Número 5—Testimonio para la iglesia
La iglesia de Laodicea
Queridos hermanos y hermanas: El Señor nuevamente me ha visitado con gran misericordia. He estado muy afligida durante los últimos meses. Me he sentido muy enferma. Durante años he estado afectada por la hidropesía y por una enfermedad del corazón, lo cual ha tendido a deprimirme y a destruir mi fe y mi valor. El mensaje a los miembros de la iglesia de Laodicea no ha conseguido que se produzca ese fervoroso arrepentimiento entre el pueblo de Dios que yo esperaba ver, por lo cual he sentido gran incertidumbre. Debido a que la enfermedad que padecía avanzaba continuamente, pensé que moriría. No tenía deseos de vivir, por lo tanto no podía aferrarme de la fe y orar por mi recuperación. Con frecuencia cuando me retiraba en la noche, comprendía que corría el peligro de perder el aliento antes de la mañana. Encontrándome en esa condición, perdí el conocimiento a la medianoche. Mandaron a buscar a los hermanos Andrews y Loughborough, quienes oraron fervorosamente a Dios pidiendo mi restauración. Desaparecieron la depresión y el gran peso que sentía sobre mi corazón dolorido, y fui tomada en visión y vi las cosas que ahora presento ante vosotros.
Vi que Satanás había estado tratando de desanimarme y hacerme desesperar, de hacerme desear la muerte antes que la vida. Vi que no era la voluntad de Dios que yo dejara de trabajar y muriera, porque en ese caso triunfaría el enemigo de nuestra fe, y se entristecerían los corazones de los hijos de Dios. Vi que con frecuencia experimentaría angustia de espíritu y tendría que sufrir mucho, sin embargo se me hizo la promesa de que los que se encontraran a mi alrededor me animarían y ayudarían, y que mi ánimo y valor no fallarían durante los duros ataques del diablo.
Vi que el testimonio que se dio a la iglesia de Laodicea también se aplica al pueblo de Dios actual, y que la razón por la cual no ha podido efectuar una obra mayor es por la dureza de sus corazones. Pero Dios ha dado tiempo al mensaje para que efectúe su obra. El corazón debe ser purificado de los pecados que durante tanto tiempo han mantenido afuera a Jesús. Este solemne mensaje hará su obra. Cuando fue presentado por primera vez, indujo a un detenido examen de conciencia. El pueblo de Dios confesó sus pecados, y se despertó en todas partes. Casi todos creían que este mensaje concluiría con la predicación en alta voz del tercer ángel. Pero como no vieron efectuarse la poderosa obra en un corto tiempo, muchos perdieron el efecto del mensaje.
Vi que este mensaje no efectuaría su obra en el término de unos pocos meses. Ha sido dado para despertar al pueblo de Dios, para mostrarle sus yerros y para conducirlo a un fervoroso arrepentimiento, para que sea bendecido por la presencia de Jesús y esté preparado para la predicación en alta voz del tercer ángel. Debido a que este mensaje afectaba al corazón, conducía a una profunda humildad delante de Dios. Se enviaron ángeles en todas direcciones para preparar los corazones de los incrédulos a fin de que recibieran la verdad. La causa de Dios comenzó a crecer y el pueblo de Dios supo la posición que ocupaba. Si se hubiera obedecido el consejo del Testigo Fiel, Dios habría obrado con gran poder en favor de su pueblo. Sin embargo, los esfuerzos efectuados desde que se dio el mensaje han sido bendecidos por Dios, y como resultado, muchas almas han sido sacadas del error y las tinieblas para que se regocijen en la verdad.
Dios probará a los suyos. Jesús los soporta pacientemente, y no los vomita de su boca en un momento. Dijo el ángel: “Dios está pesando a su pueblo”. Si el mensaje hubiese sido de corta duración, como muchos de nosotros suponíamos, no habría habido tiempo para desarrollar el carácter. Muchos actuaron por sentimientos, no por principios y fe, y este mensaje solemne y temible, los conmovió. Obró en sus sentimientos y excitó sus temores, pero no realizó la obra que Dios quería que realizase. Dios lee el corazón. Para que sus hijos no se engañen a sí mismos, les da tiempo para que pase la excitación; luego los prueba para ver si quieren obedecer el consejo del Testigo Fiel.
