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Sunday, September 26, 2010

¿La obediencia de un Dios o de un hombre?


Porque no tenemos un Pontífice que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
Hebreos 4:15.

(Porque no tenemos un Sumo Sacerdote)


La victoria de Cristo y su obediencia son las de un verdadero ser humano. Caemos en muchos errores en nuestras conclusiones debido a nuestros falsos conceptos de la naturaleza humana de nuestro Señor. Cuando le damos a su naturaleza humana un poder que no es posible que tenga el hombre en sus conflictos con Satanás, destruimos la integridad de su humanidad. El imparte su gracia imputada y poder a todos los que lo reciben por fe.

La obediencia de Cristo a su Padre fue la misma obediencia que se exige del hombre. El hombre no puede vencer las tentaciones de Satanás sin que se combinen el poder divino con su agente humano. Así sucedió en el caso de Jesucristo: podía aferrarse al poder divino. No vino a nuestro mundo para obedecer como un Dios menor a un Dios mayor, sino como un hombre para obedecer la santa ley de Dios, y por eso es nuestro ejemplo. El Señor Jesús no vino a nuestro mundo para revelar lo que podía hacer un Dios, sino lo que podía hacer un hombre por medio de la fe en el poder de Dios para fortalecer en cada emergencia. El hombre debe ser participante de la naturaleza divina y vencer por medio de la fe cada tentación que lo acose.

El Señor pide ahora que cada hijo e hija de Adán le sirva, por la fe en Jesucristo, en la naturaleza humana que ahora tenemos. El Señor Jesús ha tendido un puente sobre el abismo que creó el pecado. Ha unido la tierra con el cielo, al hombre finito con el Dios infinito. Jesús, el Redentor del mundo, sólo podía guardar los mandamientos de Dios en la misma forma en que puede guardarlos la humanidad (MS 1, 1892).
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