Georg Gaenswein, el secretario del Papa. | Foto: Afp
Día de gloria para 'il bello Giorgio'
Hombre fuerte del pontificado, será el personaje clave en la era post-Ratzinger
José Manuel Vidal | Madrid
Actualizado domingo 06/01/2013 10:08 horas
Llevaba meses en el ojo del huracán vaticano. Sus enemigos curiales acusaban a Georg Gaenswein, el secretario personal del Papa (al que en Italia llaman "il bello Giorgio"), de no haber sido lo suficientemente diligente para evitar primero y desactivar después el Vatileaks y el caso de Paolo Gabriele, el mayordomo infiel. Pedían su cabeza, pero sale reforzado: no sólo sigue de secretario personal de Benedicto XVI, sino que, además, se convierte en el Prefecto de la Casa Pontificia y, este domingo, será consagrado arzobispo por el propio Papa. Un honor reservado a los elegidos. Tras el calvario de los cuervos y de las filtraciones, llega el día de gloria para el discreto y elegante curial alemán.
El Papa le impondrá la mitra y le dará un abrazo en público. Para refrendar, ante los ojos de la Curia vaticana, que Gaenswein es su hombre de máxima confianza. Con ese gesto, a sus 56 años, se convierte, por la fuerza de los hechos, en la persona de mayor influencia del restringido círculo del Papa Ratzinger.
Benedicto XVI suele premiar a la gente que le sirve con dedicación y entrega absolutas y distinguir a los que le quieren. Porque el Papa, como cualquier otro anciano, necesita cariño, mimos y cuidados. Y monseñor Gaenswein lleva desde el 2003 al lado del Papa, en el escaso y estrecho círculo de sus más íntimos colaboradores.
Y lo premia de una manera inédita y con una fórmula sorprendente en las casi siempre invariables estrategias eclesiásticas. En vez de la clásica fórmula del "promoveatur ut amoveatur", el Papa utiliza la del "promoveatur" sin "amoveatur". Es decir, se le promueve no para quitarlo de en medio, sino para promocionarlo. Y por partida doble. Sin dejar de ser secretario personal del Papa, pasa a ser el Prefecto de la Casa Pontificia. Es decir, todos los grandes temas papales pasarán por sus manos.
Monseñor Gaenswein no sólo es el guardián de las llaves, el confidente y el que susurra a los oídos del Papa, sino también el que, a partir de ahora, va a cuidar todo lo relacionado con la vida de Su Santidad. Desde la privada a la pública. Desde los viajes a las audiencias. Es el puente obligado para llegar a Su Santidad.
El pararrayos de Dios
Todo el que quiera acceder al Papa (desde simples fieles a los grandes de la tierra) tendrán que pasar primero por el "filtro" del fiel Gaenswein, el pararrayos de Dios, el gestor de la agenda privada y pública del Papa. Con esta promoción sin parangón (el secretario del Papa anterior, Don Estanislao, fue secretario plenipotenciario, pero sólo prefecto adjunto de la Casa Pontificia), Gaenswein queda blindado de las asechanzas y las consecuencias del Vatileaks.
Con esta decisión, el propio Papa inaugura también oficialmente el"reinado de los Secretarios". Y es que, en la etapa final de todos los pontificados, los secretarios (tanto el personal del papa como el secretario de Estado) cobran mayor relieve, importancia y protagonismo. Son los encargados de apuntalar al timonel de la barca de Pedro, cuando a éste le van fallando las fuerzas. Pero, a veces, son también los que intrigan y manipulan (o lo intentan) la sucesión.
Guardián de la memoria papal
Gaenswein no parece, de entrada, uno de esos monsiñorinos italianos dedicados a las intrigas palaciegas por oficio, por instinto y por deber. Pero el hecho es que se coloca en la rampa de lanzamiento para desempeñar un papel clave en la transición y en la era post-Ratzinger.