Dios conduce a su pueblo paso a paso. Coloca a sus seguidores en diferentes situaciones a fin de que se manifieste lo que hay en el corazón. Algunos soportan ciertas pruebas, pero fracasan en otras. A medida que se avanza en este proceso, el corazón es probado un poco más severamente. Si los que profesan ser hijos de Dios encuentran que su corazón se opone a esta obra directa, deben convencerse de que tienen que hacer algo para vencer, si no quieren ser vomitados de la boca del Señor. Dijo el ángel: “Dios irá probando cada vez más de cerca a cada uno de sus hijos”. Algunos están dispuestos a aceptar un punto; pero cuando Dios los prueba en otro lo rehuyen y retroceden, porque hiere directamente algún ídolo suyo. Así tienen oportunidad de ver lo que hay en su corazón que los aisla de Jesús. Hay algo que aprecian más que la verdad y su corazón no está preparado para recibir a Jesús. Los individuos son probados durante cierto tiempo para ver si quieren sacrificar sus ídolos y escuchar el consejo del Testigo Fiel. Si alguno no quiere ser purificado por la obediencia de la verdad, y vencer su egoísmo, su orgullo y sus malas pasiones, los ángeles de Dios reciben este encargo: “Se han unido a sus ídolos, dejadlos”, y prosiguen con su obra, dejando en las manos de los malos ángeles a aquellos que no han subyugado sus rasgos pecaminosos. Los que resisten en cada punto, que soportan cada prueba y vencen a cualquier precio que sea, han escuchado el consejo del Testigo Fiel y recibirán la lluvia tardía, y estarán preparados para la traslación.
Dios somete a prueba a su pueblo en este mundo. Este es el lugar en el que debe prepararse para comparecer ante su presencia. Aquí en este mundo, en estos últimos días, la gente mostrará cuál es el poder que actúa en sus corazones y controla sus acciones. Si es el poder de la verdad divina, lo conducirá a realizar buenas obras. Elevará al que lo recibe, y le hará tener un corazón noble y ser generoso, como su divino Señor. Pero si los ángeles malignos controlan el corazón, eso se verá en diferentes formas. El fruto será egoísmo, codicia, orgullo y malas pasiones.
Vi que el pueblo de Dios no debía imitar las modas del mundo. Algunos lo han hecho, debido a lo cual están perdiendo rápidamente el carácter peculiar y santo que debiera distinguirlos como pueblo de Dios. Se me llamó la atención al antiguo pueblo de Dios y se me dijo que comparara su vestimenta con la moda imperante en estos últimos días. ¡Qué diferencia! ¡Qué cambio! Entonces las mujeres no eran tan atrevidas como ahora. Cuando se presentaban en público se cubrían la cara con un velo. En estos últimos días las modas son vergonzosas e inmodestas. La profecía se ha ocupado de ellas. Fueron introducidas por una clase de personas sobre las cuales Satanás tenía completo control, “los cuales después que perdieron toda sensibilidad (sin tener ninguna persuasión de parte del Espíritu de Dios), se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza”. Efesios 4:19. Si el profeso pueblo de Dios no se hubiera alejado tanto de él, actualmente existiría una marcada diferencia entre su vestimenta y la del mundo. Los sombreros pequeños que exponen la cara y la cabeza son un indicio de falta de modestia. Los aros utilizados para dar ruedo a los vestidos son una vergüenza. Los habitantes del mundo cada vez se tornan más corrompidos, de modo que la línea de distinción entre ellos y el Israel de Dios debe tornarse más evidente, porque en caso contrario la maldición que afecta a los mundanos también caerá sobre el profeso pueblo de Dios.
Se me llamó la atención a los siguientes pasajes bíblicos. Dijo el ángel: “Deben instruir al pueblo de Dios”. (1 Timoteo 2:9-10): “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad”. (1 Pedro 3:3-5): “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos”.
