Desde la primera derrota frente al apetito la humanidad se ha vuelto más y más autocomplaciente, hasta que la salud ha sido sacrificada sobre los altares del apetito. Los habitantes del mundo antediluviano eran intemperantes en la comida y la bebida. Consumían carne a pesar de que en ese tiempo Dios todavía no había dado permiso al hombre para alimentarse de animales. Continuaron su forma pervertida de comer y beber hasta que la complacencia de sus apetitos depravados no tuvo límite; tanta fue su corrupción que Dios no pudo soportarla más. Su copa de iniquidad estaba colmada y Dios purificó la tierra de su contaminación moral mediante el diluvio.
Consejos Sobre la Salud, p.108
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