No hubo final feliz, sino amargura en el Gobierno por la protesta, e indignación en la gente por el desprecio: decenas de miles de educadores y trabajadores de la educación católica en zonas pobres recibirán el aguinaldo después de Navidad. ¿Y el 40% de compensación inflacionaria (¿aumento?), que les debe el Gobierno?
1.El castigo parece deberse a que un día escogieron dedicarse a la educación, agravado por el “delito” de educar en zonas pobres, de estar orgullosos por no haber perdido un solo día de clase y luchar contra viento y marea por la buena calidad. El Gobierno los obliga a mendigar lo que les debe, a hacer carteles y manifestaciones de protesta para que les paguen, siquiera el salario mínimo. Es el escarmiento por no tener la cualificación de presos, ni de adolescentes solteras embarazadas, ni de gobernantes cubanos, ni de negociantes con la importación de alimentos… ¿A quién se le ocurre dedicarse a ser buen educador habiendo tantos modos fáciles de hacer dinero con el Gobierno? ¡Cambio dinero por un voto electoral sumiso! En cualquier sociedad es triste que sus maestros no cobren, pero en la nuestra indigna ver que quien les niega lo debido está botando dinero ajeno para comprar votos o enviando miles de millones de dólares a Cuba y a otros apoyos políticos.
El Gobierno no sólo debe a los educadores de Fe y Alegría, sino de toda la educación católica que está dando calidad educativa a los más pobres. En Venezuela desde hace décadas la educación católica ha salido al encuentro de las familias de pocos recursos para que sus hijos tengan una opción de calidad educativa, apoyados en el presupuesto público; el 75 % de la educación católica brinda educación pública en la mitad más pobre del país, con calidad y muy apreciada por las familias. En el Gobierno muchos en voz baja la aprecian; pero la tesis oficial es que la educación debe ser exclusiva del partido de Gobierno y su ideología, como en Cuba. Quieren ahogar la educación católica, pero les frena el precio político de su eliminación.
2. Con esta escandalosa falta de pago a los educadores de la educación católica popular, se predica que ser educador es oficio tan vil y maltratado, que hasta los delincuentes les preceden en la chequera “socialista”. ¡Qué siembra de vocaciones educadoras en el corazón de los jóvenes que ven maltratadas a sus maestras! No es sólo el Gobierno el que castiga al educador, sino también la sociedad que los deja solos en el reclamo del pago ante el Ministerio. Misión desamparo que pone en evidencia una Venezuela con dinero para todo menos para educar bien.
3. Para un país nada hay peor que un deformado sistema de premios y castigos, que estimula lo malo y castiga lo bueno. Es lo que ocurre entre nosotros: En las universidades el deterioro laboral grita a quienes se gradúan que no cometan la estupidez de quedarse a trabajar allí. En los colegios privados, el gobierno “socialista” impone una matrícula por debajo de la inflación, obligando con ello a que sus educadores subsidien a los padres, que ganan más que ellos.
Venezuela necesita más y mejores educadores para poder salir de nuestro mediocre nivel educativo y productivo, pero los ahuyenta. Se oponen el conformismo alarmante de la sociedad con la educación mediocre y el conservadurismo reaccionario del Gobierno. Absurdamente, hoy miles de jóvenes en bachillerato pasan exonerados en matemáticas, física, biología, inglés… pues faltan profesores en esas materias. Para que decenas de miles de jóvenes opten por ser profesores en esas materias, es urgente un plan con estímulos claros (entre otras cosas con sueldos parecidos a los de los concejales). Pero no lo lograremos mientras los gobiernos maltraten a los educadores y desestimulen a quienes desean serlo. Esperamos que pronto la inteligencia y la justicia educativa den un vuelco a esta tragedia.
Terminamos el año con los educadores de las escuelas católicas, como Fe y Alegría, manifestando para que el Ministerio de Educación les pague lo suyo. El cambio radical en educación empezará cuando a los educadores se les aprecie, se les pague mejor y se les exija más y cuando los padres y la sociedad entera luchen junto a los educadores por la calidad de la educación de sus hijos, con un Gobierno no sectario y con visión.
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