Hoy, en el espíritu y poder de Elías y de Juan el Bautista, los mensajeros enviados por Dios recuerdan a un mundo destinado al juicio los acontecimientos solemnes que pronto han de suceder en relación con las horas finales del tiempo de gracia y la aparición de Cristo Jesús como Rey de reyes y Señor de señores. Pronto será juzgado cada uno por lo que haya hecho por medio del cuerpo. La hora del juicio ha llegado, y a los miembros de su iglesia en la tierra incumbe la solemne responsabilidad de dar aviso a los que están, por así decirlo, en la misma margen de la ruina eterna. A todo ser humano que quiera escuchar en este vasto mundo, deben presentarse claramente los principios que están en juego en la gran controversia que se desarrolla, pues de ellos dependen los destinos de toda la humanidad.
En estas horas finales del tiempo de gracia concedido a los hijos de los hombres, cuando falta tan poco para que la suerte de cada alma sea decidida para siempre, el Señor del cielo y de la tierra espera que su iglesia se levante a obrar como nunca antes. Los que han sido libertados en Cristo por un conocimiento de la verdad preciosa son considerados por el Señor Jesús como sus escogidos, favorecidos por sobre todos los demás en la tierra; y él espera de ellos que manifiesten las alabanzas de Aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Las bendiciones tan liberalmente concedidas deben ser comunicadas a otros. La buena nueva de la salvación debe ir a toda nación, tribu, lengua y pueblo.
En las visiones de los profetas antiguos se representaba al Señor de gloria como otorgando luz especial a su iglesia en los días de tinieblas e incredulidad que preceden a su segunda venida. Como Sol de Justicia, iba a levantarse sobre su iglesia, para traer “salud” “en sus alas.” Malaquías 4:2. Y de todo verdadero discípulo debe irradiar una influencia que difunda vida, valor, auxilio y verdadera sanidad.
La venida de Cristo se producirá en el momento más obscuro de la historia de esta tierra. Los días de Noé y de Lot representan la condición del mundo precisamente antes que venga el Hijo del hombre. Apuntando hacia este tiempo, las Escrituras declaran que Satanás obrará con potencia y “con todo engaño de iniquidad.” 2 Tesalonicenses 2:9, 10. Su obra queda claramente revelada por el aumento acelerado de las tinieblas, los múltiples errores, herejías y engaños de estos postreros días. No sólo está Satanás llevando cautivo al mundo, sino que sus seducciones están leudando a las iglesias que profesan ser de nuestro Señor Jesucristo. La gran apostasía se desarrollará en tinieblas tan densas como las de medianoche. Para el pueblo de Dios, será una noche de prueba, de llanto y de persecución por causa de la verdad. Pero de esa noche de tinieblas resplandecerá la luz de Dios.
El “mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz.” 2 Corintios 4:6. Cuando “la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la haz del abismo, ... el Espíritu de Dios se movía sobre la haz de las aguas. Y dijo Dios: Sea la luz: y fué la luz.” Génesis 1:2, 3. Así también en la noche de tinieblas espirituales dice Dios: “Sea la luz.” Ordena a su pueblo: “Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” Isaías 60:1.
Dice la Escritura: “He aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.” Vers. 2. Cristo, manifestación de la gloria del Padre, vino al mundo para ser su luz. Vino para representar a Dios ante los hombres, y de él fué escrito que “le ungió Dios de Espíritu Santo y de potencia,” y “anduvo haciendo bienes.” Hechos 10:38. En la sinagoga de Nazaret dijo: “El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres: me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados: para predicar el año agradable del Señor.” Lucas 4:18, 19. Tal era la obra que encargó a sus discípulos que hiciesen. Les dijo: “Vosotros sois la luz del mundo... Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras obras buenas, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” Mateo 5:14, 16.
Esta es la obra que el profeta Isaías describe cuando dice: “¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes metas en casa; que cuando vieres al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu carne? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia.” Isaías 58:7, 8.