Dios está probando ahora a las personas jóvenes y a las de edad. Vosotros estáis decidiendo vuestro destino eterno. Vuestro orgullo, vuestro amor a las modas mundanas, vuestra conversación vana y frívola, vuestro egoísmo, son todos puestos en la balanza, y el mal pesa temiblemente contra vosotros. Sois pobres, y miserables, ciegos y desnudos. Mientras el mal aumenta y se arraiga profundamente, comienza a ahogar la buena simiente que ha sido sembrada en el corazón; y pronto las mismas palabras que se pronunciaron en el caso de la casa del sacerdote Elí también serán pronunciadas por los ángeles con respecto a vosotros. Vuestra iniquidad “no será expiada jamás, ni con sacrificios ni con ofrendas”. 1 Samuel 3:14. Muchas personas que vi se complacían a sí mismas pensando que eran buenos cristianos, pero en realidad no habían recibido ni un solo rayo de luz procedente de Jesús. No saben en qué consiste ser renovados por la gracia de Dios. Carecen de experiencia propia eficaz en las cosas de Dios. Y vi que el Señor le estaba sacando filo a su espada en el cielo para segarlos. ¡Ojalá que toda persona que profesa tibiamente su creencia pudiese comprender la obra de limpieza que Dios está por realizar entre su pueblo profeso! Estimados amigos, no os engañéis acerca de vuestra condición. No podéis engañar a Dios. Dice el Testigo Fiel: “Conozco tus obras”. Apocalipsis 3:1. El tercer ángel está conduciendo a un pueblo paso a paso cada vez más arriba. A cada paso será probado.
El plan de la dadivosidad sistemática* está agradando a Dios. Se me llamó la atención a los días de los apóstoles, y vi que Dios había trazado el plan mediante el descenso de su Espíritu Santo, y que por medio del espíritu de profecía había instruido a su pueblo con respecto al sistema de dadivosidad. Todos debían participar en esta obra de compartir sus cosas materiales con los que les suministraban las cosas espirituales. También se les enseñó que las viudas y los huérfanos tenían derecho a su caridad. Se dice que la religión pura y sin mancha consiste en visitar a las viudas y a los huérfanos en su aflicción, y en mantenerse sin contaminación del mundo. Vi que esto no significaba solamente simpatizar con ellos empleando palabras de consuelo en su aflicción, sino además en ayudarles si era necesario, con nuestros recursos. Los hombres y las mujeres jóvenes a quienes Dios ha concedido salud pueden obtener una gran bendición ayudando a las viudas y a los huérfanos en su necesidad. Vi que Dios requiere que los jóvenes se sacrifiquen más por el bien de otros. El exige más de ellos que lo que están dispuestos a llevar a cabo. Si no se contaminan con el mundo, si dejan de seguir las modas, y si dejan de lado los artículos inútiles adquiridos por los amantes del placer para complacer su orgullo, y si en cambio comparten sus recursos con personas dignas que padecen aflicción, y si dan para sustentar la causa, tendrán la aprobación del que dice: “Yo conozco tus obras”. Apocalipsis 2:2.
En el cielo reina el orden y Dios se complace por los esfuerzos que su pueblo efectúa para avanzar con orden y sistema en su obra aquí en la tierra. Vi que debía existir orden en su iglesia y que se necesitaba sistema y organización para llevar a cabo con éxito la proclamación del último gran mensaje de misericordia al mundo. Dios está guiando a su pueblo en el plan de la dadivosidad sistemática, y este es precisamente uno de los puntos que Dios está enseñando a su pueblo, que afectará muy de cerca a algunos. Para ellos esto es lo mismo que cortar el brazo derecho y arrancar el ojo derecho, mientras que para otros constituye un gran alivio. Para las almas nobles y generosas, las exigencias que se les imponen parecen muy pequeñas, de modo que no se conforman con hacer tan poco. Algunos tienen abundantes posesiones, y si apartan algo con propósitos caritativos en lo que Dios los ha prosperado, la ofrenda les parece una gran suma. El corazón egoísta se aferra lo mismo a una ofrenda pequeña que a una abundante, y considera muy grande una suma que realmente es reducida.
Se me llamó la atención al comienzo de esta última obra. Entonces algunas personas que amaban la verdad podían hablar continuamente de sacrificios. Dedicaron mucho a la causa de Dios, para enviar la verdad a otros. Han enviado su tesoro de antemano al cielo. Hermanos, vosotros que habéis recibido la verdad en un período posterior, y que tenéis cuantiosas posesiones, Dios os ha llamado al campo, no solamente para que disfrutéis de la verdad, sino también para que ayudéis con vuestros bienes a llevar adelante esta gran obra. Y si os interesáis en esta obra avanzaréis e invertiréis en ella una parte de vuestros bienes, para que otros puedan salvarse mediante vuestros esfuerzos, y así cosecharéis con ellos la recompensa final. Se han realizado grandes sacrificios y se han soportado privaciones para hacer brillar la verdad con clara luz delante de vosotros. Ahora Dios os llama, porque es vuestro turno de hacer grandes esfuerzos y sacrificaros a fin de colocar la verdad ante los que se encuentran en tinieblas. Dios requiere esto. Puesto que profesáis creer la verdad, dejad que vuestras obras den testimonio de este hecho. Vuestra fe estará muerta a menos que la pongáis en acción. Ninguna otra cosa fuera de una fe activa os salvará de los terribles acontecimientos que están por sobrevenir.
