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Saturday, March 15, 2014

No hay que unirse con el mundo



No debe haber ninguna clase de contemporización con los que invalidan la ley de Dios. No es seguro confiar en ellos como consejeros. Nuestro testimonio no debe ser menos decidido que antes; no debemos velar nuestra posición real a fin de agradar a los grandes hombres del mundo. Pueden desear que nos unamos a ellos y que aceptemos sus planes, y pueden realizar propuestas concernientes a nuestra conducta que podrían proporcionar al enemigo una ventaja sobre nosotros. “No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo”. Isaías 8:12. Si bien es cierto que no deberíamos buscar la polémica, y no deberíamos ofender innecesariamente, debemos presentar la verdad con claridad y decisión, y permanecer firmes en lo que Dios nos ha enseñado en su Palabra. No tenéis que mirar hacia el mundo a fin de saber lo que debéis escribir y publicar o lo que debéis hablar. Que todas vuestras palabras y acciones testifiquen: “Porque no fuimos seguidores alucinados de fábulas ingeniosas”. 2 Pedro 1:16 (VM). “Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones”. 2 Pedro 1:19. 

El apóstol Pablo nos dice: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”. 1 Corintios 1:21. En esto consistía la realización del plan de Dios para la convicción y conversión de los hombres, quienes se sienten tentados constantemente a magnificar sus propios poderes. El Señor iba a poner en claro si los hombres, mediante su propia sabiduría finita, pueden adquirir un conocimiento de la verdad, si pueden conocer a Dios, su Creador. Cuando Cristo vino a nuestro mundo, el experimento había sido llevado a cabo plenamente, y demostró que la jactanciosa sabiduría de los hombres era sólo necedad. La sabiduría finita fue absolutamente incapaz de alcanzar las conclusiones correctas con respecto a Dios, y por lo tanto el hombre fue enteramente incompetente para juzgar en lo que atañe a su ley. El Señor ha permitido que las cosas lleguen a una crisis en nuestros días, en lo que se refiere a la exaltación del error por encima de la verdad, para que él, el Dios de Israel, pudiese obrar poderosamente para una mayor exaltación de su verdad en la misma proporción en que el error es ensalzado. 

El Señor, con sus ojos puestos en la iglesia, ha permitido una vez tras otra que las cosas lleguen a un punto crítico con el fin de que su pueblo, en su necesidad extrema, busque únicamente su ayuda. Sus oraciones, su fe, juntamente con su firme propósito de ser fieles, han requerido la intervención de Dios, y él ha cumplido su promesa: “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí”. Isaías 58:9. Su brazo poderoso se ha extendido para librar a su pueblo. Dios reserva su intervención misericordiosa para el tiempo cuando sus hijos se encuentren en necesidad extrema; con eso logra que su liberación sea más notable y sus victorias más gloriosas. Cuando fracasa toda sabiduría humana, se reconoce con más claridad la intervención del Señor, y él recibe la gloria que le pertenece. Hasta los enemigos de nuestra fe, los perseguidores, perciben que Dios obra para librar a su pueblo del cautiverio.

 2MS - Mensajes Selectos Tomo 2, p.425-427.
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