martes, 27 de enero de 2009
El ecumenismo bíblico ¿un camino más expedito?
Harold Segura C., Costa Rica
Acostumbro visitar con cierta frecuencia algunas de las mejores librerías de la ciudad donde vivo (San José, Costa Rica). Siendo que no son muchas —lo digo comparándola con otras ciudades como Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá— el recorrido no me toma mucho tiempo y lo hago cada ocho o quince días. Voy para ver las novedades editoriales y sentir el olor a papel fresco. A veces compro algo, pero la mayoría de veces sólo voy para ver, sentir el aroma y saber qué hay de nuevo. Así no más. Es un placer que recomiendo.
Hace dos semanas, en mi usual periplo, visité la librería teológica más importante que tenemos en la ciudad (la verdad sea dicha, es la única que merece el título). Es una librería católica —casi siempre es así— cuyo gerente es un colombiano con quien comparto, además de la nacionalidad, el cariño por los libros. «Harold», me dijo con la picardía del vendedor, «acabo de regresar de Madrid, de la Feria del Libro, y te traje algo que te va a gustar». Entonces sacó de su valija recién desempacada una Biblia de tapa roja publicada en un proyecto conjunto por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), la Editorial Verbo Divino (EVD) y las Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). ¡Gran sorpresa! Su título: Biblia interconfesional. Pero la sorpresa fue aún más grata cuando vi que la presentación estaba escrita por Samuel Escobar, el teólogo bautista peruano —amigo y maestro— quien desde hace varios años reside en Valencia, España. Su firma aparece como Presidente Honorario de las Sociedades Bíblicas Unidas junto a la del Obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española. En su texto celebran la publicación, tanto por el obvio sentido pastoral que tiene la difusión de la Biblia como por ser un testimonio de la unidad cristiana. Dicen así sus presentadores:
Esta Biblia interconfesional es, pues, el fruto de un largo proceso de confluencia y de encuentro precisamente en la Palabra de Dios; y por esto mismo, un hecho relevante en el curso de las relaciones ecuménicas actuales, particularmente del diálogo teológico, que no ha de pasar inadvertido para cuantos sienten en su interior el anhelo de la unidad de los cristianos, tan indispensable para que crezca y se difunda en la Humanidad de nuestro tiempo el Reino de Dios predicado por Jesucristo y que llegó a los hombres en su propia persona.1
Esta publicación es una fina muestra de los avances del llamado ecumenismo bíblico (dicho sea de paso, en uno de los países donde el ecumenismo no ha sido virtud sobresaliente). Es el resultado de un encuentro en la Palabra de Dios. Bien dicho, porque es en esa Palabra y alrededor de ella que florece la unidad; allí donde se lee con reverencia, se celebra con fe y se vive con intensidad.
Acerca de este particular se pronunció el Cardenal Walter Kasper en una intervención In Scriptis (no pronunciada en el Aula) enviada al pasado Sínodo de Obispos (XII Asamblea General Ordinario) reunidos en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008. El lema del Sínodo, de por sí, llama nuestra atención: «La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia». Dijo el Cardenal que la Biblia es el principal instrumento de diálogo ecuménico y que no hay nada que una más a las iglesias y a las comunidades cristianas como lo hace la Biblia. En el resumen publicado por la Santa Sede, el Cardenal afirma que:
A pesar de todas las tristes divisiones en la historia de la Iglesia, la Palabra de Dios, de la que se da testimonio sobre todo en la Sagrada Escritura, sigue siendo una herencia común; ninguna otra cosa une a las iglesias y comunidades cristianas como lo hace la Biblia. Ella es realmente el vínculo ecuménico por excelencia. Por esta razón, la Biblia es la base del diálogo ecuménico y el instrumento principal del diálogo ecuménico, tanto en su aspecto doctrinal como en el espiritual y pastoral. La común Lectio Divina es, por lo tanto, el método ecuménico privilegiado. En las últimas décadas, este diálogo ha dado muchos frutos positivos. Como cristianos no podemos ver sólo los abusos. Antes tenemos que estar agradecidos por todo lo que el Espíritu de Dios ha realizado para una reconciliación de los cristianos, que no es poco. Estamos agradecidos por ello y fomentamos la obra ecuménica, que según el Concilio Vaticano II, es un impulso del Espíritu y – como esperamos – el astillero de la Iglesia del futuro2.