Vi que ha llegado el tiempo cuando los que tienen cuantiosas posesiones deben actuar rápidamente. Es tiempo de que no sólo hagan provisión para la causa según Dios ahora los está prosperando, sino en la forma como los ha prosperado. Durante los días de los apóstoles se trazaron planes especiales para que algunos no estuvieran aliviados mientras otros estaban recargados. Se adoptaron las disposiciones necesarias para que todos participaran equitativamente en las cargas de la iglesia de Dios de acuerdo con sus habilidades. Dijo el ángel: “El hacha está puesta a la raíz de los árboles”. Mateo 3:10. Los que, como Judas, han confiado en los tesoros terrenales, se quejarán en la misma forma como él lo hizo. Su corazón codiciaba el costoso ungüento derramado sobre Jesús, y procuró ocultar su egoísmo bajo una piadosa consideración por los pobres: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?” Juan 12:5. El quería tener el perfume en su posesión, porque así no se derrocharía en el Salvador. El lo aplicaría a su uso personal y lo vendería para quedarse con el dinero. Valoraba a su Señor tan sólo lo suficiente para venderlo por treinta piezas de plata a hombres perversos. Así como Judas presentó a los pobres como una excusa de su egoísmo, así también hay cristianos profesos cuyos corazones son codiciosos, que procuran esconder su egoísmo detrás de una rectitud fingida. Afirman que al adoptar nosotros la dadivosidad sistemática estamos llegando a ser como las iglesias nominales. “No sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”. Mateo 6:3. Parecen tener el deseo escrupuloso de hacer exactamente lo que dice la Biblia, según ellos lo entienden, acerca de este asunto, pero descuidan completamente la clara amonestación de Cristo: “Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres”. Lucas 18:22.
“Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos”. Mateo 6:1. Algunos piensan que este pasaje enseña que deben mantener secretas sus obras de caridad. Y hacen muy poco, excusándose que no saben cómo dar. Pero Jesús hizo la siguiente declaración a sus discípulos: “Cuando, pues, des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa”. Mateo 6:2. Dieron para ser considerados nobles y generosos. Recibieron alabanzas humanas, y Jesús dijo a sus discípulos que ésa era la única recompensa que tendrían. En el caso de muchos, la mano izquierda no sabe lo que hace la derecha, porque la mano derecha no hace nada digno de ser notado por la izquierda. Esta lección dada por Jesús a sus discípulos tenía el propósito de reprender a los que deseaban recibir gloria de los seres humanos. Distribuían su dinero en lugares públicos; y antes de hacerlo, anunciaban públicamente su generosidad con la gente; y muchos daban grandes sumas únicamente para que su nombre fuera exaltado por los demás. Y los recursos que daban en esta forma con frecuencia habían sido extorsionados de los demás, oprimiendo a sus obreros al no darles una justa paga y agobiando a los pobres.
Vi que este pasaje bíblico no se aplica a los que tienen en su corazón la causa de Dios y que utilizan humildemente sus medios para hacerla avanzar. Se me llamó la atención a estos pasajes: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16. “Por sus frutos los conoceréis”. Mateo 7:16. Se me mostró que encontrará armonía en el testimonio de la Escritura cuando se lo comprenda correctamente. Las buenas obras de los hijos de Dios constituyen la predicación más eficaz que el incrédulo pueda recibir. Piensa que deben existir poderosos motivos que impulsan al cristiano a negarse a sí mismo y a emplear sus posesiones para tratar de salvar a sus semejantes. Esto es diferente del espíritu que anima al mundo. Estos frutos testifican que quienes los poseen son cristianos genuinos. Estos cristianos aparecen extendiéndose siempre hacia arriba en procura de un tesoro imperecedero.
