Por Carlos Esteban | 30 mayo, 2018
En una entrevista concedida al diario ABC, el sociólogo francés Dominique Wolton asegura que le comentó al propio Papa, con quien ha conversado para documentarse para un libro sobre el Pontífice (‘Política y sociedad’), que “los católicos de derecha no le quieren, los de izquierda tampoco porque va usted más lejos que ellos y es más libre. Los únicos que le quieren son los agnósticos y los ateos”.
El Papa, continúa Wolton, rompió a reír ante el comentario.
Wolton no es precisamente una “fuente hostil”; habla de Francisco con sincera admiración, apreciando su cercanía y afabilidad. “Bromea muchísimo, es muy cálido y cercano”, asegura Wolton. “Francisco siempre es muy natural. Su éxito mundial obedece a que no habla como un Papa, habla como un laico y además es bastante político. Para ser más precisos este hombre vive y aplica el Evangelio. No le gustan los ricos, ni le gustan los poderosos como en los Evangelios”.
De ahí, opina el sociólogo, viene la oposición al Pontífice desde diversos sectores: “Las resistencias proceden de los conservadores porque el Papa critica a la curia, quiere a las mujeres en la curia, pide que se tome en consideración la situación personal de los divorciados vueltos a casar para que puedan comulgar, quiere acabar con la industria de las armas, defiende la ecología y no se opone a la unión civil de los homosexuales”.
Naturalmente, no deja de ser la visión de Wolton, que ha mantenido conversaciones con Francisco entre febrero de 2016 y febrero de 2017, pero quizá el autor no aprecia que esas afirmaciones que desgrana y que supuestamente provocan por igual el recelo de los ‘conservadores’ no están ni mucho menos en el mismo plano.
Criticar a la curia es casi una tradición, y no es probable que altere al más sensible de los católicos ‘conservadores’.
Introducir mujeres en la curia parece responder más a un prurito de seguir las modas del mundo, y es legítimo preguntarse si conviene o no, pero tampoco debería alarmar a nadie, porque la curia no es una institución de derecho divino, sino una mera administración.
“Tomar en consideración la situación de los divorciados vueltos a casar para que puedan comulgar” es algo que se hace desde antes de que Francisco llegara a la Cátedra de Pedro. Otra cosa es que la solución sugerida sea, en opinión de muchos, un modo de condonar el adulterio.
Acabar con la industria de las armas es un pío deseo, pero, si se me permite la comparación, está al nivel del discurso de una Miss Mundo. Defiende la ecología, claro: ¿quién está contra la ecología? Cosa muy distinta es estar a favor de grupos ecologistas que anteponen el bien de cualquier especie a la humana, o que convierte a la tierra en un ídolo, una diosa, la Pachamama o Gaia.
Pero estar a favor de la unión civil de los homosexuales sería preocupante. Y digo “sería” porque no me consta fehacientemente la opinión de Su Santidad. Significaría, simple y llanamente, estar a favor del pecado habitual, y no uno especialmente leve.
Representaría, además, una paradójica situación, porque supondría decirle a los heterosexuales que deben guardar la castidad y abstenerse de mantener relaciones que son, de suyo, naturales, al tiempo que se permitiría a los homosexuales ‘barra libre’ para esas otras relaciones que la Iglesia considera contra natura.
No creo, pese a todo, que al Papa solo le quieran “agnósticos y ateos”. Eso sería admirable, sería el abandonar el rebaño para ir en busca de la oveja perdida, y si realmente le quisiesen, dejarían de ser agnóstico y ateos y lo traería a Cristo. Desgraciadamente, y por el momento, no es lo que estamos viendo.
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