LA LARGA SOMBRA DEL OPUS DEI: Es difícil intentar explicar qué es realmente el Opus Dei, que en latín significa «Obra de Dios». Más aun teniendo en cuenta que para sus miles de adeptos es el camino directo hacia la santidad, mientras que para sus múltiples detractores no es más que una secta integrista con importantes vínculos con el poder político y financiero. El 6 de octubre de 2002, Juan Pablo II canonizó a su fundador, José maría Escrivá de Balaguer, ante más de 100.000 católicos y miembros del Opus.
Después llegaría su santificación en un proceso ultrarrápido. Y es que los últimos años han sido especialmente buenos para la Obra. Su influencia en el seno de la Iglesia Católica ha crecido de forma imparable desde que Juan Pablo II le otorgara, en 1982, un estatuto que su fundador llevaba pidiendo desde hacia años: el de Prelatura personal. En la práctica, esto quiere decir que la organización está dirigida por un prelado que es nombrado directamente por el Vaticano y cuyas decisiones son secretas: únicamente debe rendir cuentas ante el Papa. Además, el Opus goza de independencia absoluta en el seno de Iglesia y no está sometido a la jurisdicción de las diócesis. Retrocedamos en el tiempo, hasta el 2 de octubre de 1928, el día en el que Josemaria Escrivá de Balaguer fundó el Opus Dei.
Escrivá presentó su propuesta como la mejor manera de que gente de todas las clases sociales buscaran la santidad sin retirarse del mundo, formando una familia y ejerciendo plenamente su profesión. Para conseguirlo debían seguir al pie de la letra el espíritu de la Obra, recogido en un libro de máximas escrito de puño y letra por el propio fundador: Camino. Recogiendo la descripción facilitada por la propia organización: «El Opus tiene como característica esencial el hecho de no sacar a nadie de su sitio, sino que lleva a que cada uno cumpla las tareas y deberes de su propio estado, de su misión en la Iglesia y en la sociedad civil, con la mayor perfección posible».
Algunos rasgos de ese espíritu declarado por el Opus Dei son la santificación de la familia y el trabajo, el amor a la libertad, la práctica de la de oración y el sacrificio, la caridad, el apostolado y la vida piadosa. Remitiéndonos a las palabras de Escrivá, «La vida ordinaria puede ser santa y llena de Dios»; «el Señor nos llama a santificar la tarea corriente, porque ahí está también la perfección cristiana». Por lo tanto, la Obra le da trascendencia a las pequeñas cosas que llenan la existencia de un cristiano corriente: los detalles de buena educación, de respeto a los demás, de orden material, de puntualidad... «La santidad “grande” está en cumplir los “deberes pequeños” de cada instante», concluía Escrivá. Y entre esas realidades ordinarias ocupa un puesto absolutamente vital el matrimonio, defendido férreamente por el Fundador del Opus: «El matrimonio no es, para un cristiano, una simple institución social, ni mucho menos un remedio para las debilidades humanas: es una auténtica vocación sobrenatural».
En cuanto a la santificación del trabajo, en el Opus se repite una máxima: «Santificar el trabajo, santificarse en el trabajo, santificar con el trabajo». Se debe pues cumplirlo con la mayor perfección humana posible (competencia profesional) y con perfección cristiana (por amor a la voluntad de Dios y en servicio de los hombres).
¿Quién fue Josémaría Escrivá de Balaguer?
EL Opus Dei fue fundado en 1928 por Josemaría Escrivá de Balaguer, un sacerdote que entonces contaba 26 años. José María Escrivá Albás —así se llamaba realmente- había nacido en Barbastro (Huesca) en 1902. En 1940 solicitó que se e reconociera como Escrivá de Balaguer y Albés; en 1960, pasó de José Maria a Josemaría.
Durante el franquismo acudía al palacio de El Pardo a dirigir ejercicios espirituales de la familia de! dictador En 1968 pidió y a fue concedido el título da marqués de Peralta. Murió en 1975 y el papa Juan Pablo II lo beatificó en 1992 elevándolo a la santidad diez años después.
El espíritu del Opus Dei impulsa a cultivar la oración y la penitencia, para sostener el empeño por santificar las ocupaciones cotidianas. Por eso, los fieles de la prelatura siguen a rajatabla diversas prácticas: oración, asistencia diaria a misa, confesión sacramental, lectura y meditación del Evangelio. Pero algunos de los más devotos también recurren a cilicios y auto castigos corporales.
Realizan estos sacrificios para purificarse de los pecados personales y ofrecer a Cristo una reparación por todos los pecados del mundo. En cuanto al amor a la libertad, son muchos los detractores de la Obra que no pueden evitar una sonrisa incrédula cuando leen que «los miembros del Opus Dei son ciudadanos que disfrutan de los mismos derechos y están sujetos a las mismas obligaciones que los otros ciudadanos, sus iguales. En sus actuaciones políticas, económicas, culturales, etc., obran con libertad y con responsabilidad personal, sin pretender involucrar a la Iglesia o al Opus Dei en sus decisiones ni presentarlas como las únicas congruentes con la fe. Esto implica respetar la libertad y las opiniones ajenas».
La caridad y el apostolado obligan a los miembros del Opus Dei a dar testimonio de su fe cristiana, primero con el ejemplo ni citan las palabras del fundador y aducen que cualquier persona puede pertenecer a la Obra, independientemente de sus talentos o estrato social, y que los que se involucran en política lo hacen sin representar al Opus, sino como ciudadanos libres, siguiendo sus propios criterios. Los detractores recuerdan con una sonrisa la entusiasta frase que dejó escapar Escrivá cuando en los años 60 Franco incluyó por primera vez en el gobierno español a varios miembros del Opus: «Nos han hecho ministros! ». El dedo acusador de los detractores también apunta a la especial fobia que parece sentir el Opus hacia el sexo. Una obsesión casi morbosa que, evidentemente, también deja su huella en Camino: «quítame, Jesús, esa corteza roñosa de podredumbre sensual que recubre mi corazón».
De hecho, el actual prelado, Javier Echevarría, llegó a decir públicamente que cuando alguien nace impedido o con una tara, se debe probablemente a que sus padres cometieron prácticas sexuales pecaminosas. Mucho se ha hablado también de la censura a la que se ven sujetos los fieles. El Opus Dei niega rotundamente que haya censura, pero los numerarios reciben constantes cursos de adoctrinamiento y la lista de libros que pueden leer mientras están en la Obra la decide el director de su centro, quien se encarga de evaluarlos del 1 («recomendable») al 6 («gravemente peligroso para la fe»).
En cualquier caso, sean verdad o no éstas u otras numerosas acusaciones lanzadas contra la primera y única prelatura del mundo, lo cielo es que desde el Opus siempre se ha afirmado que quien está allí es porque quiere. Una vez más, Camino tiene la respuesta: «Obedecer, camino seguro. Obedecer ciegamente al superior, camino de santidad. Obedecer en tu apostolado, el único camino: porque en una obra de Dios, el espíritu ha de saber obedecer o marcharse». Como vemos los vínculos de la Iglesia con sus propias sociedades secretas internas, son más que notables. Pero siempre cabe preguntarse cuántos de los grupos que han gozado y gozan de cierta «preponderancia» dentro de su seno, están pendientes deque llegué el fin del Papado tradicional. Y trabajan en la sombra con ese propósito...
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