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Friday, August 5, 2011

El poder de los Jesuitas

11 / 04 / 2008

Luis Algorri

La Compañía de Jesús tiene nuevo General, el español Adolfo Nicolás. Pero, con los conservadores fortificados en Roma, ¿cuál es la verdadera fuerza de los hombres del llamado ‘Papa negro’?


Apuntes sobre el padre Nicolás, por Juan Masiá

Se llama Adolfo Nicolás, pero sus amigos le llaman don Nico. El pasado 19 de enero, cuando los 217 delegados reunidos en Roma para la Congregación General (la 35ª en 468 años) lo eligieron nuevo Prepósito General de la Compañía de Jesús, su nombre era casi desconocido para cualquiera que no fuese jesuita. Pero dentro del viejo edificio del Borgo de Santo Spirito, donde tiene su sede la Curia Generalicia de la orden, estaba cantado que don Nico iba a ser el nuevo Padre General, como todos le llaman: el trigésimo desde que Ignacio de Loyola fundó la Compañía, en 1540, y el séptimo de origen español. Que el palentino don Nico iba a suceder al holandés Peter Hans Kolvenbach, que llevó el timón de la orden durante los extenuantes años del papa Wojtyla, lo sabían todos.

Es más: a punto estuvo de ser elegido en la Congregación General anterior, la de 1983. Pero entonces era muy joven. Y se parecía demasiado a su amigo y maestro, el legendario Pedro Arrupe, el titán vasco que renovó la Compañía. Eso, en aquellos tiempos, no era precisamente una ventaja para según qué cosas, sobre todo a los ojos de un Vaticano recién recuperado por los conservadores. Tuvo que esperar un cuarto de siglo.

Pero don Nico, un hombre de aspecto frágil que no aparenta los 71 años que ha cumplido, tiene cualquier cosa menos ansia de poder. Como dice su amigo Juan Masiá, ilustre científico, jesuita como él, que ha vivido junto al nuevo General durante muchos años, en Japón, “cuando lo eligieron, yo estaba convencido de que iba a renunciar. El padre Nicolás se ha pasado toda la vida recomendando a otros para los puestos de poder que le daban a él. Menos mal que no renunció porque, en estos tiempos de involución, tanto en el ambiente nacionalcatolicista de algunas zonas de España como en la cúpula vaticana, la elección de una persona como él para dirigir la Compañía es una gran noticia”.

Al General de los jesuitas se le suele llamar Papa negro, porque se supone que tiene tanto poder como el otro, el que se elige en el cónclave, pero sin vestir sotana blanca.

Pero, ¿cuál es el poder real que, a partir de ahora, tiene Adolfo Nicolás? ¿Cuánto pesa la Compañía de Jesús en la Iglesia y en el mundo?

Hoy, después de cuatro siglos y medio de historia y de vicisitudes a veces muy duras (incluidas las diversas expulsiones y disoluciones temporales de la Compañía), hay en el mundo 19.200 jesuitas. La Societas Iesus, que es su nombre oficial, es la orden religiosa masculina más nutrida de la Iglesia católica, seguida por los franciscanos menores. A primera vista, su poder real está muy lejos del que tienen el Opus Dei (unos 80.000 miembros, pero sólo 2.000 sacerdotes), los Legionarios de Cristo/Regnum Christi (unos 45.000 en total) o los todopoderosos kilos, las Comunidades Neocatecumenales de José Francisco Argüello, que engloban a un millón largo de personas en medio mundo. A todos estos grupos conservadores les fue muy bien durante el pontificado de Juan Pablo II, mientras que a los jesuitas se les impuso un “delegado pontificio” para mantener a raya su espíritu innovador y su compromiso con los desfavorecidos, sobre todo en África, Asia y América Latina.

Un mundo a su medida

Pero es frase hecha dentro de la Compañía que “un buen jesuita vale por cuatro”. Los hijos de San Ignacio están hoy presentes en 69 países. Dividen el mundo en diez Asistencias (África, dos en Latinoamérica, dos más en Asia, cuatro en Europa y una en Estados Unidos) que, a su vez, están divididas en algunas regiones independientes y, sobre todo, en 91 Provincias, que rara vez respetan las fronteras políticas al uso. Una de las más pequeñas, por ejemplo, es la de Loyola, cuna de la orden, que incluye el País Vasco y Navarra. La Provincia de Castilla integra nada menos que Galicia, Asturias, las dos Castillas, La Rioja, Madrid, Extremadura y Murcia. La Asistencia de Europa Occidental es un maremágnum en la que se juntan Siria, Egipto, Líbano, Malta, Francia, Bélgica (con una Provincia para flamencos y otra para valones), el Reino Unido, Irlanda y Canadá...

