Jóvenes palestinos ensayan en el campo de refugiados de Aida para actuar durante la visita del Papa. / AP
Benedicto XVI inicia en Jordania una visita delicada y crucial, que le llevará a Israel y Cisjordania, con la pretensión de sanar heridas pero que está plagada de riesgos
08.05.09 -
ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
ENVIADO ESPECIAL. AMÁN
Benedicto XVI llega este mediodía a Amán, la capital de Jordania, y comienza el que seguramente es su viaje más complicado, intenso simbólicamente y denso de temas y problemas que ha realizado hasta la fecha. Permanecerá en el país árabe hasta el lunes y luego viajará a Israel, donde se quedará hasta el día 15, con un paréntesis de una visita a Belén, en el territorio ocupado de Cisjordania.
Oriente Próximo concentra las tres grandes religiones monoteístas y es un histórico avispero internacional, y Ratzinger deberá afrontar ambos frentes. Tendrá que moverse con extrema cautela, en un contexto en el que puede ser víctima de manipulaciones, y no podrán repetirse los errores de comunicación ni los deslices que ha padecido el Vaticano en los últimos tiempos. En un lugar tan resbaladizo, si se desplaza un milímetro de más romperá algo. Pero su intención es la contraria, reforzar lazos y amistades y llevar un mensaje de paz. De hecho, coge el avión a pesar de los que le aconsejaban aplazar el viaje tras el ataque israelí a Gaza o de los que presionaban para que fuera precisamente allí. El Papa tiene previstos 28 discursos.
La Santa Sede ha insistido en que se trata de un viaje exclusivamente religioso, pero sin salir de ese ámbito ya supone un escenario tortuoso, pues al margen de la visita a los Santos Lugares, el Papa estará cara a cara con el mundo judío, el musulmán y las otras confesiones cristianas. La Iglesia católica tiene asuntos candentes sobre la mesa con todos. Con el islam, la espina de la polémica del discurso de Ratisbona, de 2005, y el diálogo con los sectores más moderados, de los que Jordania es un símbolo, así como de la convivencia pacífica de religiones. De hecho se detiene tres días en este país frente a las 24 horas de Juan Pablo II.
Con los judíos pesa toda una estela de malentendidos recientes, desde la beatificación de Pío XII al 'caso Williamson', que entronca con las difíciles relaciones históricas y las negociaciones sobre las propiedades católicas y el régimen fiscal y jurídico de la Santa Sede en Tierra Santa.
Finalmente, con el Patriarcado en Jerusalén de la Iglesia ortodoxa, propietaria de muchos de los Santos Lugares, son seculares las disputas por la gestión, por ejemplo, del Santo Sepulcro o la basílica de la Natividad de Belén, desde el decreto otomano de 1852. La increíble pelea a puñetazos entre monjes grecoortodoxos y armenios ante la misma tumba de Cristo, el pasado noviembre, es una buena prueba. Benedicto XVI aspira a apaciguar los ánimos con este viaje a las raíces de la fe repleto de gestos: desde su segunda entrada a una mezquita en Amán -después de la primera en Estambul en 2006- a la visita a la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén o la oración en el Muro de las Lamentaciones.
Por último, no debe olvidarse, como está olvidada ella misma, que el Papa viaja sobre todo para confortar a la minoría cristiana que vive en estos países. Los católicos son 80.000 y el total de cristianos, tanto israelíes como palestinos, es de 150.000. El porcentaje ha bajado del 20% al 2% en cuatro décadas y están desapareciendo los enclaves cristianos palestinos, así como su influencia en la política local y la clase dirigente. Además, la emigración afecta sobre todo a la clase media.
Momento complejo
En el terreno político, el Pontífice aterriza en el conflicto en un complejo momento de transición, con la guerra en Gaza muy reciente, un nuevo Gobierno conservador israelí apenas instaurado y en vísperas de la visita del primer ministro, Benyamín Netanyahu, a Estados Unidos, con la Administración Obama dispuesta a imprimir un nuevo rumbo político. Jordania es precisamente un país clave en este tablero en su papel de interlocutor de Washington, como ha quedado patente en el último encuentro del rey Abdalá II con Obama. El Papa pasará de puntillas por la agenda geopolítica, pero no dejará de recordar el sufrimiento del pueblo palestino -visita un campo de refugiados en Belén-, su derecho a un propio Estado y la guerra en Irak. «Cada uno tiene un punto de vista propio y todos se preparan para acaparar la parte mejor de la visita que esta torta representa», ha señalado el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal, máxima autoridad católica en Tierra Santa. La preocupación por la seguridad, con el consejo de las autoridades israelíes, desoído por el Pontífice, de que renuncie al 'papamóvil', es otro aspecto más de esta tensión.
En el terreno político, el Pontífice aterriza en el conflicto en un complejo momento de transición, con la guerra en Gaza muy reciente, un nuevo Gobierno conservador israelí apenas instaurado y en vísperas de la visita del primer ministro, Benyamín Netanyahu, a Estados Unidos, con la Administración Obama dispuesta a imprimir un nuevo rumbo político. Jordania es precisamente un país clave en este tablero en su papel de interlocutor de Washington, como ha quedado patente en el último encuentro del rey Abdalá II con Obama. El Papa pasará de puntillas por la agenda geopolítica, pero no dejará de recordar el sufrimiento del pueblo palestino -visita un campo de refugiados en Belén-, su derecho a un propio Estado y la guerra en Irak. «Cada uno tiene un punto de vista propio y todos se preparan para acaparar la parte mejor de la visita que esta torta representa», ha señalado el patriarca latino de Jerusalén, Fuad Twal, máxima autoridad católica en Tierra Santa. La preocupación por la seguridad, con el consejo de las autoridades israelíes, desoído por el Pontífice, de que renuncie al 'papamóvil', es otro aspecto más de esta tensión.
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