Primero como el más fiel guardián de su memoria y, después, como el designado para mayores metas. El cardenalato, por supuesto. Y, con seguridad, una influencia decisiva en las congregaciones previas al cónclave.
Hay quien dice ya, en Roma, que, después de la ceremonia del este domingo, Gaenswein podría entrar a formar parte de la reducida rosa de los papables. Tiene todo lo necesario. Porque el próximo prelado alemán no sólo es alto, esbelto y guapo (que también, por eso en Roma lo comparan con un 'George Clooney' a la divina y llegó a ser la musa inspiradora de una colección de Donatella Versace), sino un eclesiástico con un enorme bagaje personal y un recorrido brillante en el escalafón clerical.
Nacido en la pequeña ciudad alemana de Ühlingen-Birkendorf, fue un buen deportista, además de profesor de esquí o aviador. Pero Dios se cruzó en su camino y, en 1984, se ordenó sacerdote. Su primer destino fue de coadjutor en una parroquia de la Selva Negra.
Pero su destino no era el de cura de pueblo. En 1993 se doctora en Derecho Canónico en Múnich y, poco después, se traslada al Vaticano. Primero como minutante de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos. Y de ahí, al año siguiente, pasa a la más importante de las congregaciones: la de Doctrina de la Fe, que dirige ya el todopoderoso cardenal Joseph Ratzinger, apodado entonces el "martillo de herejes".
Allí es donde le conoce el actual Papa y, en 2003, le nombra su secretario personal. Dos años después, Joseph Ratzinger era elegido Papa y se traslada al Palacio Pontificio con su secretario personal. Un ayudante siempre atento y solícito, que se convierte en su sombra, en el hombre que susurra a los oídos de Benedicto XVI y, por ende, en uno de los personajes eclesiásticos con más poder y gloria.
Gaenswein no parece, de entrada, uno de esos monsiñorinos italianos dedicados a las intrigas palaciegas por oficio, por instinto y por deber. Pero el hecho es que se coloca en la rampa de lanzamiento para desempeñar un papel clave en la transición y en la era post-Ratzinger.
Primero como el más fiel guardián de su memoria y, después, como el designado para mayores metas. El cardenalato, por supuesto. Y, con seguridad, una influencia decisiva en las congregaciones previas al cónclave.
Hay quien dice ya, en Roma, que, después de la ceremonia del este domingo, Gaenswein podría entrar a formar parte de la reducida rosa de los papables. Tiene todo lo necesario. Porque el próximo prelado alemán no sólo es alto, esbelto y guapo (que también, por eso en Roma lo comparan con un 'George Clooney' a la divina y llegó a ser la musa inspiradora de una colección de Donatella Versace), sino un eclesiástico con un enorme bagaje personal y un recorrido brillante en el escalafón clerical.
Nacido en la pequeña ciudad alemana de Ühlingen-Birkendorf, fue un buen deportista, además de profesor de esquí o aviador. Pero Dios se cruzó en su camino y, en 1984, se ordenó sacerdote. Su primer destino fue de coadjutor en una parroquia de la Selva Negra.
Pero su destino no era el de cura de pueblo. En 1993 se doctora en Derecho Canónico en Múnich y, poco después, se traslada al Vaticano. Primero como minutante de la Congregación para el Culto divino y la Disciplina de los Sacramentos. Y de ahí, al año siguiente, pasa a la más importante de las congregaciones: la de Doctrina de la Fe, que dirige ya el todopoderoso cardenal Joseph Ratzinger, apodado entonces el "martillo de herejes".
Allí es donde le conoce el actual Papa y, en 2003, le nombra su secretario personal. Dos años después, Joseph Ratzinger era elegido Papa y se traslada al Palacio Pontificio con su secretario personal. Un ayudante siempre atento y solícito, que se convierte en su sombra, en el hombre que susurra a los oídos de Benedicto XVI y, por ende, en uno de los personajes eclesiásticos con más poder y gloria.
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