Friday, February 17, 2012

LA ÚLTIMA VIGILIA



Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. (Mar. 13: 35, 36).

Se me mostró un grupo. . . Sus ojos estaban dirigidos hacia el cielo, y las palabras de su Maestro estaban en sus labios: "Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: Velad" (Mar. 13: 37). . . El Señor ha ordenado un receso antes de que amanezca plenamente. Pero no quiere que nadie dé lugar al cansancio, ni que abandone su ferviente vigilancia, debido a que la mañana no llega tan pronto como la esperaba. . .

Vi que es imposible que los afectos e intereses se entretejan con los cuidados de esta vida, que las posesiones terrenales sigan aumentando y que al mismo tiempo se pueda permanecer en actitud de espera y vigilancia, como el Señor lo ha ordenado. Dijo el ángel: "Sólo podrán lograr un mundo. Para conseguir el tesoro celestial, deben sacrificar el terrenal. No pueden poseer los dos mundos". . .

Vi que pasaba una vigilia tras otra. ¿Debiera disminuir la vigilancia por causa de eso? ¡Oh, no! Hay mayor necesidad de una alerta incesante ahora, porque disponemos de menos tiempo que cuando terminó la primera vigilia. . . Si velamos en forma constante en ese entonces, cuánto más necesitamos duplicar la vigilancia en esta segunda vela. La conclusión de ésta dará lugar a la tercera, y no tenemos excusa para disminuir nuestra vigilancia. La tercera vela implica una triple dedicación a la tarea. Si nos impacientamos ahora, perderemos todo el provecho de la vigilancia ferviente y perseverante que hemos sostenido hasta ahora. . .

Por medio de nuestra actitud vigilante, debemos demostrar que somos verdaderamente extranjeros y peregrinos en la tierra. La diferencia que existe entre los que aman al mundo y los que aman a Cristo es evidente e inconfundible. Mientras los mundanos se dedican con todo entusiasmo ambición a obtener el tesoro terrenal, los miembros del pueblo de Dios no se conforman al mundo, sino que manifiestan mediante su actitud fervorosa, vigilante y expectante, que han sido transformados; que su hogar no se encuentra en este mundo, sino que están buscando una patria mejor, es a saber, la celestial.


Maranata, p. 54.

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