Wednesday, May 26, 2010

Nicolás Pachón: seis temas del mundo de hoy

5 Mayo, 2010 - 19:25

El general de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás Pachón, de paso por México, sostuvo una entrevista con ocho profesores de la Universidad Iberoamericana, entre los que me encontraba, en la que expresó, en respuesta a las preguntas hechas, su visión del mundo y de la Iglesia.

El padre Nicolás, elegido general en 2008, a la renuncia de su antecesor el padre Peter Hans Kolvenbach, ha vivido 50 años en Japón, donde fue profesor de teología, rector de la Universidad Sofía y provincial. Hasta su nombramiento se desempeñaba como presidente de la Conferencia de Provinciales de la Asistencia de Asia Oriental y Oceanía de la Compañía de Jesús.

La religión

El jesuita plantea que “todas las religiones, no solamente el cristianismo, lo que quieren es transformar a la persona y cambiar el mundo”. Asegura que “todos los movimientos religiosos, los más hondos y tradicionales, vienen como respuesta a qué se puede hacer para que en el mundo haya menos violencia, más vida, menos sufrimiento y dolor”. Y añade que “hay un elemento transformador en toda religión”.

Reconoce que “cuando la religión se reduce a repetir ciertos modelos ya hechos en los que no hay crecimiento, no hay transformación, entonces, esa religión puede ser consuelo para el corazón del individuo, pero al mismo tiempo es una limitación”.

Piensa que las universidades deben estudiar el fenómeno religioso. La investigación debe responder a “qué hace, por ejemplo, que las expresiones populares de devoción ayuden a la gente”. Los resultados de la investigación, dice, “hay que comunicarlos al pueblo y a las autoridades”, pero la experiencia revela que eso no sucede y “lo que se estudia en las universidades se publica en artículos muy difíciles y en revistas sólo para académicos”. Piensa que no se ha hecho “el esfuerzo de dar un paso más” y publicar esos resultados en un lenguaje asequible para todos.

Añade que “no se trata solamente de investigar”, sino de que sus resultados vayan a “donde realmente pueden hacer el mayor bien posible”. La reflexión académica sobre la religión debe llegar a los obispos, a los sacerdotes y al “pueblo sencillo”. Desde su punto de vista existe “un problema de pensamiento en las parroquias” y el hecho de que “a la gente le guste” la religiosidad popular “no es argumento” porque a la gente le gustan otras “cosas que le hacen daño”.

El general comenta que cuando se encuentra con jesuitas de las universidades les suele decir que “todos estamos muy contentos porque el Papa nos ha dicho: los jesuitas tienen que ir a las fronteras a los sitios difíciles donde otros no pueden ir”.

Eso anima “porque nos gusta la imagen de la frontera”, pero estar en las fronteras y servir desde ahí “es muy difícil” y requiere mucho aprendizaje. El diálogo de las culturas, de las religiones, implica profundidad y apertura al otro. Sólo así “podemos realmente comunicarnos sin malentendidos” con los demás.

El que se queda atado a las costumbres del pasado, afirma, lo está también a “ciertas formas devocionales que ya no le cambian el corazón, pero le dan cierto consuelo”. Los hijos de estas personas “ya no van por ahí” y se hacen muchas preguntas. Eso crea “desazón en las familias” que ya no se pueden comunicar porque los lenguajes anteriores “no nos sirven”. Plantea que todos estamos obligados a “aprender los nuevos lenguajes” sobre todo de los jóvenes “que tienen un lenguaje más fresco, menos determinado, más abierto”. Ahí está en juego la misión de la Compañía y nadie se puede escudar con decir que “las nuevas generaciones son más ligeras o más seculares”, la realidad es que no sabemos hablar en su lenguaje.

Estado de derecho y democracia

El jesuita piensa que se están “rompiendo estructuras que han sido el apoyo de la sociedad humana” y que eso le preocupa porque “han sido el resultado de miles de años de evolución” y añade que “a través de ésta la humanidad ha estado luchando por encontrar modos de vivir, de relacionarse, de crecer”. En ese proceso se construyen dos instituciones fundamentales: la ley y el orden.

A ellas se llegó como “resultado de haber intentado todas las posibilidades de vivir juntos y eliminar la violencia lo más posible”. Se dice preocupado de la falta de respeto a las normas de la convivencia social y que eso “tiene que ver con un colapso de la educación”. No se trata de culpar a nadie por adoptar éste o aquél tipo de educación. Él ve que estamos en presencia de una crisis generalizada por no haber “sabido digerir las nuevas tecnologías de la comunicación” y tampoco “educar en la libertad” y propone a manera de ejemplo que en algunos lugares la democracia se ha impuesto, pero el pueblo no la ha interiorizado.

