27 Mar 2018 - 10:00 PM
Por: Marcos Peckel
La realidad es que la religión nunca se fue, sino que círculos intelectuales occidentales dominados por promotores del ateísmo, usualmente pertenecientes a esa izquierda trepada en pedestales con ínfulas de superioridad y monopolio de la verdad absoluta, le habían aplicado prematuramente los santos oleos.
El siglo XX constituye el cenit del secularismo. Nace con la Revolución bolchevique y la revolución mexicana, ambas anti religiosas y la constitución francesa de 1905 que establece el laicismo como la nueva “religión” del Estado. Pero el sol de la tarde del siglo XX lo fue también para el secularismo con la revolución islámica en Irán que dio al traste con uno de los bastiones de occidente en Medio Oriente, la aparición del sindicato Solidaridad en Polonia con su fuerte identidad católica que abrió las puertas al colapso del comunismo ateo en Europa del Este y la revolución sandinista que contaba en sus filas con gran cantidad de prelados católicos. Al despuntar el siglo XXI, septiembre 11 le demostró al mundo que la religión debe ser tomada en serio como actor central de la política global.
En la actualidad la gran mayoría de los conflictos en el mundo tiene componentes religiosos, en varios es su principal motivante. El Medio Oriente con sus guerras sectarias pareciera estar sufriendo una reedición de la Guerra de los treinta años que desangró Europa entre católicos y protestantes. La frontera entre cristianismo e Islam en África es escenario de cruentas guerras religiosas, ya sea en Nigeria, Kenia, Sudán o Republica Centroafricana. En Myanmar monjes budistas promueven las masacres y expulsión de los musulmanes Rohinga. La católica Filipinas enfrenta un separatismo islámico en la isla de Mindanao.
Mas allá de los conflictos y guerras, los mitos que han acompañado la religión en occidente caen uno tras otro. Que la religión y el atraso van de la mano.Corea de Sur e Israel son quizás los países que más han progresado en el último medio siglo y hoy se encuentran a la vanguardia de la industria, la tecnología y la prosperidad. En ambos es marcado un significativo crecimiento de la observancia religiosa, cristiana y judía. Turquía abandona el kemalismo secular y vive un retorno del Islam a la política como en tiempos otomanos.
Muchos de los millones de fieles que ha perdido la Iglesia católica en América se han mudado a las iglesias evangélicas y pentecostales, las cuales participan activamente en política y cada vez más. Islam y budismo constituyen el elemento central de la identidad de los países del sudeste asiático, incluso en Laos, dominado por el partido comunista. En la Rusia de Putin la Iglesia ortodoxa es parte integral del establecimiento. En Estados Unidos, primera potencia mundial, la observancia religiosa; cristiana, judía y musulmana crece a ritmo acelerado, según estudios del centro PEW.
En el siglo XXI la religión juega y duro. Ignorarlo es de necios.
La realidad es que la religión nunca se fue, sino que círculos intelectuales occidentales dominados por promotores del ateísmo, usualmente pertenecientes a esa izquierda trepada en pedestales con ínfulas de superioridad y monopolio de la verdad absoluta, le habían aplicado prematuramente los santos oleos.
El siglo XX constituye el cenit del secularismo. Nace con la Revolución bolchevique y la revolución mexicana, ambas anti religiosas y la constitución francesa de 1905 que establece el laicismo como la nueva “religión” del Estado. Pero el sol de la tarde del siglo XX lo fue también para el secularismo con la revolución islámica en Irán que dio al traste con uno de los bastiones de occidente en Medio Oriente, la aparición del sindicato Solidaridad en Polonia con su fuerte identidad católica que abrió las puertas al colapso del comunismo ateo en Europa del Este y la revolución sandinista que contaba en sus filas con gran cantidad de prelados católicos. Al despuntar el siglo XXI, septiembre 11 le demostró al mundo que la religión debe ser tomada en serio como actor central de la política global.
En la actualidad la gran mayoría de los conflictos en el mundo tiene componentes religiosos, en varios es su principal motivante. El Medio Oriente con sus guerras sectarias pareciera estar sufriendo una reedición de la Guerra de los treinta años que desangró Europa entre católicos y protestantes. La frontera entre cristianismo e Islam en África es escenario de cruentas guerras religiosas, ya sea en Nigeria, Kenia, Sudán o Republica Centroafricana. En Myanmar monjes budistas promueven las masacres y expulsión de los musulmanes Rohinga. La católica Filipinas enfrenta un separatismo islámico en la isla de Mindanao.
Mas allá de los conflictos y guerras, los mitos que han acompañado la religión en occidente caen uno tras otro. Que la religión y el atraso van de la mano.Corea de Sur e Israel son quizás los países que más han progresado en el último medio siglo y hoy se encuentran a la vanguardia de la industria, la tecnología y la prosperidad. En ambos es marcado un significativo crecimiento de la observancia religiosa, cristiana y judía. Turquía abandona el kemalismo secular y vive un retorno del Islam a la política como en tiempos otomanos.
Muchos de los millones de fieles que ha perdido la Iglesia católica en América se han mudado a las iglesias evangélicas y pentecostales, las cuales participan activamente en política y cada vez más. Islam y budismo constituyen el elemento central de la identidad de los países del sudeste asiático, incluso en Laos, dominado por el partido comunista. En la Rusia de Putin la Iglesia ortodoxa es parte integral del establecimiento. En Estados Unidos, primera potencia mundial, la observancia religiosa; cristiana, judía y musulmana crece a ritmo acelerado, según estudios del centro PEW.
En el siglo XXI la religión juega y duro. Ignorarlo es de necios.
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