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Thursday, November 4, 2010

Monumento a un carácter envilecido

4Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.

5Porque Salomón siguió á Astaroth, diosa de los Sidonios, y á Milcom, abominación de los Ammonitas.

6E hizo Salomón lo malo en los ojos de Jehová, y no fué cumplidamente tras Jehová como David su padre.

7Entonces edificó Salomón un alto á Chêmos, abominación de Moab, en el monte que está enfrente de Jerusalem; y á Moloch, abominación de los hijos de Ammón.

8Y así hizo para todas sus mujeres extranjeras, las cuales quemaban perfumes, y sacrificaban á sus dioses.


1 Reyes 11:4-8

Este es la quinta parte de esta serie:



(2 Rey. 23: 13, 14).
Monumento a un carácter envilecido.-

Pocos se dan cuenta de que ejercen constantemente en sus vidas una influencia que se perpetuará para bien o para mal. Habían pasado centenares de años desde que Salomón hizo erigir en las montañas esos santuarios idolátricos; y aunque Josías los había demolido como lugares de culto, sus escombros, que contenían partes de su estructura, permanecían todavía en los días de Cristo. La altura sobre la cual habían estado esos saniuarios era llamada -por los israelitas leales- "el monte del Delito".

En su orgullo y entusiasmo, Salomón no se dio cuenta de que en esos altares paganos estaba erigiendo un monumento de su carácter envilecido, que duraría por muchas generaciones y que sería comentado por millares. De la misma manera, cada acto de la vida es importante para el bien o para el mal; y únicamente procediendo de acuerdo con los principios en las pruebas de la vida diaria, adquirimos poder para mantenernos firmes y fieles en las situaciones más difíciles y peligrosas.

Las señales de la apostasía de Salomón perduraron durante siglos después de él. En los días de Cristo, los que adoraban en el templo podían contemplar allí mismo, frente a ellos, el monte del Delito, y podían recordar que el constructor de su rico y glorioso templo -el más renombrado de todos los reyes- se había separado de Dios y había erigido altares a los ídolos paganos; que el más poderoso gobernante de la tierra había fracasado en gobernar su propio espíritu. Salomón descendió arrepentido a la tumba; pero su arrepentimiento y sus lágrimas no pudieron eliminar del monte del Delito las señales de su lamentable desviación de Dios. Los muros en ruinas y las columnas rotas durante mil años dieron un silencioso testimonio de la apostasía del rey más grande que jamás se haya sentado en un trono terrenal (HR mayo, 1878).

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