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Sunday, June 23, 2013

Gracias, Francisco



Aliño Compuesto Ángel Ciro Guerrero


En su figura se conjugan lo campechano y lo santo del recordado Juan XXIII y la inteligencia y habilidad política del amado Juan Pablo II.En su figura se conjugan lo campechano y lo santo del recordado Juan XXIII y la inteligencia y habilidad política del amado Juan Pablo II.

Ángel Ciro Guerrero angelciro@hotmail.com



21 jun, 2013 | Está cumpliendo lo que prometió: abrir las puertas de una Iglesia verdaderamente cercana a los pobres, buscando clausurar otra opulenta y elitesca. Su imagen es la de un buen párroco de pueblo, los realmente abnegados en tan laudable ministerio, que viven día a día sufriendo lo mismo que sus fieles más humildes, los desheredados de la tierra. Aceptado por multitudes como un Papa que no necesita del boato para ser pastor de almas, con su humildad ejemplarizante dirige la Iglesia de un Cristo que lo sacrificó todo y armado sólo con su inmenso amor y el don de la palabra enfrentó el poder y las adversidades. En su figura se conjugan lo campechano y lo santo del recordado Juan XXIII y la inteligencia y habilidad política del amado Juan Pablo II.

Es un jefe católico que dignifica y humaniza el severo papel que el cristianismo como religión le confió, ejerciéndolo de un modo tan sereno, firme y efectivo que lo distingue en su comprometida tarea de ser el sucesor de Pedro. Es un líder, nato y neto, que rápidamente destaca entre sus pares en el escenario internacional, y cuya voz y rectoría se escucha, respeta y acata, sobre el cual recae un peso gigantesco porque es el que rige los destinos espirituales de casi dos mil millones de personas en el mapamundi. Con los mismos zapatos negros, no rojos, que calzase cuando ingresó al Cónclave, el jesuita seguidor del Hermano Francisco, el amigo de los pobres y protector de los animalitos de

Asís, en apenas meses ha avanzado mucho en las intrincadas catacumbas de El Vaticano. Viene empleando su alto cargo como Pontífice para ahondar en donde nadie quiere hacerlo y de allí sacar a flote, para extirparlo, lo indigno y lo malo. Por ejemplo, los manejos turbios de la banca de la Iglesia, la pederastia y la existencia de una mafia gay en la alta jerarquía eclesiástica, entre otros asuntos que sus predecesores apalearon, sí, pero con pétalos de rosa. Es un hombre cuya rectitud de ciudadano y sacerdote le merecieron el respeto de los feligreses de su país en el cual no dio tregua ni a la dictadura que ahogó en sangre, cárcel y desaparecidos al pueblo argentino ni a la pareja que se alternó en el poder y resultase, según grueso cúmulo de pruebas, tan malos gobernantes como grandes corruptos.

La suya es una figura extraordinaria, sin duda, que va adquiriendo connotación de hombre preclaro al cual los pueblos que sufren le están confiando sus angustias y pidiéndole interceda para que puedan liberarse de las condiciones indignantes en las que viven, sea de hambre por falta de pan, sea de conocimiento por falta de enseñanza o sea de libertades por falta de justicia y democracia.


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