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EL MUNDO › EL PROXIMO DOMINGO EL PAPA TENDRA UNA REUNION PRIVADA CON EL PRESIDENTE CUBANO EN UN CLIMA DE CONFIANZA
Con su visita a Roma, el líder cubano ratifica lo expresado en varias ocasiones cuando, de manera explícita, agradeció los buenos oficios del Papa para lograr el descongelamiento de las relaciones con Estados Unidos.
Por Washington Uranga
“Milagro”, decía el título principal de la portada de Página/12 el 20 de noviembre de 1996 acompañando una foto del apretón de manos entre Juan Pablo II y Fidel Castro. “Cayó otro muro. El Papa recibió a Fidel en el Vaticano y aceptó viajar a Cuba el año que viene”, agregaba el titular. Entonces el mundo se admiraba de un hecho político tan trascendente como inusitado. El deshielo de las relaciones había comenzado en 1986 con el I Encuentro Nacional Eclesial Cubano y los posteriores viajes diplomáticos entre La Habana y el Vaticano.
El próximo domingo, el presidente de Cuba, Raúl Castro, será recibido “en forma estrictamente privada” por el actual papa, Francisco. Aquel encuentro entre Karol Wojtyla y Fidel fue un hecho político de magnitud, minuciosamente estudiado por los interlocutores, midiendo cada gesto y cada movimiento. La reunión del domingo entre Raúl y Bergoglio se da en un clima mucho más distendido, de mayor confianza entre las partes, abonado sin duda por las exitosas gestiones que Francisco hizo para lograr el acercamiento entre el gobierno de la isla caribeña y Estados Unidos. Pero tiene también una enorme trascendencia política tanto para Cuba como para el Vaticano.
Con su visita a Roma el presidente cubano produce un gesto político que ratifica lo expresado en varias ocasiones cuando, de manera explícita, agradeció los buenos oficios del Papa para lograr el descongelamiento de las relaciones con Estados Unidos. El gobierno cubano está agradecido pero, al mismo tiempo, quiere que Francisco siga colaborando en la misma línea. Faltan muchos pasos todavía para la efectiva normalización de las relaciones, para que caigan todas las barreras y las agresiones que durante años Estados Unidos construyó en contra de la Revolución Cubana. Cuba quiere marchar de la forma más acelerada hacia relaciones igualitarias con Estados Unidos y reconoce que Francisco es un garante indispensable de ese proceso. El peso simbólico y la autoridad moral que tiene el Papa pueden poner freno a pretensiones basadas en el mayor poderío de la primera potencia del mundo.
Pero también se está abriendo otro capítulo en la vida política, cultural y religiosa de los cubanos. Francisco hizo un gesto más. Visitará Cuba en septiembre próximo, antes de pasar a Estados Unidos. Y si bien Juan Pablo II ya estuvo en la isla en 1998 y Benedicto XVI en 2012, ninguno de estos pontífices había tenido señales tan claras y directas en favor de Cuba como las ha tenido el actual papa. También por ello en Cuba se respira un clima diferente en la relación entre la Iglesia Católica y el gobierno, sobre todo teniendo en cuenta que hubo tiempos de mucha tensión y desconfianza mutua. La visita de Francisco, anticipan las fuentes oficiales del gobierno cubano, será un acontecimiento político-religioso muy importante y de gran masividad. La Iglesia y el gobierno revolucionario tendrán que acostumbrarse a un nuevo modo de relación, a otras formas de convivencia más cercanas al diálogo y a la cooperación que en períodos anteriores.
Si el escenario de la vida cubana en todos los niveles se verá claramente afectado por el nuevo contexto del diálogo entre La Habana y Washington, el capítulo religioso es una dimensión a tener en cuenta en ese marco. El pueblo cubano es culturalmente religioso y lo ha seguido siendo a pesar del ateísmo proclamado por la revolución. Pero si bien esa religiosidad sigue marcada por huellas del catolicismo, hoy se expresa de manera sincrética en distintas manifestaciones. Francisco no desestima el valor político de su viaje, pero intenta también con su visita reforzar la Iglesia Católica cubana, recuperar feligresía e impulsar a los católicos a participar activamente en la vida política, social y cultural de la isla. Porque así lo considera en la coyuntura, pero también porque ésa es la mirada que el Papa tiene sobre la presencia de los laicos católicos en la sociedad contemporánea.
Para Jorge Bergoglio el viaje a Cuba y luego a Estados Unidos –donde también hablará en Naciones Unidas– forma parte de su estrategia política internacional y de su instalación como un líder que es referente no sólo para los asuntos religiosos, sino también activo protagonista para colaborar en la superación de los conflictos políticos, los diferendos y las guerras en cualquier lugar del mundo. Así lo ha demostrado desde que asumió el pontificado hace poco más de dos años.
Francisco está persuadido de que la Iglesia, las grandes religiones monoteístas y él como persona tienen un papel fundamental a jugar en favor de la paz mundial. Por eso se compromete en negociaciones, impulsa diálogos reservados, genera espacios de encuentro, aun con el riesgo de fracaso que ello conlleva. Sabe que el camino elegido entraña peligros y está dispuesto a correrlos. Pero también está convencido de que los frutos pueden ser muy importantes particularmente para la Iglesia Católica, para la revitalización de su imagen en la sociedad y el aumento de su incidencia. Hasta ahora el balance resulta positivo para Francisco, pero para ello ha tenido que imbuir a la diplomacia vaticana de su mirada de estratega político, la misma de la que ha hecho gala durante toda su trayectoria, antes en Argentina para la política interna y después en el Vaticano a nivel universal.
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