Con cada dádiva y ofrenda el donante debe tener ante sí un objeto adecuado, no para sostener a nadie en la ociosidad, no para ser visto por los hombres o para forjarse un nombre distinguido, sino para glorificar a Dios mediante el adelantamiento de su causa. Algunos efectúan cuantiosas donaciones a la causa de Dios mientras su hermano que es pobre puede estar sufriendo cerca de ellos, y ellos no hacen nada por socorrerlo. Los pequeños actos de bondad en favor de su hermano en forma secreta unirían sus corazones y serían anotados en el cielo. Vi que en sus precios y en sus sueldos, los ricos debieran establecer una diferencia entre los afligidos, las viudas y los pobres dignos. Pero sucede con frecuencia que los ricos toman ventaja de los pobres, obteniendo todo beneficio posible y extrayendo hasta el último centavo por cada favor. Todo queda escrito en el cielo. “Yo conozco tus obras”. Apocalipsis 3:15.
El mayor pecado que ahora existe en la iglesia es la codicia. Dios siente desagrado de su pueblo profeso debido a su egoísmo. Sus siervos han sacrificado su tiempo y sus fuerzas para llevarles la Palabra de vida, y muchos han mostrado por sus obras que la aprecian livianamente. Si en alguna ocasión pueden ayudar al siervo de Dios, a veces lo hacen; pero con frecuencia se muestran indiferentes y hacen sólo poco por él. Cuando emplean a un obrero le pagan tiempo completo. Pero no sucede lo mismo con el siervo de Dios que trabaja con sacrificio. Trabaja por ellos en palabra y doctrina; lleva la pesada carga de la obra en su alma; muestra pacientemente mediante la Palabra de Dios los peligrosos errores que dañan el alma; destaca la necesidad de arrancar inmediatamente la cizaña que está ahogando la buena simiente sembrada; extrae de la fuente inagotable de la Palabra de Dios cosas nuevas y viejas para alimentar el rebaño de Dios. Todos reconocen que han recibido beneficio, pero la maleza venenosa, la codicia, se encuentra arraigada tan profundamente que dejan que el siervo de Dios se retire sin haberlo ayudado a satisfacer sus necesidades temporales. Han apreciado su trabajo agotador a la altura mostrada por sus propios actos. El Testigo fiel dice: “Yo conozco tus obras”.
Vi que los siervos de Dios no se encuentran fuera del alcance de las tentaciones de Satanás. Con frecuencia son intensamente atacados por el enemigo, por lo que tienen que pelear una dura batalla. Si pudieran ser aliviados de su comisión, trabajarían gustosamente con sus manos. Sus hermanos necesitan su trabajo; pero cuando ven que éste es apreciado tan livianamente, se oprimen. Sí es verdad que contemplan al final para recibir su verdadera recompensa, y eso los anima; pero su familia debe recibir alimento y vestido. Su tiempo pertenece a la iglesia de Dios, de modo que no lo tienen a su disposición. Sacrifican la compañía de su familia para beneficiar a otros, y sin embargo algunos que reciben beneficio de su trabajo son indiferentes a las necesidades del obrero. Vi que hacer esto era tratar con injusticia a los obreros y engañarse a uno mismo. Las personas que actúan en esta forma piensan que son aprobadas por Dios, cuando en realidad él desprecia su egoísmo. No sólo estas personas egoístas serán llamadas a rendir cuenta delante de Dios por el uso que han hecho del dinero de su Señor, sino también por toda la depresión y angustia que han acarreado sobre los siervos escogidos de Dios, lo cual ha estorbado sus esfuerzos; todo esto será inscrito en la cuenta de los mayordomos infieles.
El Testigo fiel declara: “Yo conozco tus obras”. El corazón egoísta y codicioso será probado. Algunos no están dispuestos a dedicar a Dios ni una pequeña porción de las ganancias obtenidas mediante su tesoro terrenal. Se alejarían horrorizados si uno les hablara de su capital. ¿Qué han sacrificado por Dios? Nada. Profesan creer que Jesús está por venir, pero sus obras niegan su fe. Cada uno vivirá su fe. Creyente de falso corazón, Jesús conoce tus obras. Detesta tus ofrendas mezquinas y tus sacrificios defectuosos. 1TI 180.1
Testimonios para la Iglesia, Tomo 1, pp. 171-180.
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