Y cuando llegó cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, Lucas 19:41
Recordemos cual era la razón por la cual Jesús lloraba. La imagen que Él vio en ese momento no solo fue acerca de la destrucción de Jerusalén sino la destrucción final de este mundo.
Cristo vió en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una raza caída oprimían el alma del Señor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vió además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos. Pero ni aun su mano podía desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscarían la única Fuente de salud. El estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner así la salvación al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a él para tener vida eterna. *1
¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vió al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación! *1
Jesús desea la salvación de todos. Pero debemos entendemos que lo que sucedió con Sodoma, Gomorra y Jerusalén se volverá a repetir. El mundo ignora la condición en la que se encuentra, niega las amonestaciones que se le hacen y peor aun niega al único medio de salvación, niega a Jesús.
Las llamas que consumieron las ciudades de la llanura transmiten hasta nuestros días la luz de su advertencia. Se nos enseña la temible y solemne lección de que mientras la misericordia de Dios tiene mucha paciencia con el transgresor, hay un límite más allá del cual los hombres no pueden seguir en sus pecados. Cuando se llega a ese límite, se retira el ofrecimiento de la gracia y comienza la ejecución del juicio. *2
La advertencia ha sido dada. No podemos alejarnos de Dios y esperar que el nos protegerá. Mientras la puerta de la gracia está abierta El nos sigue hablando pero su misericordia tiene un límite el cual está siendo traspasado cada días mas y mas.
El panorama de nuestro mundo ciertamente es alarmante. Dios está retirando su Espíritu de las ciudades impías que se han convertido como las ciudades del mundo antediluviano, y como Sodoma y Gomorra. Los habitantes de estas ciudades han sido probados y juzgados. Hemos llegado al momento en el que Dios va a castigar a los malhechores presuntuosos, que se niegan a guardar sus mandamientos y desprecian sus mensajes de advertencia. El que soporta por mucho tiempo con los malhechores les da a todos la oportunidad de buscarlo y humillar sus corazones delante de él.*3
Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Apocalipsis 18:2, 3
El apóstol Juan nos declara que nuevamente los pecados llegaran hasta el cielo y la tierra será destruida. Pero esta vez, será la venida de Jesús, el resplandor de su gloria, el fuego consumidor, el que destruya todo.
¿Cómo sabremos nosotros que los pecados de este mundo han llegado hasta el cielo? ¿Cuál será nuestra señal para abandonar las ciudades?
Los pecados del mundo han llegado hasta el cielo cuando la ley de Dios sea invalidada, cuando el sábado del Señor sea pisoteado en el polvo, y los hombres se vean obligados a aceptar en su lugar una institución del papado impuesta por la poderosa mano de la ley de la tierra. En la exaltación de una institución de hombre por encima de la institución ordenada por Dios, muestran el desprecio por el gran legislador, y rechazan su signo o sello. La cuestión de vital importancia para esta época es "¿Quién está del lado del Señor? ¿Quién se unirá con el ángel que da el mensaje de la verdad al mundo? ¿Quién recibirá la luz que ha de llenar toda la tierra con su gloria? Quienes aprecian la luz que tienen, recibirán más. El aumento de la luz brillará sobre las almas que ceden a la ablandante y sumisa gracia de Cristo, y los que aman la luz, se salvarán de los engaños de Satanás. Se esforzará con energía intensa a exponer, a través de su poder obrar milagros, señales y prodigios que parecen eclipsar la obra que Dios va a hacer en la tierra. Y todos serán engañados, excepto aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero. Necesitamos luz ahora a cada paso, para no ser arrastrados por el error de los impíos. *4
Este es el proceso que analizaremos en los siguientes estudios. Es necesario prepáranos cada día. Debemos velar y orar para que así como los cristianos abandonaron la ciudad y Dios salvo sus vidas, nosotros también, en el momento indicado salgamos de las ciudades y salvemos nuestras vidas.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
1* El Conflicto De Los Siglos, “1. La Destrucción De Jerusalén”, Elena G. de White
2* Patriarcas Y Profetas, “14. La Destrucción de Sodoma”, Elena G. de White
3* This Day With God, “144. Securing Our Inheritance”, Elena G. de White
4* The Review And Herald, “God Warns Men of His Coming Judgments”, November 5, 1889, Elena G. de White
Recordemos cual era la razón por la cual Jesús lloraba. La imagen que Él vio en ese momento no solo fue acerca de la destrucción de Jerusalén sino la destrucción final de este mundo.