Eso, afirma, trae como consecuencia que la democracia “sufra” en algunos países de África.

Hace dos meses le preguntaron en Zimbawe: ¿Qué piensa usted de la democracia? ¿La democracia tiene raíces cristianas? Dice que el cristianismo no ha fundado la democracia, pero puede decir que si la democracia “es información abierta para que la gente sepa lo que pasa en el mundo; si es capacidad para entender la realidad; si es que a la gente no se le empuja para que haga un juicio mal hecho vía la manipulación de la propaganda; si es que a la gente se le permite actuar según juicios bien hechos” todo eso lo apoya el cristianismo y por eso está a favor de la democracia.

En relación a la democracia piensa que importa su contenido, pero que éste se está vaciando y es sustituido en muchos en países por el “populismo”. Los medios ofrecen información sesgada y a la gente se le manipula. No se le da opción de realmente elegir y votan “por el que ha salido más en la tele, por el nombre que más suena o quien propone los slogans más atractivos”. Esto, dice, no es democracia, porque “no hay inteligencia, no hay conocimiento de la realidad y no hay posibilidad de actuar”.

La gente, sobre todo los jóvenes que son más sensibles, desconfían de éste tipo de “democracia” que manipula y no da una real opción de elegir. En respuesta los ciudadanos, más los jóvenes, dejan de votar. Por eso, asegura, hay muchos países donde el número de los que van a votar es mínimo y es común encontrarse con votaciones de menos del 50% de quienes debían de hacerlo.

Los jóvenes

A los jóvenes, dice, se les ha propuesto un camino único y no se les han dado herramientas e instrumentos para encontrar sus propias rutas. Hace falta, urge, el promover la “imaginación”. Afirma que san Ignacio, el fundador de los jesuitas, daba “enorme importancia a la imaginación”. Aclara que esta no es lo mismo “que la fantasía” que es “la capacidad para escaparse de la realidad”. La imaginación es la capacidad de entender la realidad de otra manera y la posibilidad de hacerse preguntas: “¿Cómo puedo encontrar otro camino, dónde incidir y dónde participar?”

A nuestros jóvenes, se lamenta, les hemos presentando un mundo sumamente reducido y un camino único que necesariamente pasa por la universidad y si no logra entrar cae en depresión. El general de los jesuitas comenta que ahora “un porcentaje altísimo de los estudiantes universitarios están sujetos a depresión, cosa que no pasaba antes cuando estos se pasaban la vida en grande, jamás estaban deprimidos”. La explicación que él da a esta depresión es que a los universitarios “les han quitado las alas y ya no pueden volar”.

Sostiene que el problema del desempleo, que es uno de los más serios de la sociedad, afecta de manera particular a los jóvenes. Se necesita pensar alternativas y por eso el trabajo con los jóvenes es una de las prioridades de la Compañía de Jesús. Recuerda que la Iglesia tenía muchos programas para jóvenes y niños antes de 1968. Esto sucedía, incluso, en Japón, un país no cristiano, ahí en todas las grandes universidades había un club católico para estudiantes. Llega la revolución estudiantil y se “viene abajo éste trabajo”. La Iglesia asume “una posición tímida y le da miedo entrar en ese campo”. El resultado es que ahora no hay trabajo con jóvenes y estos, como siempre, siguen preguntándose: “¿Cuáles son las opciones? ¿Dónde está el futuro?, ¿Qué sociedad queremos? Y no hay nadie que los acompañe”.

El considera que el trabajo con los jóvenes “es ayudarles a pensar, no pensar por ellos, no darles doctrina sino acompañarles y ayudarles a formularse cuáles son sus problemas y sus inquietudes”. En la Iglesia, sostiene, tampoco hay buenos programas de trabajo con niños y esos “es muy lamentable porque si no los acompañamos estamos abandonando el futuro, nuestro futuro, aquí sí que hay un problema de imaginación”, para diseñar alternativas.

El general recuerda que el gobierno japonés hizo un estudio muy honesto sobre el sistema de educación y las conclusiones fueron: se ha avanzado en cálculo, en matemáticas, en ciencias, pero se ha “perdido en imaginación, en creatividad y en sentido crítico”. Y añade que “estos son los tres puntos en los que la educación jesuita tiene que insistir”.

