El escritor Gore Vidal, uno de los máximos iconos literarios estadounidenses.
Obama paga los platos rotos del nihilismo bushiano en todos los ámbitos de la actividad humana, por lo que se puede convertir en el chivo expiatorio propicio para ser inmolado en el altar de la decadencia de Estados Unidos por el complejo-militar-industrial –lastimosamente vapuleado desde Irak hasta Afganistán– y/o por los inexpugnables intereses de las aseguradoras afectadas por la reforma salubre.
Por
Alfredo Jalife-Rahme - La Jornada, México
No son los mejores momentos de Estados Unidos que, con o sin Obama, sufre su decadencia acelerada y las consecuencias del legado nefario del unilateralismo bushiano repudiado por el mundo cuando se presta la oportunidad pública –como sucedió con la humillante derrota de la sede de Chicago ante la de Río de Janeiro para celebrar los juegos olímpicos de 2016–, como metáfora fulgurante del incipiente nuevo orden multipolar.
The Times (3/10/09), portavoz del bushismo bélico y propiedad de Rupert Murdoch Greenberg –dueño de la mendaz televisora tóxica Fox News, y muy cercano al primer ministro fundamentalista israelí Bibi Netanyahu–, aprovecha el descalabro olímpico que califica de “asombrosa humillación”, para colocar en tela de juicio el “cuestionado estilo personal de gobernar” de Obama, cuya “grandilocuencia no obtiene resultados en nada (sic)”.
Si McCain fuera el presidente en lugar de Obama, ¿a poco Estados Unidos no habría perdido la votación olímpica? Por supuesto que sí. Tampoco hay que exagerar y pedirle milagros a Obama en resucitar a un muerto.
Obama paga los platos rotos del nihilismo bushiano en todos los ámbitos de la actividad humana, por lo que se puede convertir en el chivo expiatorio propicio para ser inmolado en el altar de la decadencia de Estados Unidos por el complejo-militar-industrial –lastimosamente vapuleado desde Irak hasta Afganistán– y/o por los inexpugnables intereses de las aseguradoras afectadas por la reforma salubre.
Más allá de la permanente superchería global de sus multimedia –que ya no engañan a nadie, salvo a los cándidos, neófitos, masoquistas y a quienes les conviene–, Estados Unidos no anda nada bien en ningún rubro digno de ser medido objetivamente. Que conste que no lo decimos por schadenfreude –término alemán que expresa el placer sádico de la desgracia del prójimo–, sino por un análisis riguroso metamediático, que habíamos anticipado desde hace mucho, que no puede ocultar la descomposición de la armonía social de Estados Unidos.
A unos días de que Obama asumió la presidencia, Zbigniew Brzezinski, su íntimo asesor oficioso en seguridad nacional, había alertado sobre la alta probabilidad de una guerra civil en Estados Unidos, durante un programa de televisión el 17 de febrero (citado por Immanuel Wallerstein, comentario número 253, 15/3/09).
En este contexto destaca la incendiaria entrevista de Tim Teeman a Gore Vidal, uno de los máximos iconos literarios estadounidenses, precisamente a The Times (30/9/09), donde fustiga que “Estados Unidos se está pudriendo” y “no hay que esperar que Obama pueda salvarlo”, cuando amenaza “una dictadura inminente”, instalada mediante un golpe de Estado.
Vidal, pacifista empedernido a sus 83 años, proviene de una familia de alcurnia de la política de Estados Unidos por varias generaciones y fue íntimo confidente del presidente John Kennedy, a quien presentó con Jacqueline. De allí que sus augurios cobren dimensión singular.
Una de las características de Vidal es burlarse sarcásticamente de la incultura de sus presidentes (v. gr., no se cansa en relatar que Reagan confundía a los Medici con la marca Gucci) y le exaspera la ignorancia ilimitada del grueso de la población de Estados Unidos (y eso que no conoció a los presidentes mexicanos de los recientes 27 años) que la hace exageradamente manipulable.
Lamenta el pésimo desempeño de Obama, “una de las personas más inteligentes en el puesto presidencial desde hace muchos años”, pero “carente de experiencia” y con “una inhabilidad total (sic) en los asuntos militares” al haber colocado a Afganistán como “talismán mágico que resolvería el terrorismo”.
A su juicio, la “guerra contra el terror es una fabricación (¡supersic!)”, una coartada de “relaciones públicas”, por lo que Estados Unidos “debe abandonar Afganistán” cuando “fracasó en conquistar Medio Oriente”.
Un poco más de seis meses a los atentados del 11/9, Vidal se había atrevido temerariamente a inculpar a la administración Bush de haberlos ocasionado: los miles de muertos “fueron víctimas tanto de los terroristas como de la política exterior que ha impuesto Estados Unidos en el mundo, que ha generado enemistad y odio”, lo cual “se deriva de las necesidades del gobierno de Bush por el petróleo” (Bajo la Lupa, 27/4/02).
