1Empero el rey Salomón amó, á más de la hija de Faraón, muchas mujeres extranjeras: á las de Moab, á las de Ammón, á las de Idumea, á las de Sidón, y á las Hetheas;
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2Gentes de las cuales Jehová había dicho á los hijos de Israel: No entraréis á ellas, ni ellas entrarán á vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas pues se juntó Salomón con amor.
3Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón.
4Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.
1 Reyes 11:1-4
(1 Cor. 10: 12).
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2Gentes de las cuales Jehová había dicho á los hijos de Israel: No entraréis á ellas, ni ellas entrarán á vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A éstas pues se juntó Salomón con amor.
3Y tuvo setecientas mujeres reinas, y trescientas concubinas; y sus mujeres torcieron su corazón.
4Y ya que Salomón era viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos; y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David.
1 Reyes 11:1-4
(1 Cor. 10: 12).
Una lección especial para los de edad avanzada.-
El registro inspirado nos dice de Salomón: "Sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios".
No se debe tratar livianamente este tema. El corazón que ama a Jesús no deseará el afecto ilícito de otro. Cristo suple cada necesidad. Este afecto superficial es del mismo carácter que el exaltado gozo que Satanás prometió a Eva. Es codiciar lo que Dios ha prohibido. Centenares, cuando es demasiado tarde para ellos, pueden servir de escarmiento a otros para que no se arriesguen sobre el precipicio. El intelecto, la posición, la riqueza nunca pueden ocupar el lugar de las cualidades morales. El Señor aprecia más que el oro de Ofir las manos limpias, un corazón puro y una noble y ferviente consagración a él y a la verdad. Una mala influencia tiene un poder que tiende a perpetuarse. Ojalá yo pudiera presentar este asunto delante del pueblo observador de los mandamientos de Dios tal como me ha sido mostrado. Que el triste recuerdo de la apostasía de Salomón sirva de advertencia a cada alma a fin de que evite el mismo precipicio. Su debilidad y pecado se han transmitido de generación en generación. El rey más excelso que jamás ha empuñado un cetro, de quien se dijo que era el amado de Dios, llegó a contaminarse y fue miserablemente abandonado por su Dios porque colocó erróneamente sus afectos. El gobernante más poderoso de la tierra había fracasado en gobernar sus propias pasiones. Salomón puede haber sido salvado "como por fuego", y sin embargo su arrepentimiento no pudo destruir los lugares altos ni demoler las piedras que quedaron como pruebas de sus crímenes. Deshonró a Dios, eligiendo más bien ser dominado por la concupiscencia que ser participante de la naturaleza divina. ¡Qué legado ha sido la vida de Salomón para los que están dispuestos a usar su ejemplo para cubrir sus propias acciones viles! Forzosamente transmitimos una herencia de bien o de mal. Nuestra vida y nuestro ejemplo, ¿serán una bendición o una maldición? ¿Mirará la gente nuestra tumba y dirá "Me arruinó", o "Me salvó"? . . .
La lección que se desprende de la vida de Salomón tiene un sentido moral especial para la vida de los ancianos, de los que ya no suben más la montaña sino que van en descenso y tienen por delante el sol poniente. Esperamos ver defectos en el carácter de los jóvenes que no están dominados por el amor y la fe en Jesucristo. Vemos a jóvenes que vacilan entre lo correcto y lo erróneo, que son indecisos entre los principios bien establecidos y la casi abrumadora corriente de mal que está llevando sus pies hacia la ruina. Pero esperamos cosas mejores de los de edad madura. Esperamos que el carácter esté estabilizado, los principios arraigados y que hayan superado el peligro de la contaminación. Pero el caso de Salomón está delante de nosotros como un fanal de advertencia. Cuando tú, anciano peregrino que has reñido las batallas de la vida, pienses que estás firme, mira que no caigas. En el caso de Salomón, su carácter débil y vacilante, aunque osado, firme y determinado por naturaleza, ¡cómo fue sacudido como una caña al viento bajo el poder del tentador! Un viejo y nudoso cedro del Líbano, una robusta endna de Basán, ¡cómo fue doblada por la ráfaga de la tentación! ¡Qué lección para los que desean salvar su alma velando continuamente en oración! ¡Qué advertencia para mantener siempre la gracia de Cristo en su corazón, para batallar contra la corrupción interna y las tentaciones externas! (Carta 51, 1886).
