Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. (1 Juan 2: 18).
El enemigo se está preparando para su última campaña contra la iglesia. Está de tal manera oculto de la vista que para muchos es difícil creer que existe, y mucho menos pueden ser convencidos de su asombrosa actividad y poder. . .
El hombre es cautivo de Satanás, y está naturalmente inclinado a seguir sus sugestiones y cumplir sus órdenes. No tiene en sí mismo poder para oponer resistencia eficaz al mal. Únicamente en la medida en que Cristo more en él por la fe viva, influyendo en sus deseos e impartiéndole fuerza de lo alto, puede el hombre atreverse a arrostrar a un enemigo tan terrible. Todo otro medio de defensa es completamente vano. Únicamente por Cristo es limitado el poder de Satanás. Esta es una verdad portentosa que todos debieran entender. Satanás está ocupado en todo momento, yendo de aquí para allá en la tierra, buscando a quien devorar. Pero la ferviente oración de fe frustrará sus esfuerzos más arduos. . .
Satanás espera envolver al pueblo remanente de Dios en la ruina general que está por sobrevenir a la tierra. A medida que la venida de Cristo se acerque, será más resuelto y decidido en sus esfuerzos para vencerlo. Se levantarán hombres y mujeres, profesando tener alguna nueva luz o alguna nueva revelación que tenderá a conmover la fe en los antiguos hitos. Sus doctrinas no soportarán la prueba de la Palabra de Dios, pero habrá almas que serán engañadas. Harán circular falsos informes, y algunos serán prendidos en esta trampa. . .
Ciertos hombres no tienen un carácter firme. Son como un puñado de masilla que se puede modelar de cualquier manera. Debemos vencer esta debilidad, indecisión e ineficiencia. En el carácter cristiano genuino encontramos una firmeza tal, que no le permite ser modelado o subyugado por las circunstancias adversas. Los hombres deben tener solidez moral, una integridad que no se deje adular, ni sobornar ni asustar.
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Maranata, E. G. W. , p.62.
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