Llegará el estruendo hasta el fin de la tierra, porque Jehová tiene juicio contra las naciones; él es el Juez de toda carne; entregará los impíos a la espada, dice Jehová. (Jer. 25: 31).
El gran conflicto siguió su curso durante seis mil años; el Hijo de Dios y sus mensajeros celestiales lucharon contra el poder del maligno, para iluminar y salvar a los hijos de los hombres. Ahora todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan sólo contra Satanás, sino también contra los hombres. "Jehová tiene juicio con las naciones"; "entregará los impíos a la espada".
La marca de la redención ha sido puesta sobre los "que gimen y se angustian a causa de todas las abominaciones que se hacen". Ahora sale el ángel de la muerte representado en la visión de Ezequiel por los hombres armados con instrumentos de destrucción , y a quienes se les manda: "¡Al anciano, al joven, y a la doncella, y a los niños y a las mujeres, matadlos, hasta exterminarlos! Mas no lleguéis a ninguno en quien esté la marca; ¡y comenzad desde el santuario!" Dice el profeta: "Comenzaron pues por los ancianos que estaban delante de la Casa"(Eze. 9: 1-6 VM). La obra de destrucción empieza entre los que profesaron ser guardianes espirituales del pueblo. Los falsos centinelas caen primero. De nadie se tendrá piedad y ninguno escapará. Hombres, mujeres, doncellas y niños perecerán juntos.
"Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más a sus muertos" (Isa. 26: 21, VM). . . En la loca lucha de sus propias desenfrenadas pasiones y debido al terrible derramamiento de la ira de Dios sin mezcla de piedad, caen los impíos habitantes de la tierra: sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres, grandes y pequeños. "Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos de cabo a cabo de la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados" (Jer. 25: 33, VM).
Maranata, E. G. White, p.293.
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