Santiago Villa
5 Sep 2016 - 9:00 pm
Ha concluido la Cumbre del G20 en Hangzhou, China, en medio de un clima de fragmentación.
Por: Santiago Villa
"¿Por qué tienes que ver el lado negativo de las cosas?", protestó Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional, a un periodista durante su rueda de prensa, al terminar una Cumbre del G20 que no produjo grandes avances en los principales temas que se tratarían: desarrollo económico, migración, medio ambiente, comercio y lucha contra el terrorismo. Más que decisiones concertadas -algo difícil de lograr con un grupo de veinte países disímiles- hubo una sarta de adelantos en el marco de reuniones bilaterales, en especial con el país anfitrión: China.
Los líderes de las veinte economías más grandes del mundo se reunieron en Hangzhou, mientras en las solitarias avenidas no había casi rastro de los 9 millones de habitantes que tiene la capital de la provincia de Zhejiang. Esta ciudad, donde quedan las oficinas de Alibaba, el titán chino del comercio por internet y una de las empresas más grandes del país, ha sido durante estos días casi un pueblo fantasma.
Ha sido un año de transiciones para muchos de los países reunidos en Hangzhou. Brasil tuvo un cambio anticipado de presidencia; en Gran Bretaña, Theresa May es la nueva primera ministra luego de la victoria del SÍ en el referendo sobre el Brexit; el presidente de Turquía por poco es depuesto en un golpe de estado; Mariano Rajoy es jefe de estado de un gobierno español que todavía no termina de formarse, y Estados Unidos está en el último mes de su carrera electoral.
A pesar del consenso general entre los líderes con respecto a la importancia del desarrollo sostenible como tema de la cumbre, y de la necesidad de que el crecimiento mundial se distribuya más equitativamente entre los distintos países, el mensaje implícito de los líderes del G20 es que el mundo no tiene la estabilidad política para acordar grandes decisiones.
El símbolo político más claro de la actual fragmentación en el ámbito internacional es el voto para apoyar la salida del Reino Unido de la Unión Europea. El resultado más dramático es, sin duda, la falta de soluciones a la guerra civil en Siria y a la crisis de sus refugiados. Una reunión bilateral sobre este tema entre Barack Obama y Vladimir Putin terminó sin solución. Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, se quejó enfáticamente por la ausencia de resultados en este campo. Su propuesta de crear una franja de seguridad de 90 kilómetros por 40 kilómetros, y allí poder albergar a refugiados, fue recibida con interés, pero sin entusiasmo. En una rueda de prensa también expresó su disgusto con que en los países occidentales hubiera un tono de racismo a la crisis de los refugiados.
Así que a pesar de las bellas palabras en los discursos, es un momento de poca claridad para solucionar los problemas políticos más apremiantes. Quizás en un año, con menos turbulencias, el mundo esté para afrontarlos con la decisión necesaria. Entretanto Siria seguirá en su desangre, y el caudal de refugiados no se detendrá. Es difícil, en este contexto, ver el lado positivo de las cosas.
Pero para no terminar esta columna en un tono oscuro, hay un avance digno de resaltar: Estados Unidos y China acordaron unirse al Acuerdo de París para el cambio climático. Es un paso necesario y la buena noticia de la jornada.
Twitter: @santiagovillach
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