Cristo vió en Jerusalén un símbolo del mundo endurecido en la incredulidad y rebelión que corría presuroso a recibir el pago de la justicia de Dios. Los lamentos de una raza caída oprimían el alma del Señor, y le hicieron prorrumpir en esas expresiones de dolor. Vió además las profundas huellas del pecado marcadas por la miseria humana con lágrimas y sangre; su tierno corazón se conmovió de compasión infinita por las víctimas de los padecimientos y aflicciones de la tierra; anheló salvarlos a todos. Pero ni aun su mano podía desviar la corriente del dolor humano que del pecado dimana; pocos buscarían la única Fuente de salud. El estaba dispuesto a derramar su misma alma hasta la muerte, y poner así la salvación al alcance de todos; pero muy pocos iban a acudir a él para tener vida eterna. *1
¡Mirad al Rey del cielo derramando copioso llanto! ¡Ved al Hijo del Dios infinito turbado en espíritu y doblegado bajo el peso del dolor! Los cielos se llenaron de asombro al contemplar semejante escena que pone tan de manifiesto la culpabilidad enorme del pecado, y que nos enseña lo que le cuesta, aun al poder infinito, salvar al pecador de las consecuencias que le acarrea la transgresión de la ley de Dios. Dirigiendo Jesús sus miradas hasta la última generación vió al mundo envuelto en un engaño semejante al que causó la destrucción de Jerusalén. El gran pecado de los judíos consistió en que rechazaron a Cristo; el gran pecado del mundo cristiano iba a consistir en que rechazaría la ley de Dios, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Los preceptos del Señor iban a ser menospreciados y anulados. Millones de almas sujetas al pecado, esclavas de Satanás, condenadas a sufrir la segunda muerte, se negarían a escuchar las palabras de verdad en el día de su visitación. ¡Terrible ceguedad, extraña infatuación! *1
Jesús desea la salvación de todos. Pero debemos entendemos que lo que sucedió con Sodoma, Gomorra y Jerusalén se volverá a repetir. El mundo ignora la condición en la que se encuentra, niega las amonestaciones que se le hacen y peor aun niega al único medio de salvación, niega a Jesús.
Las llamas que consumieron las ciudades de la llanura transmiten hasta nuestros días la luz de su advertencia. Se nos enseña la temible y solemne lección de que mientras la misericordia de Dios tiene mucha paciencia con el transgresor, hay un límite más allá del cual los hombres no pueden seguir en sus pecados. Cuando se llega a ese límite, se retira el ofrecimiento de la gracia y comienza la ejecución del juicio. *2
La advertencia ha sido dada. No podemos alejarnos de Dios y esperar que el nos protegerá. Mientras la puerta de la gracia está abierta El nos sigue hablando pero su misericordia tiene un límite el cual está siendo traspasado cada días mas y mas.
El panorama de nuestro mundo ciertamente es alarmante. Dios está retirando su Espíritu de las ciudades impías que se han convertido como las ciudades del mundo antediluviano, y como Sodoma y Gomorra. Los habitantes de estas ciudades han sido probados y juzgados. Hemos llegado al momento en el que Dios va a castigar a los malhechores presuntuosos, que se niegan a guardar sus mandamientos y desprecian sus mensajes de advertencia. El que soporta por mucho tiempo con los malhechores les da a todos la oportunidad de buscarlo y humillar sus corazones delante de él.*3
Y clamó con voz potente, diciendo: Ha caído, ha caído la gran Babilonia, y se ha hecho habitación de demonios y guarida de todo espíritu inmundo, y albergue de toda ave inmunda y aborrecible. Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido de la potencia de sus deleites. Apocalipsis 18:2, 3
El apóstol Juan nos declara que nuevamente los pecados llegaran hasta el cielo y la tierra será destruida. Pero esta vez, será la venida de Jesús, el resplandor de su gloria, el fuego consumidor, el que destruya todo.
¿Cómo sabremos nosotros que los pecados de este mundo han llegado hasta el cielo? ¿Cuál será nuestra señal para abandonar las ciudades?
Los pecados del mundo han llegado hasta el cielo cuando la ley de Dios sea invalidada, cuando el sábado del Señor sea pisoteado en el polvo, y los hombres se vean obligados a aceptar en su lugar una institución del papado impuesta por la poderosa mano de la ley de la tierra. En la exaltación de una institución de hombre por encima de la institución ordenada por Dios, muestran el desprecio por el gran legislador, y rechazan su signo o sello. La cuestión de vital importancia para esta época es "¿Quién está del lado del Señor? ¿Quién se unirá con el ángel que da el mensaje de la verdad al mundo? ¿Quién recibirá la luz que ha de llenar toda la tierra con su gloria? Quienes aprecian la luz que tienen, recibirán más. El aumento de la luz brillará sobre las almas que ceden a la ablandante y sumisa gracia de Cristo, y los que aman la luz, se salvarán de los engaños de Satanás. Se esforzará con energía intensa a exponer, a través de su poder obrar milagros, señales y prodigios que parecen eclipsar la obra que Dios va a hacer en la tierra. Y todos serán engañados, excepto aquellos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida del Cordero. Necesitamos luz ahora a cada paso, para no ser arrastrados por el error de los impíos. *4
Este es el proceso que analizaremos en los siguientes estudios. Es necesario prepáranos cada día. Debemos velar y orar para que así como los cristianos abandonaron la ciudad y Dios salvo sus vidas, nosotros también, en el momento indicado salgamos de las ciudades y salvemos nuestras vidas.
¡EL SEÑOR VIENE PRONTO, AMEN, SI, VEN SEÑOR JESÚS!
1* El Conflicto De Los Siglos, “1. La Destrucción De Jerusalén”, Elena G. de White
2* Patriarcas Y Profetas, “14. La Destrucción de Sodoma”, Elena G. de White
3* This Day With God, “144. Securing Our Inheritance”, Elena G. de White
4* The Review And Herald, “God Warns Men of His Coming Judgments”, November 5, 1889, Elena G. de White
OFM © 2010
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