Afirmaciones que cobran importancia si tenemos en cuenta que proceden de la pluma del Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; el mismo que estuvo presente en diciembre de 2001 en el Seminario Internacional Teológico Bautista, de Buenos Aires, para continuar los diálogos fraternos entre la Iglesia Católica y la Alianza Mundial Bautista.3 Durante sus siete años como presidente del Consejo (fue elegido el 3 de marzo de 2001) ha promovido un ecumenismo fundamentado en la Biblia, centralizado en Jesucristo y animado por el principio de la comunión entre los que nos confesamos cristianos (dicho sea de paso la comunión cristiana fue el tema que desarrolló en aquella ocasión en Buenos Aires). Es un Cardenal con el que el diálogo ha fluido más fácilmente, sobre todo porque ha sentado bases más seguras para la unidad. Digo bases más seguras para referirme a la Biblia, a la oración y a la cooperación en los esfuerzos de evangelización integral. Por lo menos son fundamentos con los cuáles el protestantismo evangélico se siente en casa.
El mismo cardenal Kasper publicó en el año 2007 un libro con un título sugerente: «Ecumenismo espiritual. Una guía práctica». Me parece sugerente tanto por el título como por el subtítulo; tanto por lo de espiritual como por lo de práctico; ¿no les parece? Es un cambio de tono si se recuerda que cierto ecumenismo tradicional quiso avanzar por los esquivos y sinuosos caminos de la unidad estructural y doctrinal y que, por esa vía, se tornó poco práctico4. Pero ahora el Cardenal confirma que «la obra ecuménica —que hunde sus raíces en los fundamentos de la espiritualidad cristiana—, tiene necesidad de algo más que la diplomacia eclesial, diálogo académico, compromiso social y colaboración pastoral»5 y sin vacilaciones opta por una propuesta que despeja el camino; es un ecumenismo cimentado en la espiritualidad cristiana, de raigambre bíblica y orientado a la misión (diaconía y testimonio):
Una espiritualidad ecuménica legítima será por lo tanto en primer lugar una espiritualidad bíblica y recibirá un influjo en la lectura común de las escrituras y en el estudio común de la Biblia […] Ella se empapará del seguimiento de Jesús y continuará buscando el rostro de Cristo […] Tal espiritualidad se revela en aquello que Pablo define como los dones del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, dulzura, templanza (Gal 5, 22)6.
Palabras que se acompañan de un «recetario» de prácticas como la lectura y la meditación de las Escrituras en pequeños grupos, el estudio bíblico, la publicación de comentarios bíblicos, la organización de cursos bíblicos orientados por líderes de diferentes comunidades cristianas y la traducción y edición de Biblias interconfesionales.
Si, como se reconoce de manera oficial, el diálogo ecuménico «se había encallado»7, resta saludar ahora el nuevo espíritu que lo anima (sin caer en innecesarios y cándidos optimismos) y decidirse a caminar por un sendero que se ha hecho más expedito. Es una historia que está por hacerse: la de un nuevo ecumenismo centrado en Jesús como Señor y Maestro (no en los resabios de las instituciones eclesiásticas), animado por el Espíritu Santo que da vida (no en los achaques del tradicionalismo religioso) y encaminado a cumplir la voluntad del único que es Padre de todos… «para que todos sean uno» (Jn 17:21).
El ecumenismo bíblico ¿un camino más expedito?
Harold Segura C., Costa Rica
Acostumbro visitar con cierta frecuencia algunas de las mejores librerías de la ciudad donde vivo (San José, Costa Rica). Siendo que no son muchas —lo digo comparándola con otras ciudades como Buenos Aires, Ciudad de México o Bogotá— el recorrido no me toma mucho tiempo y lo hago cada ocho o quince días. Voy para ver las novedades editoriales y sentir el olor a papel fresco. A veces compro algo, pero la mayoría de veces sólo voy para ver, sentir el aroma y saber qué hay de nuevo. Así no más. Es un placer que recomiendo.