Desde siempre, la vocación esencial de los jesuitas es la enseñanza. Apenas un siglo después de su nacimiento (o sea, a mediados del siglo XVII), la Compañía tenía en marcha unos 500 centros educativos en Europa y América. Hoy, eso se ha multiplicado de un modo asombroso. Ninguna otra orden religiosa cristiana puede competir con las 207 universidades regidas por jesuitas abiertas en esos casi 70 países. Algunas están entre las más prestigiosas del mundo, como la de Georgetown (Washington), que tuvo como alumno al Príncipe Felipe (y como conferenciante a José María Aznar); las tres universidades Loyola en EE UU, que están en Maryland, California y Chicago; la Iberoamericana de México; en España, Deusto y la Pontificia de Comillas. Y en Roma, nada menos que la Gregoriana, la fábrica de Papas...

Además están los 472 centros de enseñanza secundaria, los 165 de Primaria y los 78 de profesional o técnica. Y eso con el método educativo de los jesuitas, que es de los más exigentes del mundo (eso lo sabe cualquiera que haya pasado por uno de sus colegios) y que se fundamenta en lo que ellos llaman el “clima”: una atención personalizada y un seguimiento exhaustivo del alumno, lo cual da resultados más que notables.

En Latinoamérica existen las llamadas Redes Educativas, la más importante de las cuales es la gigantesca Fe y Alegría: nada menos que 2.808 centros en los que aprenden muchas personas que no tienen medios para educarse en otro sitio y en el que colaboran religiosos de otras congregaciones y numerosos seglares. Ese gigantesco imperio docente está a cargo de nada más que 4.000 padres jesuitas. Pero da trabajo a unos 125.000 profesores seglares. Y hoy se educan con la Compañía de Jesús casi tres millones de niños y jóvenes en medio mundo. En España, entre los colegios y los nueve centros universitarios, confían su educación a la Compañía unos 45.000 alumnos, que están a cargo de unos 5.600 profesores. Sólo 108 son jesuitas.

Fidel Castro estudió con los jesuitas. Y Calderón, Hitchcock, Ortega, Cervantes, Voltaire, De Gaulle, Paulo Coelho, Miguel Hernández... la lista es inmensa.

Si a eso se añaden los seminarios, casas de Ejercicios, iglesias y parroquias (unas 1.400 en el mundo) y otras instalaciones, se entiende que el poder de don Nico es considerable.

Lo que pueda

¿Y dentro de la Iglesia? Eso es otro asunto. Hay muchas clases de jesuitas. Lo es igual el teólogo progresista Jon Sobrino, tan perseguido por el Santo Oficio, como el conservador Juan Antonio Martínez Camino, mano derecha del cardenal Rouco y nombrado obispo hace muy poco. Pero es indiscutible que la mayoría de los jesuitas son de pensamiento conciliar, cuando no netamente progresista. La Compañía tiene 93 obispos en todo el mundo (Camino no es ninguna excepción) y, ahora mismo, 10 cardenales, entre ellos el prestigiosísimo Carlo Maria Martini, pero sólo dos podrían votar hoy en un cónclave.

La elección de Adolfo Nicolás como nuevo General ha sido recibida, en la Compañía, con algo muy parecido a la euforia. Es un hombre de indoblegable voluntad... revestida de una prudencia exquisita. Más de uno le tiene por la reencarnación de Pedro Arrupe. Ha vivido casi toda su vida en Asia, como él; habla cinco idiomas (incluido el catalán) “y ninguno a gritos”, como dicen quienes le conocen. Lo explica el jesuita vasco Antonio Beristain, “don Nico, como Arrupe, ve la otra cara de la luna. En Roma igual le toca sufrir, pero eso es la dignidad del cristiano”. Y el venerable José María Díez Alegría, que tiene 94 años y que lo pasó muy mal por sus posiciones avanzadas, le admira: “Es dialogante, muy abierto. Tiene un gran sentido social y está por el diálogo interreligioso. En Roma, pues tendrá que hacer lo que pueda... como todos”. Eso sí: Ad maiorem Dei gloria, como dice el lema de la Compañía.
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