Ahora, siete años más tarde, fulmina que “Estados Unidos está repleto de mentirosos” y su optimismo sobre Obama consiste en que “no miente” como “el loco de Arizona (nota: John McCain) que es un mentiroso”, de quien todavía se desconoce cómo se estrelló con su avión en 1967 cerca de Hanoi, donde fue capturado.
Considera que “la inteligencia de Obama es impresionante”, pero su grave problema es que “le cree a sus generales” y “piensa que el Republicano es un partido” cuando constituye un grupo fanático de “fascistas” fincado en “el odio religioso y racial”. Agrega irónicamente que hasta “Bush sabía que para ganar a un general bastaba con decorarlo con otra estrella”.
Refiere que Obama, después de haberse tropezado con su reforma sanitaria, puede ser eliminado por “un misterioso asesino solitario (sic) acechando en las sombras de la capital”. A propósito, Facebook se ha saturado de cientos de amenazas de muerte a Obama, lo cual obligó a la intervención de la FBI.
El consagrado ensayista cree ahora que Hillary Clinton hubiese sido mejor presidente: “Conoce mejor al mundo y qué hacer con los generales”. Vaticina que “el Partido Republicano ganará las próximas elecciones”, aunque exista poca diferencia con el Demócrata.
Exhuma “el golpe de Estado de 2000, cuando la Suprema Corte arregló (sic) la selección (¡super-sic!), no la elección, del hombre más estúpido del país, el señor Bush”.
Aduce que “hoy la manía religiosa ha infectado el cuerpo político, y Estados Unidos se ha convertido en corrosivamente aislacionista”.
Fustiga que “Estados Unidos no tiene una clase intelectual” y “se pudre a ritmo funerario. Muy pronto (¡supersic!) tendremos una dictadura militar, en base a que nadie puede mantener la cohesión”.
Obama, cuyo problema es “ser sobreducado”, debió enfocarse en “educar al pueblo estadounidense. No se percata lo poco juiciosa e ignorante que es su audiencia”. La “caída del sistema llegó con “la corrupción de la gente” durante la gestión bushiana.
La visión de Vidal es sumamente fatalista sobre Estados Unidos y se defiende de “buscar héroes que no existen” y que en caso que los hubiere “serían asesinados inmediatamente”.
No faltarán críticos demoledores (vinculados al establishment militar) que castiguen a Vidal (con quien se han metido sin piedad en su controvertida vida privada) de necrófilo magnicida y golpista.
Lo peor es que el “México neoliberal” haya fincado su suerte en el liderazgo unilateral de un país putrefacto en sus entrañas, aunque todavía luzca relativamente saludable en su exterior como los cadáveres momificados.
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Por
Alfredo Jalife-Rahme - La Jornada, México
No son los mejores momentos de Estados Unidos que, con o sin Obama, sufre su decadencia acelerada y las consecuencias del legado nefario del unilateralismo bushiano repudiado por el mundo cuando se presta la oportunidad pública –como sucedió con la humillante derrota de la sede de Chicago ante la de Río de Janeiro para celebrar los juegos olímpicos de 2016–, como metáfora fulgurante del incipiente nuevo orden multipolar.
The Times (3/10/09), portavoz del bushismo bélico y propiedad de Rupert Murdoch Greenberg –dueño de la mendaz televisora tóxica Fox News, y muy cercano al primer ministro fundamentalista israelí Bibi Netanyahu–, aprovecha el descalabro olímpico que califica de “asombrosa humillación”, para colocar en tela de juicio el “cuestionado estilo personal de gobernar” de Obama, cuya “grandilocuencia no obtiene resultados en nada (sic)”.
Si McCain fuera el presidente en lugar de Obama, ¿a poco Estados Unidos no habría perdido la votación olímpica? Por supuesto que sí. Tampoco hay que exagerar y pedirle milagros a Obama en resucitar a un muerto.
Obama paga los platos rotos del nihilismo bushiano en todos los ámbitos de la actividad humana, por lo que se puede convertir en el chivo expiatorio propicio para ser inmolado en el altar de la decadencia de Estados Unidos por el complejo-militar-industrial –lastimosamente vapuleado desde Irak hasta Afganistán– y/o por los inexpugnables intereses de las aseguradoras afectadas por la reforma salubre.
Más allá de la permanente superchería global de sus multimedia –que ya no engañan a nadie, salvo a los cándidos, neófitos, masoquistas y a quienes les conviene–, Estados Unidos no anda nada bien en ningún rubro digno de ser medido objetivamente. Que conste que no lo decimos por schadenfreude –término alemán que expresa el placer sádico de la desgracia del prójimo–, sino por un análisis riguroso metamediático, que habíamos anticipado desde hace mucho, que no puede ocultar la descomposición de la armonía social de Estados Unidos.
