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Saturday, March 16, 2019

El descanso (Dominical)



COLUMNISTA

P. HERNANDO URIBE

PUBLICADO EL 15 DE MARZO DE 2019


OPINIÓN

El descanso



El hombre del siglo XXI, que avanza de modo vertiginoso en la ciencia y la tecnología, tiene en el descanso dominical el desafío gigantesco de preguntarse si emplea el domingo para descansar, para hacer ocio, para no hacer nada, y así reparar sus fuerzas para el trabajo de los otros seis días de la semana.

Puede que se encuentre con la sorpresa de no saber descansar y que tampoco se haya interesado en saber si en alguna parte enseñan el arte de descansar. Ocurrencia inaudita la de sentarse a escuchar serenamente los latidos del corazón.

Descanso viene de descansar, que es cesar en el trabajo para reparar las fuerzas con la quietud, el sosiego, el reposo, la carencia de movimientos. El descanso se refiere tanto a los seres vivos como a las tierras. Desde la antigüedad existe la costumbre agrícola de dejar descansar la tierra después de 6 años de cosechas. Y las empresas hablan de “año sabático”.

En la Biblia leemos que “Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en ese día descansó de toda su obra creadora” (Génesis 2,3). El descanso del Creador consistió en embelesarse contemplando su obra, pues como dice el salmo octavo, “Dios hizo al hombre poco inferior a los ángeles, lo coronó de gloria y dignidad, le dio el mando sobre las obras de sus manos, todo lo sometió bajo sus pies”.

Descanso asombroso el de sentarme a contemplar la maravilla de mis ojos, oídos, nariz, boca, manos y pies, y más aún de mi entendimiento y voluntad, realidades vivas, susceptibles de perfeccionamiento sin fin.

Embriagador escuchar la improvisación japonesa de Cipriano Katsaris, en que los músicos que lo acompañan están absortos; o el concierto para cuatro pianos de Bach, con su majestad divina; o las melodías dulcísimas del tercer movimiento de la sexta sinfonía de Schubert.

Hago ocio para cultivar con solicitud mi capacidad de mirar con amor, de escuchar con amor, de hablar con amor. Y así, hacerlo todo con amor. De eficacia soberana la fórmula de San Juan de la Cruz: “Donde no hay amor, ponga amor y sacará amor”.

El mismo poeta místico preguntó a una religiosa en qué traía la oración, y ella le contestó: “En mirar la hermosura de Dios y holgarme de que la tenga”. El gozo inenarrable del poeta místico quedó eternizado en unos versos de frescura infinita. “Gocémonos, Amado, / y vámonos a ver en tu hermosura”.

Perfecta oración la de celebrar mi descanso dominical repitiendo en silencio durante minutos y aun horas estos dos versos sublimes




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