INTERNACIONAL / ARGENTINA
CARMEN DE CARLOS CARMENDECARLOS / CORRESPONSAL EN BUENOS AIRES
Día 29/04/2013 - 02.06h
La presidenta argentina no tiene intención de tensar la cuerda con el Papa Francisco, pero es evidente que no le tiene fe ciega
Cristina Fernández, con el Papa Francisco, el pasado 18 de marzo en el Vaticano
«Cristina era y es católica por convicción y, como muchos, pasó por periodos de alejamiento y contradicciones con su fe. De enojos con Dios. Es creyente pero no fanática». La descripción de Olga Wornat, autora de «Reina Cristina», primera biografía de la presidenta argentina, se ajusta a la verdad. Dicho esto, también son ciertas sus tensiones con la Iglesia que son anteriores a la proclamación de Jorge Bergoglio como Francisco.
La viuda de Néstor Kirchner recibió una carta del Pontífice el 20 de marzo, después de ser recibida en el Vaticano. En la misma, Francisco le pedía que enviara sus saludos «al amadísimo pueblo argentino». Asimismo, instaba, «a los que están constituidos en autoridad, a que busquen en el servicio su mejor aliado y trabajen infatigablemente por tejer lazos que afiancen la concordia, el diálogo, la reconciliación y el entendimiento entre todos». La jefa del Estado no la hizo publica pero su contenido se difundió, un mes más tarde, en el diario «La Nación».
El Gobierno siguió, y sigue, guardando silencio sobre la misiva.
El episodio pone de manifiesto la escasa receptividad de Cristina Fernández de Kirchner a los mensajes del Vaticano. Durante la ceremonia de entronización de Francisco la presidenta de Argentina se mostró muy afectada. Aquellas imágenes hicieron pensar que se abría una nueva etapa con la persona a la que su marido consideraba «el jefe de la oposición» cuando ejercía de arzobispo de Buenos Aires. En poco tiempo parece que esos pronósticos no eran totalmente acertados, aunque algo ha cambiado.
Al acto de asunción de Monseñor Mario Poli, como sucesor de Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires, acudió la plana mayor del Gobierno. El vicepresidente, Amado Boudou, el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, los ministros de Interior y Transporte, Florencio Randazzo, la de Desarrollo Social y cuñada de la Presidenta, Alicia Kirchner, el de Educación, Alberto Sileoni, el de Justicia, Julio Alak y la de Producción, Debora Giorgi. Cristina Fernández se excusó porque estaba en Caracas en el acto de investidura de Nicolás Maduro. El gesto, dado los antecedentes, no era menor. Definitivamente, la presidenta de Argentina no tiene intención de tensar la cuerda con el Pontífice pero no le tiene fe ciega.
La presidenta se mueve con desconfianza en todos los terrenos y el de la Iglesia no es diferente. Lo mismo sucedía con su marido, Néstor Kirchner. Ambos se casaron en el Registro Civil de La Plata (capital de la provincia de Buenos aires) en 1975 pero no pasaron por la Vicaría. Ambos hicieron la Primera Comunión y se definen católicos, pero el Sacramento del matrimonio lo ignoraron y tampoco eran de misa semanal.
Interés obligado
La presidenta ingresó a los 15 años «al Colegio de la Misericordia, de la Plata. Fue más una elección vinculada al incipiente ascenso social de la familia Fernández que a convicciones religiosas», asegura Walter Curia, autor de «El último peronista. La cara oculta de Kirchner». Olga Wornat, por su parte, reflexiona: «Las chicas provenientes de otros colegios difícilmente lograban la estima y el respeto que las religiosas tenían por las que conocían desde niñas y habían sido moldeadas y educadas con las más profundas convicciones católicas». Ese incentivo era suficiente para Cristina Fernández pero, además, Wornat ratifica que la presidenta es «católica por convicción».
Ella y su difunto marido fueron «educados en el catolicismo –ambos hicieron la primera comunión– pero si bien no han llegado al punto de la apostasía –como cuando Kirchner confesó en una ocasión haber dejado de ser peronista– la religión es algo de otra etapa, lejana, de sus vidas», describió Curia.
Al expresidente, le atribuye una frase pronunciada a finales del 2005, «en respuesta a un muy duro documento del Episcopado que daba por inaugurada la gestión del cardenal Bergoglio: “A mi la iglesia no me interesa”». En el caso de su viuda, la historia reciente ha hecho que su interés sea obligado: El Papa es argentino. Ella y el país, también.
Fuente
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