El general asegura que la supervivencia de cualquier institución depende de la competitividad y esta “de la imaginación que te ayuda a buscar nuevas posibilidades”. Añade que las universidades, los académicos y todos los que tienen responsabilidades en el mundo del pensamiento deben trabajar de manera conjunta por promover la imaginación, la creatividad y el sentido crítico y hacer el esfuerzo permanente para que esto no sólo “llegue a los de arriba sino también a los de abajo”. Sólo así cobra pleno sentido la vocación de las universidades y el trabajo académico.

La relación de las culturas

El jesuita se pregunta: ¿Qué significa vivir interculturalmente? Y él se responde: “Se trata de crear procesos de comunicación, de auto-cuestionamiento porque todo encuentro profundo me cuestiona a mí mismo y todo lo que le digo al otro, si en verdad es serio, significa algo para mí”.

La relación con las otras culturas, afirma, no es fácil y es un problema complejo y difícil. En relación a las otras culturas, dice, tenemos prejuicios e imágenes cosificadas. Incluso personas inteligentes y de buena voluntad tienen imágenes de las culturas que no son la propia que hacen muy difícil la “interconectividad”. Y añade: “Tenemos que acompañar y profundizar en la experiencia intercultural que no sea solamente la convivencia”. Las universidades, piensa él, son sitios privilegiados del encuentro intercultural. Ahí es donde se están estudiando esos temas y se pueden enfocar no sólo al ámbito estrictamente académico sino también dar lugar al encuentro personal entre los miembros de diversas culturas.

El Hemisferio Sur

El general de los jesuitas está convencido que el futuro de la Iglesia y de la Compañía de Jesús está en el hemisferio sur en sentido amplio que abraca Latinoamérica, África, India y el Sur de Asia. Ahí está ya la mayoría de la población mundial y “por lo tanto la Iglesia del futuro y la Compañía del futuro tendrán cara africana, asiática o latinoamericana. A lo mejor yo seré el último general europeo, por lo menos occidental”.

Hay gente con prejuicios, dice, que dudan de la capacidad de las personas del hemisferio sur, pero en su experiencia de hace muchos años le dice que en él “se encuentra gente inteligentísima y con una gran capacidad que han crecido en medio de la realidad, no en medio de libros”. Él piensa que en el sur ya hay muchas personas que pueden dirigir la Iglesia y la Compañía.

La reconciliación

En su condición de teólogo es un tema que le interesa. Le preocupa que “en el mundo moderno hay una caza del pecador. Todos hemos sido siempre pecadores y el mensaje de todas las religiones ha sido: somos pecadores pero la persona puede convertirse, puede cambiar. Puede rehacer su vida porque Dios es misericordioso y nosotros capaces de perdonar”.

Él piensa que “nos hemos centrado más en el crimen que en la debilidad. El crimen siempre es horrendo, es un mal, hay que rechazarlo y evitar que siga campante”, pero añade que no puede desaparecer el perdón y la reconciliación. Si cualquier persona comete un error se le debe castigar, pero ella debe tener siempre la posibilidad “de rehacer su vida y tener la oportunidad de empezar otra vez”. Que eso desaparezca, afirma, “sería trágico”.

La gran herencia que han dejado todas las religiones es el mensaje de la misericordia que está presente en el budismo, el islam y el cristianismo. “En todas las religiones, afirma, está presente también la renovación espiritual. Si esta desaparece del horizonte humano es una vuelta a la barbarie donde el que la hace la paga sin ninguna contemplación”. Debemos, añade, ser fieles a la reconciliación sabiendo que no es fácil. Hay que crear espacios donde el que falló, “un vez que es capaz de aceptar su propia limitación, pecado y crimen incluso” y después de pagar las consecuencias tenga la oportunidad de ir hacia adelante y “vivir con esperanza”.

El general de los jesuitas termina la entrevista confesando que “una de las cosas que me han inspirado más en toda mi vida, que hace la diferencia entre Jesús y los fariseos, es que estos buscaban buscan la salvación excluyendo al pecador, y Jesús busca la salvación incluyéndolo. Esa diferencia en la sociedad es sumamente importante, en el momento en que la única respuesta al error, al crimen, a la debilidad humana es el castigo sin la posibilidad de la redención, entonces, la humanidad va hacia abajo”.

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Consulta en video toda su conferencia en la Universidad ITESO, de Guadalajara en el Blog de la Redacción de la revista Magis.
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CREDITO:
Rubén Aguilar Valenzuela
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Fuente: http://eleconomista.com.mx/sociedad/2010/05/05/nicolas-pachon-seis-temas-mundo-hoy

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