Saturday, August 20, 2011

Obreros para Dios


Mis colaboradores en el gran campo de la mies, nos queda muy poco tiempo para trabajar. Ahora es la oportunidad más favorable que nunca hayamos de tener, y cuán cuidadosamente debiéramos emplear todo momento. Tan consagrado se hallaba nuestro Redentor al trabajo de salvar almas, que hasta anhelaba su bautismo de sangre. Los apóstoles se contagiaron del celo de su Maestro, y firme, constante y celosamente fueron adelante en el cumplimiento de su gran obra, luchando contra principados y potestades, y malicias espirituales en los aires.

Estamos viviendo en un tiempo en que se necesita aun mayor fervor que en el tiempo de los apóstoles. Pero entre muchos de los ministros de Cristo hay un sentimiento de inquietud, un deseo de imitar el estilo romántico de los modernos evangelistas sensacionalistas, un deseo de hacer algo grande, impresionar, de ser tenidos por oradores capaces, y granjearse honores y distinción. Si los tales pudiesen afrontar peligros y recibir la honra dada a los héroes, se dedicarían a la obra con energía inquebrantable. Pero el vivir y trabajar casi desconocidos, el obrar y sacrificarse por Jesús en la obscuridad sin recibir alabanza especial de los hombres, esto requiere una sanidad de principios y una constancia de propósito que muy pocos poseen. Si se hiciesen mayores esfuerzos para andar humildemente con Dios, apartando la mirada de los hombres, y trabajando únicamente por amor de Cristo, se lograría mucho más.

Mis hermanos en el ministerio, buscad a Jesús con toda humildad y mansedumbre. No tratéis de atraer la atención de la gente a vosotros mismos. Dejadla perder de vista el instrumento, mientras exaltáis a Jesús. Hablad de Jesús; perdeos a vosotros mismos en Jesús. Hay demasiado bullicio y conmoción en vuestra religión, mientras que se olvidan el Calvario y la cruz.

Corremos el mayor peligro cuando recibimos alabanzas unos de otros, cuando entramos en una confederación para ensalzarnos mutuamente. La gran preocupación de los fariseos consistía en obtener la alabanza de los hombres; y Cristo les dijo que ésa era toda la recompensa que recibirían. Emprendamos la tarea que nos ha sido señalada, y hagámosla por Cristo. Si sufrimos privaciones, sea para él. Nuestro divino Señor fue perfeccionado por el sufrimiento. ¡Oh! ¿cuándo veremos a los hombres trabajar como él trabajaba?

La Palabra de Dios es nuestra norma. Cada acto de amor, cada palabra de bondad, cada oración en favor de los que sufren y de los oprimidos, llega al trono eterno, y se anota en el libro imperecedero del cielo. La Palabra divina derrama luz en el entendimiento más obscurecido, y esa luz induce a los más cultos a sentir su deficiencia y carácter pecaminoso.

El enemigo está comprando almas hoy por muy poco precio. "De balde fuisteis vendidos," (Isa. 52: 3) es el lenguaje de las Escrituras. El uno vende su alma por el aplauso del mundo; el otro por dinero. El uno para satisfacer las bajas pasiones; el otro por las diversiones mundanas. Se hacen tales transacciones diariamente. Satanás está tratando de obtener a aquellos que fueron comprados por la sangre de Cristo y los consigue muy barato, a pesar del precio infinito que fue pagado para rescatarlos.

Tenemos grandes bendiciones y privilegios. Podemos obtener los más valiosos tesoros celestiales. Recuerden los ministros y el pueblo que la verdad del Evangelio condena si no salva. El alma que se niegue a escuchar las invitaciones de la misericordia día tras día, podrá pronto escuchar las súplicas más urgentes sin que una emoción agite su alma.

Como obreros de Dios, necesitamos más ferviente piedad, y menos ensalzamiento propio. Cuanto más se ensalce el yo, tanto más disminuirá la fe en los testimonios del Espíritu de Dios. Los que están más íntimamente relacionados con Dios son aquellos que conocen su voz cuando les habla. Los que son espirituales disciernen las cosas espirituales, Los tales se sentirán agradecidos porque Dios les señaló sus errores, mientras que los que confían completamente en sí mismos verán menos y menos de Dios en los testimonios de su Espíritu.

Nuestra obra debe ir acompañada de profunda humillación, ayuno y oración. No debemos esperar que todo sea paz y gozo. Habrá tristeza; pero si sembramos con lágrimas cosecharemos con alegría. A veces podrán la obscuridad y el abatimiento penetrar en el corazón de los que se sacrifican a sí mismos; pero esto no los condena. Tal vez quiera Dios inducirlos a buscarle más fervorosamente.


Joyas de los Testimonios Tomo 2, p.27-29.

Nota: Negritas agregadas...
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