Mientras dure la vida es preciso resguardar los afectos y las pasiones con un propósito firme. Hay corrupción interna; hay tentaciones externas; y siempre que deba avanzar la obra de Dios, Satanás hará planes para disponer las circunstancias de modo que la tentación sobrevenga con poder aplastante sobre el alma. No podemos estar seguros ni un momento a menos que dependamos de Dios y nuestra vida esté oculta con Cristo en Dios (Carta 8b, 1891).
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El registro inspirado nos dice de Salomón: "Sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios".
No se debe tratar livianamente este tema. El corazón que ama a Jesús no deseará el afecto ilícito de otro. Cristo suple cada necesidad. Este afecto superficial es del mismo carácter que el exaltado gozo que Satanás prometió a Eva. Es codiciar lo que Dios ha prohibido. Centenares, cuando es demasiado tarde para ellos, pueden servir de escarmiento a otros para que no se arriesguen sobre el precipicio. El intelecto, la posición, la riqueza nunca pueden ocupar el lugar de las cualidades morales. El Señor aprecia más que el oro de Ofir las manos limpias, un corazón puro y una noble y ferviente consagración a él y a la verdad. Una mala influencia tiene un poder que tiende a perpetuarse. Ojalá yo pudiera presentar este asunto delante del pueblo observador de los mandamientos de Dios tal como me ha sido mostrado. Que el triste recuerdo de la apostasía de Salomón sirva de advertencia a cada alma a fin de que evite el mismo precipicio. Su debilidad y pecado se han transmitido de generación en generación. El rey más excelso que jamás ha empuñado un cetro, de quien se dijo que era el amado de Dios, llegó a contaminarse y fue miserablemente abandonado por su Dios porque colocó erróneamente sus afectos. El gobernante más poderoso de la tierra había fracasado en gobernar sus propias pasiones. Salomón puede haber sido salvado "como por fuego", y sin embargo su arrepentimiento no pudo destruir los lugares altos ni demoler las piedras que quedaron como pruebas de sus crímenes. Deshonró a Dios, eligiendo más bien ser dominado por la concupiscencia que ser participante de la naturaleza divina. ¡Qué legado ha sido la vida de Salomón para los que están dispuestos a usar su ejemplo para cubrir sus propias acciones viles! Forzosamente transmitimos una herencia de bien o de mal. Nuestra vida y nuestro ejemplo, ¿serán una bendición o una maldición? ¿Mirará la gente nuestra tumba y dirá "Me arruinó", o "Me salvó"? . . .
La lección que se desprende de la vida de Salomón tiene un sentido moral especial para la vida de los ancianos, de los que ya no suben más la montaña sino que van en descenso y tienen por delante el sol poniente. Esperamos ver defectos en el carácter de los jóvenes que no están dominados por el amor y la fe en Jesucristo. Vemos a jóvenes que vacilan entre lo correcto y lo erróneo, que son indecisos entre los principios bien establecidos y la casi abrumadora corriente de mal que está llevando sus pies hacia la ruina. Pero esperamos cosas mejores de los de edad madura. Esperamos que el carácter esté estabilizado, los principios arraigados y que hayan superado el peligro de la contaminación. Pero el caso de Salomón está delante de nosotros como un fanal de advertencia. Cuando tú, anciano peregrino que has reñido las batallas de la vida, pienses que estás firme, mira que no caigas. En el caso de Salomón, su carácter débil y vacilante, aunque osado, firme y determinado por naturaleza, ¡cómo fue sacudido como una caña al viento bajo el poder del tentador! Un viejo y nudoso cedro del Líbano, una robusta endna de Basán, ¡cómo fue doblada por la ráfaga de la tentación! ¡Qué lección para los que desean salvar su alma velando continuamente en oración! ¡Qué advertencia para mantener siempre la gracia de Cristo en su corazón, para batallar contra la corrupción interna y las tentaciones externas! (Carta 51, 1886).
Mientras dure la vida es preciso resguardar los afectos y las pasiones con un propósito firme. Hay corrupción interna; hay tentaciones externas; y siempre que deba avanzar la obra de Dios, Satanás hará planes para disponer las circunstancias de modo que la tentación sobrevenga con poder aplastante sobre el alma. No podemos estar seguros ni un momento a menos que dependamos de Dios y nuestra vida esté oculta con Cristo en Dios (Carta 8b, 1891).
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Esta es la Segunda parte de esta serie.
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