Foto (Cortesia)http://www.gleaneronline.org/100/11/27099.html
La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. (Rom. 13: 12).
En un tiempo como éste deberíamos tener un solo objetivo en vista: Emplear todo medio que Dios ha provisto para sembrar la verdad en los corazones de los hombres. . . Es deber de todo cristiano esforzarse al máximo para difundir el conocimiento de la verdad.
Dios ha esperado largo tiempo, y todavía está esperando, que los seres que son suyos por creación y por redención escuchen su voz y le obedezcan como hijos amantes y dóciles que desean estar cerca de él y que la luz de su semblante los ilumine. Debemos llevar al mundo el mensaje del tercer ángel, amonestando a los hombres que no adoren a la bestia ni a su imagen e invitándolos a tomar ubicación entre los que "guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apoc. 14: 12). Dios no nos ha revelado cuándo terminará este mensaje o cuándo concluirá el tiempo de gracia. . . Nuestro deber consiste en velar, trabajar y esperar, y trabajar continuamente por las almas de los hombres que están a punto de perecer.
Ahora mismo debemos velar, trabajar y esperar. . . El fin de todas las cosas se acerca. . . El Espíritu del Señor está obrando para tomar la verdad de la Palabra inspirada y grabarla en el alma, de modo que los profesos seguidores de Cristo tengan un gozo santo y sagrado que puedan impartir a los demás. El momento oportuno para realizar nuestra obra es ahora, ahora mismo, entre tanto que el día dura. . .
Se necesita un testimonio más profundo, más decidido, más convincente del poder de la verdad, manifestado en la piedad práctica de los que profesan creerla. . .
Debemos tener la verdad implantada en el corazón, y debemos enseñarla a los demás tal como es en Jesús. El mundo está pasando por un período muy solemne, porque las almas están decidiendo cuál será su destino eterno. Satanás y sus ángeles están conspirando continuamente para invalidar la ley de Dios y esclavizar de esa manera las almas de los hombres mediante los afanes del pecado. La oscuridad que cubre la tierra es cada vez más densa, pero los que andan humildemente con Dios no tienen nada que temer.
Maranata, E. G. White, p.105
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