Así, en la noche de tinieblas espirituales, la gloria de Dios debe resplandecer mediante la obra que hace su iglesia al levantar al abatido y al consolar a los que lloran.
En todo nuestro derredor se oye el llanto de un mundo afligido. Por todos lados hay menesterosos y angustiados. Nos incumbe aliviar y suavizar las asperezas y miserias de la vida. Sólo el amor de Cristo puede satisfacer las necesidades del alma. Si Cristo mora en nosotros, nuestro corazón rebosará de simpatía divina. Se abrirán los manantiales sellados de un amor ferviente como el de Cristo.
Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la alegría. Muchos se han desanimado. Dirijámosles palabras de aliento. Oremos por ellos. Hay quienes necesitan el pan de vida. Leámosles la Palabra de Dios. Muchos tienen el alma aquejada por una enfermedad que ningún bálsamo ni médico puede curar. Roguemos por estas almas. Llevémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico.
La luz es una bendición universal que derrama sus tesoros sobre un mundo ingrato, profano y desmoralizado. Lo mismo hace la luz del Sol de Justicia. Toda la tierra, que está rodeada por las tinieblas del pecado, de la tristeza y del dolor, debe ser iluminada por el conocimiento del amor de Dios. Ninguna secta, categoría ni clase de personas debe ser excluída de la luz que resplandece del trono celestial.
El mensaje de esperanza y misericordia debe ser proclamado hasta los últimos confines de la tierra. Todo aquel que quiera puede extender la mano, asirse de la fortaleza de Dios, reconciliarse con él y obtener paz. Ya no deben quedar los paganos envueltos en obscuridad de medianoche. La lobreguez debe desaparecer ante los brillantes rayos del Sol de Justicia.
Cristo ha tomado toda medida necesaria para que su iglesia sea un cuerpo transformado, iluminado por la Luz del mundo, en posesión de la gloria de Emmanuel. El se propone que todo cristiano esté rodeado de una atmósfera espiritual de luz y de paz. Desea que revelemos su gozo en nuestra vida.
“Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.” Isaías 60:1. Cristo viene con poder y grande gloria. Viene con su propia gloria, y con la del Padre. Y le acompañarán los santos ángeles. Mientras todo el mundo esté sumido en tinieblas, habrá luz en toda morada de los santos. Percibirán la primera vislumbre de su segunda aparición. Una luz sin sombra brillará de su resplandor, y Cristo el Redentor será admirado por todos los que le sirvieron. Mientras huyan los impíos, los que siguieron a Cristo se regocijarán en su presencia.
Entonces los redimidos de entre los hombres recibirán la herencia que se les prometió. Así obtendrá un cumplimiento literal el propósito de Dios para con Israel. El hombre no puede impedir que se cumpla la voluntad de Dios. Aun en medio de las manifestaciones del mal, los propósitos de Dios han estado avanzando constantemente hacia su realización. Así sucedió con la casa de Israel durante toda la historia de la monarquía dividida; y así sucede hoy con el Israel espiritual.
Mirando a través de los siglos, al tiempo de esta restauración de Israel en la tierra hecha nueva, el vidente de Patmos testificó:
“Miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas gentes y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y palmas en sus manos; y clamaban en alta voz, diciendo: Salvación a nuestro Dios que está sentado sobre el trono, y al Cordero.
“Y todos los ángeles estaban de pie en torno del trono, y en torno de los ancianos y de los cuatro seres vivientes (V.M.); y postráronse sobre sus rostros delante del trono, y adoraron a Dios, diciendo: Amén: La bendición y la gloria y la sabiduría, y la acción de gracias y la honra y la potencia y la fortaleza, sean a nuestro Dios para siempre jamás.”
“Y oí como la voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria.” “Es el Señor de los señores, y el Rey de los reyes: y los que están con él son llamados, y elegidos, y fieles.” Apocalipsis 7:9-12; 19:6, 7; 17:14.
Profetas y Reyes, pp.528-532.
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