Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15: 5).
¡El fin está cerca! Dios invita a la iglesia a poner en orden las cosas que quedan.
Colaboradores de Dios, estáis facultados por el Señor para llevar a otros al reino.
Habéis de ser los agentes vivos de Dios, conductos de luz para el mundo, y en
derredor vuestro hay ángeles del cielo, enviados por Cristo para sosteneros y
fortaleceros mientras trabajáis por la salvación de las almas. . .
Destacaos como separados y distintos del mundo, como personas que están en el
mundo, pero que no son de él, y reflejad los brillantes rayos del Sol de justicia,
siendo puros, santos y sin contaminación, y haciendo brillar con fe la luz en todos
los caminos y vallados de la tierra.
Despiértense las iglesias antes que sea eternamente demasiado tarde. Asuma
cada miembro su obra individual y vindique el nombre del Señor, que lleva sobre
sí. Que la fe sana y la ferviente piedad reemplacen la pereza y la incredulidad.
Cuando la fe eche mano de Cristo, la verdad deleitará el alma y los servicios
religiosos no serán áridos ni carentes de interés. . . Diariamente tendréis una rica
experiencia mientras practiquéis el cristianismo que profesáis. Se convertirán los
pecadores. . .
¡Ojalá que todos se despertaran y manifestasen al mundo que su fe es una fe viva,
que aguarda al mundo una crisis vital y que Jesús vendrá pronto! Dejemos ver a
los hombres que creemos estar en los límites del mundo eterno.
La edificación del reino de Dios queda rezagada o fomentada de acuerdo con la
infidelidad o la fidelidad de los agentes humanos. La obra queda estorbada
cuando los agentes humanos no cooperan con los agentes divinos. Los hombres
pueden orar: "Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también
en la tierra" (Mat. 6: 10); pero si en su vida no actúan de acuerdo con su oración,
sus peticiones serán infructuosas. Pero aunque seamos débiles, sujetos a error y
pecado, el Señor nos ofrece asociarnos con él. Nos invita a colocarnos bajo la
instrucción divina. Uniéndonos con Cristo, podemos realizar las obras de Dios;
"Separados de mí -dijo Cristo- nada podéis hacer".*
Maranata, p.109
.
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