Debemos examinar cuidadosamente el fundamento de nuestra esperanza, porque tendremos que dar razón de ella basados en las Escrituras. Este engaño se difundirá, y tendremos que contender con él cara a cara; y a menos que estemos preparados para ello, quedaremos entrampados y vencidos. Pero si hacemos todo lo que podemos de nuestra parte a fin de estar listos para el conflicto que nos espera, Dios hará su parte, y su brazo todopoderoso nos protegerá. Mandaría todos los ángeles de la gloria para socorrer a las almas fieles y poner un cerco en derredor de ellas, antes que permitir que sean engañadas y extraviadas por los prodigios mentirosos de Satanás.
Vi con qué rapidez este engaño se estaba difundiendo. Me fué mostrado un tren de coches de ferrocarril que iba con la rapidez del rayo. El ángel me invitó a mirar cuidadosamente. Fijé los ojos en el tren. Parecía que el mundo entero iba a bordo de él, y que no quedaba nadie sin subir. Dijo el ángel: “Se los está atando en gavillas listas para ser quemadas.” Luego me mostró al conductor, que parecía una persona de porte noble y hermoso aspecto, a quien todos los pasajeros admiraban y reverenciaban. Yo estaba perpleja y pregunté a mi ángel acompañante quién era. Dijo: “Es Satanás. Es el conductor que asume la forma de un ángel de luz. Ha tomado cautivo al mundo. Se han entregado a poderosos engaños, para creer una mentira, y ser condenados. Este agente, el que le sigue en orden, es el maquinista, y otros de sus agentes están empleados en diferentes cargos según los necesite, y todos se dirigen hacia la perdición con la rapidez del rayo.”
Pregunté al ángel si no quedaba nadie. Me invitó a mirar en la dirección opuesta, y vi una compañía pequeña que viajaba por una senda angosta. Todos parecían estar firmemente unidos, vinculados por la verdad, en agrupaciones o compañías. Dijo el ángel: “El tercer ángel está atándolos o sellándolos en gavillas para el granero celestial.” Esa pequeña compañía parecía agobiada, como si hubiese pasado por severas pruebas y conflictos. Parecía como que el sol acabara de salir detrás de una nube y resplandecía sobre sus rostros, dándoles aspecto triunfante, como si sus victorias estuviesen casi ganadas.
Primeros Escritos, p.87-88.
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