Hace dos semanas, en mi usual periplo, visité la librería teológica más importante que tenemos en la ciudad (la verdad sea dicha, es la única que merece el título). Es una librería católica —casi siempre es así— cuyo gerente es un colombiano con quien comparto, además de la nacionalidad, el cariño por los libros. «Harold», me dijo con la picardía del vendedor, «acabo de regresar de Madrid, de la Feria del Libro, y te traje algo que te va a gustar». Entonces sacó de su valija recién desempacada una Biblia de tapa roja publicada en un proyecto conjunto por la Biblioteca de Autores Cristianos (BAC), la Editorial Verbo Divino (EVD) y las Sociedades Bíblicas Unidas (SBU). ¡Gran sorpresa! Su título: Biblia interconfesional. Pero la sorpresa fue aún más grata cuando vi que la presentación estaba escrita por Samuel Escobar, el teólogo bautista peruano —amigo y maestro— quien desde hace varios años reside en Valencia, España. Su firma aparece como Presidente Honorario de las Sociedades Bíblicas Unidas junto a la del Obispo de Almería y Presidente de la Comisión Episcopal de Relaciones Interconfesionales de la Conferencia Episcopal Española. En su texto celebran la publicación, tanto por el obvio sentido pastoral que tiene la difusión de la Biblia como por ser un testimonio de la unidad cristiana. Dicen así sus presentadores:
Esta Biblia interconfesional es, pues, el fruto de un largo proceso de confluencia y de encuentro precisamente en la Palabra de Dios; y por esto mismo, un hecho relevante en el curso de las relaciones ecuménicas actuales, particularmente del diálogo teológico, que no ha de pasar inadvertido para cuantos sienten en su interior el anhelo de la unidad de los cristianos, tan indispensable para que crezca y se difunda en la Humanidad de nuestro tiempo el Reino de Dios predicado por Jesucristo y que llegó a los hombres en su propia persona.1
Esta publicación es una fina muestra de los avances del llamado ecumenismo bíblico (dicho sea de paso, en uno de los países donde el ecumenismo no ha sido virtud sobresaliente). Es el resultado de un encuentro en la Palabra de Dios. Bien dicho, porque es en esa Palabra y alrededor de ella que florece la unidad; allí donde se lee con reverencia, se celebra con fe y se vive con intensidad.
Acerca de este particular se pronunció el Cardenal Walter Kasper en una intervención In Scriptis (no pronunciada en el Aula) enviada al pasado Sínodo de Obispos (XII Asamblea General Ordinario) reunidos en el Vaticano del 5 al 26 de octubre de 2008. El lema del Sínodo, de por sí, llama nuestra atención: «La Palabra de Dios en la vida y en la misión de la Iglesia». Dijo el Cardenal que la Biblia es el principal instrumento de diálogo ecuménico y que no hay nada que una más a las iglesias y a las comunidades cristianas como lo hace la Biblia. En el resumen publicado por la Santa Sede, el Cardenal afirma que:
A pesar de todas las tristes divisiones en la historia de la Iglesia, la Palabra de Dios, de la que se da testimonio sobre todo en la Sagrada Escritura, sigue siendo una herencia común; ninguna otra cosa une a las iglesias y comunidades cristianas como lo hace la Biblia. Ella es realmente el vínculo ecuménico por excelencia. Por esta razón, la Biblia es la base del diálogo ecuménico y el instrumento principal del diálogo ecuménico, tanto en su aspecto doctrinal como en el espiritual y pastoral. La común Lectio Divina es, por lo tanto, el método ecuménico privilegiado. En las últimas décadas, este diálogo ha dado muchos frutos positivos. Como cristianos no podemos ver sólo los abusos. Antes tenemos que estar agradecidos por todo lo que el Espíritu de Dios ha realizado para una reconciliación de los cristianos, que no es poco. Estamos agradecidos por ello y fomentamos la obra ecuménica, que según el Concilio Vaticano II, es un impulso del Espíritu y – como esperamos – el astillero de la Iglesia del futuro2.
