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Wednesday, February 10, 2010

¿HAY ÍDOLOS AQUÍ?


Hijitos, guardaos de los ídolos. (1 Juan 5: 21).


Cada verdadero hijo de Dios será aventado como trigo, y en el proceso del aventamiento debe sacrificarse cada placer acariciado que aparte la mente de Dios. Muchas familias tienen sus estantes, anaqueles y mesas llenos de ornamentos y retratos... De este modo los pensamientos que deberían dirigirse hacia Dios y los intereses celestiales, son atraídos hacia cosas comunes. ¿No es ésto una especie de idolatría? El dinero que se ha gastado en esta forma, ¿no debería haberse empleado para bendecir a la humanidad, para aliviar a los que sufren, para vestir a los desnudos y alimentar a los hambrientos? ¿No debería haberse puesto en la tesorería del Señor para promover su causa y edificar su reino en la tierra?


Este asunto reviste una gran importancia, y os es presentado a fin de salvaros del pecado de la idolatría. Vuestras almas recibirán bendiciones si obedecéis la Palabra pronunciada por el Santo de Israel: "No tendrás dioses ajenos delante de mí" (Exo. 20: 3). Muchas personas están creando para sí preocupaciones y ansiedades innecesarias al dedicar tiempo y consideración a los adornos superfluos que llenan sus casas. Se requiere el poder de Dios para apartarlas de su devoción, porque esto constituye en todo sentido una idolatría.


Aquel que escudriña los corazones desea rescatar a su pueblo de toda clase de idolatría. Que la Palabra de Dios, el Libro bendito de vida, ocupe las mesas que ahora están llenas de adornos inútiles. Gastad vuestro dinero en adquirir libros que sirvan para esclarecer la mente en lo que atañe a la verdad presente. . . Apoderaos de la Palabra de Dios como el tesoro de amor y sabiduría infinita; éste es el Libro guía que muestra el camino hacia el cielo. . .


¡Cómo quisiera que investigaseis las Escrituras con una actitud de oración en vuestros corazones, y con un espíritu de entrega a Dios! ¡Ojalá escudriñaseis vuestros corazones como si contaseis con la ayuda de una vela encendida, para descubrir y romper hasta los hilos más finos que os unen a los hábitos mundanales que apartan de Dios la mente! Rogad a Dios que os muestre cada práctica que aleje de él vuestros pensamientos y afectos.

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Maranata, E. G. White, p.46..

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