24 de Septiembre
Aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá. Marcos 13:19.
El tiempo de angustia cual nunca fue está próximo a caer sobre nosotros; y necesitaremos una experiencia que ahora no tenemos, y que muchos no se preocupan por obtener. A menudo ocurre que la angustia es mayor en la imaginación que en la realidad; pero no será así en la crisis que tenemos por delante. La descripción más vívida no logra dar idea de la magnitud de la prueba. Y ahora, mientras el precioso Salvador está haciendo una obra de expiación por nosotros, debemos procurar ser perfectos en Cristo. La providencia de Dios es la escuela en la que debemos aprender acerca de la mansedumbre y el amor de Jesús. Continuamente el Señor pone ante nosotros, no los caminos plácidos y fáciles que habríamos elegido, sino el verdadero propósito de la vida. Nadie puede descuidar o diferir esta obra sin poner su alma en el más terrible peligro.
El apóstol Juan oyó en visión una potente voz en el cielo que exclamaba: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. Apocalipsis 12:12. Temibles son las escenas invocadas por esta exclamación de la voz celestial. La ira de Satanás aumenta a medida que su tiempo se acorta, y su obra de engaño y destrucción alcanza su culminación durante el tiempo de angustia. La longanimidad de Dios ha terminado. El mundo ha rechazado su misericordia, ha despreciado su amor y ha pisoteado su ley. Los pecadores han rebasado el límite del tiempo de gracia que les fue concedido, y el Señor les retira su protección, y los deja a merced del líder que han elegido. Satanás ejercerá su poder sobre todos los que se hayan entregado a su dominio, y sumergirá a los habitantes de la Tierra en una gran angustia final. Cuando los ángeles de Dios dejen de retener los fieros vientos de las pasiones humanas, se desatarán todos los elementos de contienda. El mundo entero se verá envuelto en una ruina más terrible que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén.—SP, 440, 441.
[Pero] Satanás, con toda la hueste del mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios.—La Historia de Profetas y Reyes, 376.
Aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá. Marcos 13:19.
El tiempo de angustia cual nunca fue está próximo a caer sobre nosotros; y necesitaremos una experiencia que ahora no tenemos, y que muchos no se preocupan por obtener. A menudo ocurre que la angustia es mayor en la imaginación que en la realidad; pero no será así en la crisis que tenemos por delante. La descripción más vívida no logra dar idea de la magnitud de la prueba. Y ahora, mientras el precioso Salvador está haciendo una obra de expiación por nosotros, debemos procurar ser perfectos en Cristo. La providencia de Dios es la escuela en la que debemos aprender acerca de la mansedumbre y el amor de Jesús. Continuamente el Señor pone ante nosotros, no los caminos plácidos y fáciles que habríamos elegido, sino el verdadero propósito de la vida. Nadie puede descuidar o diferir esta obra sin poner su alma en el más terrible peligro.
El apóstol Juan oyó en visión una potente voz en el cielo que exclamaba: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! Porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo”. Apocalipsis 12:12. Temibles son las escenas invocadas por esta exclamación de la voz celestial. La ira de Satanás aumenta a medida que su tiempo se acorta, y su obra de engaño y destrucción alcanza su culminación durante el tiempo de angustia. La longanimidad de Dios ha terminado. El mundo ha rechazado su misericordia, ha despreciado su amor y ha pisoteado su ley. Los pecadores han rebasado el límite del tiempo de gracia que les fue concedido, y el Señor les retira su protección, y los deja a merced del líder que han elegido. Satanás ejercerá su poder sobre todos los que se hayan entregado a su dominio, y sumergirá a los habitantes de la Tierra en una gran angustia final. Cuando los ángeles de Dios dejen de retener los fieros vientos de las pasiones humanas, se desatarán todos los elementos de contienda. El mundo entero se verá envuelto en una ruina más terrible que la que cayó antiguamente sobre Jerusalén.—SP, 440, 441.
[Pero] Satanás, con toda la hueste del mal, no puede destruir al más débil de los santos de Dios.—La Historia de Profetas y Reyes, 376.
Maranata: El Señor Viene, p.283.
No comments:
Post a Comment