"La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas; hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos". Ellen G. White.
Saturday, November 5, 2011
El Espíritu del Mundo es una trampa
SE DESCUBRIRÁ en el día del ajuste final que Dios conocía a cada uno por nombre. Cada acción de la vida tiene un testigo invisible. "Yo conozco tus obras," dice Aquel que está "en medio de los siete candeleros." (Apoc. 3: 15; 1: 13.) Él sabe qué oportunidades han sido despreciadas, cuán incansables han sido los esfuerzos del buen Pastor para buscar a aquellos que estaban desviados en sendas tortuosas, y para traerlos a la senda de la seguridad y la paz. Repetidas veces, Dios ha llamado a los que amaban los placeres, y ha hecho fulgurar la luz de su Palabra a través de su senda, para que pudiesen ver su peligro y escapar. Pero siguen adelante, bromeando mientras van por el camino ancho, hasta que al fin termina su tiempo de gracia. Los caminos de Dios son justos y ecuánimes; y cuando la sentencia sea pronunciada contra aquellos que sean hallados faltos, toda boca quedará cerrada. . . .
Sin fe es imposible agradar a Dios; porque "todo lo que no es de fe, es pecado." (Rom. 14: 23.) La fe que se requiere no es el mero asentimiento a las doctrinas; es la fe que obra por amor y purifica el alma. La humildad, la mansedumbre y la obediencia no son la fe; pero son los efectos o frutos de la fe. Tenéis todavía que alcanzar estas gracias aprendiendo en la escuela de Cristo. No conocéis los sentimientos y los principios del cielo; su lenguaje es casi un lenguaje extraño para vosotros. El Espíritu de Dios intercede todavía en vuestro favor; pero tengo serias y dolorosas dudas acerca de si escucharéis esa voz que ha estado suplicándoos durante años. Espero que la escucharéis, os convertiréis y viviréis.
¿Os parece que es un sacrificio demasiado grande dar vuestras pobres e indignas personas a Jesús? ¿Preferiréis la de esperada servidumbre del pecado y la muerte, en vez de que vuestra vida sea separada del mundo, y unida con Cristo por vínculos de amor? Jesús vive todavía para interceder por nosotros. Esto debe provocar diariamente gratitud en nuestro corazón. El que se da cuenta de su culpabilidad e impotencia, puede venir tal cual es y recibir la bendición de Dios. La promesa es para aquel que la reciba por fe. El que es, a su propio juicio, rico, honorable y justo, que ve como el mundo, y llama bueno a lo malo y malo a lo bueno, no puede pedir y recibir, porque no siente necesidad alguna. Se siente satisfecho, y por lo tanto se va vacío.
Si os alarmáis por vuestras propias almas, si buscáis a Dios diligentemente, él será hallado de vosotros; pero él no acepta arrepentimiento a medias. Si queréis abandonar vuestros pecados, él está siempre listo para perdonarlos. ¿Queréis entregaros ahora? Miraréis al Calvario y preguntaréis:
"¿Hizo Jesús ese sacrificio para mí? ¿Soportó la humillación, la vergüenza y el oprobio, y sufrió la cruel muerte de la cruz, porque deseaba salvarme de los sufrimientos de la culpabilidad y el horror de la desesperación, y hacerme indeciblemente feliz en su reino?" Mirad a Aquel que vuestros pecados atravesaron, y resolved: "El Señor recibirá el servicio de mi vida. Ya no me
uniré con sus enemigos; no prestaré ya mi influencia a los rebeldes contra su gobierno. Todo lo que tengo y soy es demasiado poco para consagrarlo a Aquel que de tal manera me amó que dio su vida por mí, toda su persona divina por un ser tan pecaminoso y errante." Separaos del mundo. Colocaos completamente de parte del Señor. Seguid luchando hasta las puertas y obtendréis gloriosas victorias.
Bienaventurado es aquel que escucha las palabras de vida eterna. Guiado por "el Espíritu de verdad," será conducido a toda verdad. No será honrado, amado y alabado por el mundo; pero será precioso a la vista del Cielo.
"Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios: por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a él." (1 Juan 3: 1.)
Joyas de los Testimonios Tomo 2, p. 140-141.
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