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Saturday, November 12, 2016

"Quita reyes, y pone reyes”


El poder que ejerce todo gobernante en la tierra, se lo otorga el cielo, y su éxito depende de cómo lo ejerce. El Atalaya divino dice a cada cual: “Yo te ceñiré, aunque tú no me conociste”5. Y para todos constituyen una lección de vida las palabras dirigidas a Nabucodonosor: “Redime tus pecados con justicia, y tus iniquidades haciendo misericordias con los oprimidos, pues tal vez será eso una prolongación de tu tranquilidad”6.

Comprender todo esto, comprender que “la justicia engrandece a la nación”; que “con la justicia será afirmado el trono” y con “misericordia”7; reconocer la obra de estos principios en la manifestación del poder que “quita reyes, y pone reyes”8, es comprender la filosofía de la historia.

Únicamente en la Palabra de Dios está esto claramente expuesto. En ella se muestra que la fuerza de las naciones, lo mismo que la de los individuos, no se encuentra en las oportunidades o medios que parecen hacerlos invencibles; ni tampoco en su pregonada grandeza. Se mide por la fidelidad con que cumplen el propósito de Dios.

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Se ha permitido a toda nación que ha ascendido al escenario de la historia que ocupe su lugar en la tierra para ver si va a cumplir o no el propósito del “Vigilante y Santo”. La profecía ha anunciado el levantamiento y la caída de los grandes imperios del mundo: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. La historia se repitió con cada una de ellas, lo mismo que con naciones menos poderosas. Cada una tuvo su período de prueba, fracasó, su gloria se marchitó, perdió su poder, y su lugar fue ocupado por otra.

Aunque las naciones rechazaron los principios de Dios y provocaron con ese rechazamiento su propia ruina, es evidente que el propósito divino predominó y se manifestó en todos sus movimientos.

La Educacion, p.158,160. 
(Antigua version, pp.170-171,172-73).


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