A unos días de que Obama asumió la presidencia, Zbigniew Brzezinski, su íntimo asesor oficioso en seguridad nacional, había alertado sobre la alta probabilidad de una guerra civil en Estados Unidos, durante un programa de televisión el 17 de febrero (citado por Immanuel Wallerstein, comentario número 253, 15/3/09).
En este contexto destaca la incendiaria entrevista de Tim Teeman a Gore Vidal, uno de los máximos iconos literarios estadounidenses, precisamente a The Times (30/9/09), donde fustiga que “Estados Unidos se está pudriendo” y “no hay que esperar que Obama pueda salvarlo”, cuando amenaza “una dictadura inminente”, instalada mediante un golpe de Estado.
Vidal, pacifista empedernido a sus 83 años, proviene de una familia de alcurnia de la política de Estados Unidos por varias generaciones y fue íntimo confidente del presidente John Kennedy, a quien presentó con Jacqueline. De allí que sus augurios cobren dimensión singular.
Una de las características de Vidal es burlarse sarcásticamente de la incultura de sus presidentes (v. gr., no se cansa en relatar que Reagan confundía a los Medici con la marca Gucci) y le exaspera la ignorancia ilimitada del grueso de la población de Estados Unidos (y eso que no conoció a los presidentes mexicanos de los recientes 27 años) que la hace exageradamente manipulable.
Lamenta el pésimo desempeño de Obama, “una de las personas más inteligentes en el puesto presidencial desde hace muchos años”, pero “carente de experiencia” y con “una inhabilidad total (sic) en los asuntos militares” al haber colocado a Afganistán como “talismán mágico que resolvería el terrorismo”.
A su juicio, la “guerra contra el terror es una fabricación (¡supersic!)”, una coartada de “relaciones públicas”, por lo que Estados Unidos “debe abandonar Afganistán” cuando “fracasó en conquistar Medio Oriente”.
Un poco más de seis meses a los atentados del 11/9, Vidal se había atrevido temerariamente a inculpar a la administración Bush de haberlos ocasionado: los miles de muertos “fueron víctimas tanto de los terroristas como de la política exterior que ha impuesto Estados Unidos en el mundo, que ha generado enemistad y odio”, lo cual “se deriva de las necesidades del gobierno de Bush por el petróleo” (Bajo la Lupa, 27/4/02).
Ahora, siete años más tarde, fulmina que “Estados Unidos está repleto de mentirosos” y su optimismo sobre Obama consiste en que “no miente” como “el loco de Arizona (nota: John McCain) que es un mentiroso”, de quien todavía se desconoce cómo se estrelló con su avión en 1967 cerca de Hanoi, donde fue capturado.
Considera que “la inteligencia de Obama es impresionante”, pero su grave problema es que “le cree a sus generales” y “piensa que el Republicano es un partido” cuando constituye un grupo fanático de “fascistas” fincado en “el odio religioso y racial”. Agrega irónicamente que hasta “Bush sabía que para ganar a un general bastaba con decorarlo con otra estrella”.
Refiere que Obama, después de haberse tropezado con su reforma sanitaria, puede ser eliminado por “un misterioso asesino solitario (sic) acechando en las sombras de la capital”. A propósito, Facebook se ha saturado de cientos de amenazas de muerte a Obama, lo cual obligó a la intervención de la FBI.
El consagrado ensayista cree ahora que Hillary Clinton hubiese sido mejor presidente: “Conoce mejor al mundo y qué hacer con los generales”. Vaticina que “el Partido Republicano ganará las próximas elecciones”, aunque exista poca diferencia con el Demócrata.
Exhuma “el golpe de Estado de 2000, cuando la Suprema Corte arregló (sic) la selección (¡super-sic!), no la elección, del hombre más estúpido del país, el señor Bush”.
Aduce que “hoy la manía religiosa ha infectado el cuerpo político, y Estados Unidos se ha convertido en corrosivamente aislacionista”.
Fustiga que “Estados Unidos no tiene una clase intelectual” y “se pudre a ritmo funerario. Muy pronto (¡supersic!) tendremos una dictadura militar, en base a que nadie puede mantener la cohesión”.
Obama, cuyo problema es “ser sobreducado”, debió enfocarse en “educar al pueblo estadounidense. No se percata lo poco juiciosa e ignorante que es su audiencia”. La “caída del sistema llegó con “la corrupción de la gente” durante la gestión bushiana.
La visión de Vidal es sumamente fatalista sobre Estados Unidos y se defiende de “buscar héroes que no existen” y que en caso que los hubiere “serían asesinados inmediatamente”.
No faltarán críticos demoledores (vinculados al establishment militar) que castiguen a Vidal (con quien se han metido sin piedad en su controvertida vida privada) de necrófilo magnicida y golpista.
Lo peor es que el “México neoliberal” haya fincado su suerte en el liderazgo unilateral de un país putrefacto en sus entrañas, aunque todavía luzca relativamente saludable en su exterior como los cadáveres momificados.
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