Acaba de nacer en Sevilla el llamado primer bebé medicamento. Recibido con general alborozo por parte de la ciencia y de la sociedad, pero rechazado por la Iglesia. ¿Con qué argumentos? Manuel González López de Lemus, médico y teólogo asturiano, los expone en una entrevista en El comercio. ¿Los comparten?
-¿Por qué rechazar una noticia que ha sido recibida en la mayoría de los casos como esperanzadora?
-Porque el problema está en los medios empleados. Salvar la vida de un hermano es encomiable, pero el fin no justifica los medios. Manipular genéticamente los embriones humanos es ir contra la dignidad humana. No opinaríamos lo mismo si estuviéramos hablando de conejos, claro está.
-¿Ni siquiera el fin de salvar a un hermano puede justificar una terapia como la selección embrionaria?
-Nadie duda de que el fin sea bueno. Pero, aunque lo sea, una vida no puede depender de otra. No se puede instrumentalizar la vida. La pregunta sería: ¿Esos padres habrían tenido a su segundo hijo si no lo necesitaran? Quien explica a ese niño el sentido de su vida.
-Nace para dar vida.
-Pero el hombre debe nacer por un acto de amor y a él lo extrajeron de un grupo para salvar a otro. Si damos consentimiento a estas acciones acabaremos justificando la selección de embriones para formar un ejército de hombres valerosos. Hemos banalizado la vida humana y eso nos lleva manipularla al máximo.
-Esta terapia es legal en España desde 2006, ¿tiene la Iglesia algo qué hacer entonces?
-Mucho, aunque debe ser la propia ética médica quien se ponga límites. Dios perdona siempre, y el hombre, a veces, pero la Naturaleza, cuando se va en su contra, nunca.
-¿Deberían acogerse los médicos católicos a cláusulas de conciencia?
-Por supuesto, de lo contrario estaríamos en un estado totalitario en el que estaría prohibida la libertad. El problema es que incluso entre los médicos que se llaman católicos hay mucha ignorancia sobre estos temas. En este país se llegó a permitir la objección de conciencia para evitar el servicio militar y no se permite para practicar un aborto.
-¿Por qué rechazar una noticia que ha sido recibida en la mayoría de los casos como esperanzadora?
-Porque el problema está en los medios empleados. Salvar la vida de un hermano es encomiable, pero el fin no justifica los medios. Manipular genéticamente los embriones humanos es ir contra la dignidad humana. No opinaríamos lo mismo si estuviéramos hablando de conejos, claro está.
-¿Ni siquiera el fin de salvar a un hermano puede justificar una terapia como la selección embrionaria?
-Nadie duda de que el fin sea bueno. Pero, aunque lo sea, una vida no puede depender de otra. No se puede instrumentalizar la vida. La pregunta sería: ¿Esos padres habrían tenido a su segundo hijo si no lo necesitaran? Quien explica a ese niño el sentido de su vida.
-Nace para dar vida.
-Pero el hombre debe nacer por un acto de amor y a él lo extrajeron de un grupo para salvar a otro. Si damos consentimiento a estas acciones acabaremos justificando la selección de embriones para formar un ejército de hombres valerosos. Hemos banalizado la vida humana y eso nos lleva manipularla al máximo.
-Esta terapia es legal en España desde 2006, ¿tiene la Iglesia algo qué hacer entonces?
-Mucho, aunque debe ser la propia ética médica quien se ponga límites. Dios perdona siempre, y el hombre, a veces, pero la Naturaleza, cuando se va en su contra, nunca.
-¿Deberían acogerse los médicos católicos a cláusulas de conciencia?
-Por supuesto, de lo contrario estaríamos en un estado totalitario en el que estaría prohibida la libertad. El problema es que incluso entre los médicos que se llaman católicos hay mucha ignorancia sobre estos temas. En este país se llegó a permitir la objección de conciencia para evitar el servicio militar y no se permite para practicar un aborto.