Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. (Apoc. 1: 3).
Ha de proclamarse un mensaje que despierte a las iglesias. Ha de hacerse todo esfuerzo para dar la luz, no sólo a nuestro pueblo, sino al mundo. Se me ha instruido en el sentido de que las profecías de Daniel y el Apocalipsis deben imprimirse en libros pequeños, con las explicaciones necesarias, y deben enviarse al mundo entero. Nuestros mismos hermanos necesitan que se les presente la luz con más claridad.
Los que comen la carne y beben la sangre del Hijo de Dios sacarán de los libros de Daniel y el Apocalipsis la verdad inspirada por el Espíritu Santo. Pondrán en marcha fuerzas que no puedan ser reprimidas. Los labios de los niños se abrirán para proclamar los misterios que han estado ocultos. . .
Muchas de las profecías están por cumplirse en rápida sucesión. Todo elemento de poder está por ser puesto en acción. La historia pasada se repetirá; viejos conflictos resurgirán a una nueva vida, y el peligro asediará a los hijos de Dios por doquiera. La violencia está tomando posesión de la familia humana. Está saturando todas las cosas que hay sobre la tierra.
Estudiad el Apocalipsis en relación con Daniel, porque la historia se repetirá. . . Nosotros, con todas nuestras ventajas religiosas, debiéramos saber hoy mucho más de lo que sabemos.
Los ángeles anhelan contemplar las verdades que son reveladas a aquellos que, con corazón contrito, investigan la Palabra de Dios y oran para obtener mayores longitudes y anchuras y profundidades y alturas del conocimiento que sólo el Señor puede dar.
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