Afirmaciones que cobran importancia si tenemos en cuenta que proceden de la pluma del Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos; el mismo que estuvo presente en diciembre de 2001 en el Seminario Internacional Teológico Bautista, de Buenos Aires, para continuar los diálogos fraternos entre la Iglesia Católica y la Alianza Mundial Bautista.3 Durante sus siete años como presidente del Consejo (fue elegido el 3 de marzo de 2001) ha promovido un ecumenismo fundamentado en la Biblia, centralizado en Jesucristo y animado por el principio de la comunión entre los que nos confesamos cristianos (dicho sea de paso la comunión cristiana fue el tema que desarrolló en aquella ocasión en Buenos Aires). Es un Cardenal con el que el diálogo ha fluido más fácilmente, sobre todo porque ha sentado bases más seguras para la unidad. Digo bases más seguras para referirme a la Biblia, a la oración y a la cooperación en los esfuerzos de evangelización integral. Por lo menos son fundamentos con los cuáles el protestantismo evangélico se siente en casa.
El mismo cardenal Kasper publicó en el año 2007 un libro con un título sugerente: «Ecumenismo espiritual. Una guía práctica». Me parece sugerente tanto por el título como por el subtítulo; tanto por lo de espiritual como por lo de práctico; ¿no les parece? Es un cambio de tono si se recuerda que cierto ecumenismo tradicional quiso avanzar por los esquivos y sinuosos caminos de la unidad estructural y doctrinal y que, por esa vía, se tornó poco práctico4. Pero ahora el Cardenal confirma que «la obra ecuménica —que hunde sus raíces en los fundamentos de la espiritualidad cristiana—, tiene necesidad de algo más que la diplomacia eclesial, diálogo académico, compromiso social y colaboración pastoral»5 y sin vacilaciones opta por una propuesta que despeja el camino; es un ecumenismo cimentado en la espiritualidad cristiana, de raigambre bíblica y orientado a la misión (diaconía y testimonio):
Una espiritualidad ecuménica legítima será por lo tanto en primer lugar una espiritualidad bíblica y recibirá un influjo en la lectura común de las escrituras y en el estudio común de la Biblia […] Ella se empapará del seguimiento de Jesús y continuará buscando el rostro de Cristo […] Tal espiritualidad se revela en aquello que Pablo define como los dones del Espíritu: caridad, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, dulzura, templanza (Gal 5, 22)6.
Palabras que se acompañan de un «recetario» de prácticas como la lectura y la meditación de las Escrituras en pequeños grupos, el estudio bíblico, la publicación de comentarios bíblicos, la organización de cursos bíblicos orientados por líderes de diferentes comunidades cristianas y la traducción y edición de Biblias interconfesionales.
Si, como se reconoce de manera oficial, el diálogo ecuménico «se había encallado»7, resta saludar ahora el nuevo espíritu que lo anima (sin caer en innecesarios y cándidos optimismos) y decidirse a caminar por un sendero que se ha hecho más expedito. Es una historia que está por hacerse: la de un nuevo ecumenismo centrado en Jesús como Señor y Maestro (no en los resabios de las instituciones eclesiásticas), animado por el Espíritu Santo que da vida (no en los achaques del tradicionalismo religioso) y encaminado a cumplir la voluntad del único que es Padre de todos… «para que todos sean uno» (Jn 17:21).
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1 http://www.verbodivino.es/documentos/PrimerCapituloPDF/2174.pdf
2 http://www.vatican.va/news_services/press/sinodo/documents/bollettino_22_xii-ordinaria-2008/04_spagnolo/b32_04.html
3 Los participantes por Latinoamérica fueron: Nancy Bedford (Argentina), Josué Fonseca (Chile), Amparo de Medina (Colombia), Raúl Scialabba (Argentina), Paul Eustache (Venezuela), Alberto Prokopchuk (Argentina), Nilton do Amaral Fannini (Brasil), Tomas Mackey (Argentina), Carlos Villanueva (Argentina) y Harold Segura (Colombia).
4 El Pontificio Consejo para la promoción de la Unidad de los cristianos, PCPUC, orientado por el cardenal Kasper, en su sesión plenaria de noviembre de 2006, se reunió bajo el lema «El ecumenismo en vía de transformación». Hubo en esa ocasión una clara consciencia de que el diálogo ecuménico «se había encallado».
5 Walter Kasper, Ecumenismo espiritual. Una guía práctica, Editorial CLIE-Verbo Divino, Barcelona-Navarra, 2007, p. 17.
6 Ibid, pp. 114-115.
7 Ibid, p. 101.