La Iglesia católica del norte de Texas ha lanzado una campaña dirigida a abogados dispuestos a comprometerse de forma voluntaria para dar asistencia legal a los niños detenidos en la frontera con México.
La campaña que han iniciado hace unos días grupos de caridad (Catholic Charities di Dallas), la asociación de Abogados Hispanos de Dallas y la diócesis, pretende captar abogados voluntarios bilingües para ayudar gratuitamente a los niños cuyos casos se examinan en el los tribunales de inmigración. Unos 160 abogados ya se han unido voluntariamente a la iniciativa.
El llamamiento ha surgido de monseñor Kevin Joseph Farrel, obispo de la diócesis de Dallas. "Para las comunidades de fe, en este momento, la cuestión no se detiene en la discusión de la política sobre inmigración, sino sobre la ayuda urgente a los necesitados", explica en la Agencia Fides. El prelado define Estados Unidos como "el país número 1 al mundo cuando se trata de ayudar a las personas".
En relación al despliegue de tropas de la Guardia Nacional en la frontera, anunciado por el gobernador de Texas, Rick Perry, monseñor Farrel observa que "seguro que el gobernador tiene sus razones para enviar 1.000 soldados en la zona de la frontera. Sin embargo, continúa el obispo, "esto no resuelve el problema en este momento".
Según el prelado, "todo el mundo sabe que la reforma de la política de inmigración en los Estados Unidos y el afrontar la causa principal del éxodo de los niños de sus países en Centroamérica serán efectivas". De todos modos, afirma que "como Iglesia, ahora estamos preocupados por los niños... Esta es una crisis humanitaria que juzgará el carácter y el nivel moral de nuestra nación".
El número de niños que proceden principalmente de Honduras, El Salvador y Guatemala y que llegan a la frontera con Estados Unidos está alcanzando niveles de récord. La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los EE.UU. ha informado que 57.525 niños han sido detenidos entre el 1 de octubre de 2013 y el 30 de junio de 2014. Esta cifra muestra un incremento del 106 por ciento en comparación con el año pasado, cuando las autoridades fronterizas detuvieron a 27.884 niños.
"Las instalaciones del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de El Paso me recuerdan a un campo de refugiados. Pero en los EE.UU. este tipo de instalaciones se llama centro de detención; está pensado para los inmigrantes indocumentados, algunos de los cuales serán deportados a la frontera de regreso a México a la vecina Ciudad Juárez, una de las ciudades más violentas del mundo. Otros están aquí procedentes de otras partes del mundo; dependiendo del resultado de sus solicitudes de asilo podrían ser deportados a su país de origen". Así narra el director internacional del Servicio Jesuita a Refugiados, Peter Balleis SJ, su visita al Programa da Capellanías en los Centros de Detención del Servicio Servicio Jesuita a Refugiados de EE.UU. en la ciudad fronteriza de El Paso, Texas.
"El 'campamento' alberga a 800 hombres y mujeres que aguardan a que su caso sea resuelto y a su probable deportación. Es la rutina de un proceso diario: todas las instalaciones están limpias, amigables funcionarios cumplen con su deber, todo el mundo sigue las órdenes. Sin embargo, las vallas de alambre de espino son preocupantes", explica el jesuita.
Las instalaciones del ICE en El Paso se han creado para los adultos. No se adaptan para acoger a los miles de menores de edad y las familias que han llegado a la frontera en las últimas semanas. Por eso, en su testimonio sobre esta visita, el pare Peter Balleis SJ, habla del albergue provisional dirigido por Rubén García y la organización de voluntarios de la Casa Anunciación.
De este centro que acoge a las familias narra: "era una imagen muy diferente: niños y sus jóvenes madres disfrutando de una comida decente servida por voluntarios sentados a la mesa con ellos, hablando y escuchando sus historias. En la mayoría de los casos compartiendo terribles historias personales de temor a las bandas criminales en su país, Honduras; de cómo pusieron sus vidas en manos de coyotes o contrabandistas pagando miles de dólares, viajando en trenes y autobuses hasta llegar a la frontera de los EE.UU. con México, para terminar, finalmente, en un centro de detención". De esto modo, afirma que "muchos de ellos no lo volverían a hacer, pero los demás lo harían una y otra vez. Tienen razones para temer por su vida y, en particular, por la de sus hijos, especialmente por los niños".
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