internacional ha activado sus mecanismos de socorro: La Cruz Roja Internacional, El Banco Interamericano de Desarrollo (BID), El gobierno de los Estados Unidos, el gobierno francés, y el gobierno español, que como Presidente de la Unión Europea, coordina las ayudas de la misma; bomberos, brigadas de rescate, expertos y voluntarios del mundo ya comienzan a hacerse sentir en Haití. Se donará sangre, se rescatarán y contarán los cadáveres, se llevará agua potable, se restablecerá el servicio eléctrico, se les dará comida y dinero proveniente de varios gobiernos y empresarios.
Una segunda parte es tratar de mantener el orden y la reconstrucción de las edificaciones derrumbadas. Todo esto requiere de una gran cadena para organizar el trabajo y de escrúpulos para manejar las donaciones. Todo es cuestión de tiempo.
Nuevamente los ojos del mundo miran hacia Haití
El hermano siamés también cargará pesado, como lo ha venido haciendo desde hace más de 100 años. Esperemos a ver qué pasará en esa frontera.
Porque penosamente los dominicanos sabemos que después que se apliquen los primeros auxilios Haití seguirá siendo tan pobre y tan atrasado como siempre. Los que vivimos de este lado de la isla seguiremos afectados por las ráfagas de su inmigración y su violencia, su inestabilidad política y todos sus problemas económicos. Ráfagas iguales a las de los cuatro huracanes que azotaron Haití el año pasado, que afectaron a su población que vive en un 80% por debajo del umbral de la pobreza y que generaron pérdidas cerca de 900 millones de dólares de acuerdo a la CEPAL.
Todo lo sucedido en Haití parece fruto de la mala suerte, pero después de tanta muerte y destrucción ocasionadas por este terrible terremoto, ¿no creen ustedes que deberíamos rezar para que la Madre Naturaleza le dé por lo menos un respiro a Haití?
.
.
Fuente:http://www.listindiario.com.do/app/article.aspx?id=128255
.