Un voluntario trata de animar al niño Stanley Jean, quien perdió a sus padres en el terremoto de Haití. (Foto: Roberto Guzmán) Roberto Guzmán
Jimaní/CORRESPONSAL EDLP — Jeam Wilrientz, de 6 años de edad, está haciendo una relectura de su entorno. “Cada vez que él ve que le falta el pie derecho se pone muy triste”, cuenta su padre, Jeam Wilner, un sastre de Puerto Príncipe que vigila la recuperación del niño en un centro de atención administrado por el párroco de la iglesia católica de esta ciudad de la frontera sur.
Wilner cuenta que al niño, su único hijo, le cayó encima un pedazo de la pared de su casa en Delmas 4. Un primo lo rescató de los escombros que dejó el terremoto de dimensión 7.0 en escala Richter que el día 12 de este mes destruyó Puerto Príncipe, la capital de Haití.
El padre, que estaba en su sastrería de la zona central de Puerto Príncipe cuando ocurrió la tragedia, cuenta que llevó al niño a un hospital de Haití. “Pero no encontré atención porque no había médicos”, dice. Entonces, en medio del caos que reinó en las horas posteriores al terremoto trasladó al muchacho a casa de un amigo. Después de cuatro días lo llevó al hospital de Jimaní, pero ya estaba infectado y tuvieron que amputarle la pierna el pasado viernes.
Ahora espera que curen las heridas de su niño, mientras su ex pareja y madre del bebé, Venude Josué, reside en Fond Verrettes, un campo montañoso de Puerto Príncipe, sin saber noticia de lo sucedido.
Como Wilrientz, decenas de miles de haitianos víctimas del terremoto tuvieron que ser amputados, según la Organización Panamericana de Salud (OPS). El sacerdote Rogelio Díaz Heredia, que administra el “Centro de nutrición y formación de la parroquia San José”, en donde el niño recibe atenciones, cuenta que en estos momentos tiene bajo el cuidado a 27 niños que fueron traslados desde el hospital público General Melenciano.
Las medicinas del centro son suministradas por la Orden de Marta. La Secretaría de Salud Pública (ministerio) designó cuatro médicos generales, dos pediatras y cuatro enfermeras que trabajan con los niños junto a los religiosos voluntarios. La dependencia estatal informó que hasta el martes de esta semana ha invertido al menos 428 millones de pesos (11.9 millones de dólares) en atenciones directas a pacientes víctimas del terremoto.
Los pacientes que aloja el centro religioso de Jimaní también provienen de “El Buen Samaritano”, dos edificaciones levantadas por una organización cristiana internacional para instalar un orfanato de 40 niños y una clínica de oftalmología, pero que con la tragedia del terremoto se convirtió en un moderno hospital bajo la administración de cientos de médicos voluntarios de EE.UU., Francia, España, Grecia y República Dominicana.
La construcción de “El Buen Samaritano” inició en 2004 cuando una riada mató a miles de dominicanos de Jimaní y haitianos de la zona montañosa de Terre Proide y Fond Verretes. Desde entonces Mark Arthur Pinard, un médico estadounidense de origen haitiano, tuvo la idea de construir la clínica que sirve en la actualidad a cientos de víctimas del terremoto.
Aunque los pacientes estaban en camas en uno de los edificios de dos niveles, todos salieron despavoridos para el patio durante una de las réplicas del terremoto ocurrida el viernes 23.
Wilner cuenta que al niño, su único hijo, le cayó encima un pedazo de la pared de su casa en Delmas 4. Un primo lo rescató de los escombros que dejó el terremoto de dimensión 7.0 en escala Richter que el día 12 de este mes destruyó Puerto Príncipe, la capital de Haití.
El padre, que estaba en su sastrería de la zona central de Puerto Príncipe cuando ocurrió la tragedia, cuenta que llevó al niño a un hospital de Haití. “Pero no encontré atención porque no había médicos”, dice. Entonces, en medio del caos que reinó en las horas posteriores al terremoto trasladó al muchacho a casa de un amigo. Después de cuatro días lo llevó al hospital de Jimaní, pero ya estaba infectado y tuvieron que amputarle la pierna el pasado viernes.
Ahora espera que curen las heridas de su niño, mientras su ex pareja y madre del bebé, Venude Josué, reside en Fond Verrettes, un campo montañoso de Puerto Príncipe, sin saber noticia de lo sucedido.
Como Wilrientz, decenas de miles de haitianos víctimas del terremoto tuvieron que ser amputados, según la Organización Panamericana de Salud (OPS). El sacerdote Rogelio Díaz Heredia, que administra el “Centro de nutrición y formación de la parroquia San José”, en donde el niño recibe atenciones, cuenta que en estos momentos tiene bajo el cuidado a 27 niños que fueron traslados desde el hospital público General Melenciano.
Las medicinas del centro son suministradas por la Orden de Marta. La Secretaría de Salud Pública (ministerio) designó cuatro médicos generales, dos pediatras y cuatro enfermeras que trabajan con los niños junto a los religiosos voluntarios. La dependencia estatal informó que hasta el martes de esta semana ha invertido al menos 428 millones de pesos (11.9 millones de dólares) en atenciones directas a pacientes víctimas del terremoto.
Los pacientes que aloja el centro religioso de Jimaní también provienen de “El Buen Samaritano”, dos edificaciones levantadas por una organización cristiana internacional para instalar un orfanato de 40 niños y una clínica de oftalmología, pero que con la tragedia del terremoto se convirtió en un moderno hospital bajo la administración de cientos de médicos voluntarios de EE.UU., Francia, España, Grecia y República Dominicana.
La construcción de “El Buen Samaritano” inició en 2004 cuando una riada mató a miles de dominicanos de Jimaní y haitianos de la zona montañosa de Terre Proide y Fond Verretes. Desde entonces Mark Arthur Pinard, un médico estadounidense de origen haitiano, tuvo la idea de construir la clínica que sirve en la actualidad a cientos de víctimas del terremoto.
Aunque los pacientes estaban en camas en uno de los edificios de dos niveles, todos salieron despavoridos para el patio durante una de las réplicas del terremoto ocurrida el viernes 23.
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