Por Lic. Francisco Taveras Ortiz
Se ha perdido el propósito de nación, donde cada sector proclama su favor de manera particular, sin importar el daño o pérdida al resto de ciudadano /a. No se puede vivir en un permanente desorden, donde se practique la conveniencia de manera particular.
No hemos definido el país que queremos, ni ha habido un proyecto de nación; es por ello, que al dictarse o implementarse medidas regulatorias, el sector que se siente perjudicado clama por una enmienda; incluso, apuesta al cansancio del gobierno postulando que las mismas sean transitorias y hasta pidiendo que el gobierno viole sus propias disposiciones bajo el pretexto que en ocasiones así ha ocurrido, y tienen razón en esto último.
En estas condiciones ¿es nuestro país sostenible? ¿Acaso queremos un país de bailadores, borrachos, holgazanes, prostitutos, prostitutas, saltimpanquis y que siga la fiesta? O por el contrario aspiramos un país de trabajadores, estudiosos, profesionales, intelectuales, satisfechos, honestos, felices, amantes de la naturaleza, continuador de nuestras culturas y tradiciones, respetuosos de nuestros símbolos patrios y héroes nacionales.
Ahora bien, un país donde sólo se trabaje sería insoportable. Las regulaciones tienen que coexistir con otras que permitan la libertad (no el libertinaje), respeto, garantías públicas, diversión y satisfacción de las necesidades básicas, descanso y hasta el ocio. Pues tampoco debemos aspirar un país de alienados.
Existen lugares, cuyas regulaciones tocan hasta controlar el número de hijos/as que las parejas deben procrear (China Continental) y se permita tener un solo hijo/a, si la pareja quiere más de esa cantidad, es sometida a rigurosa supervisión y mediante esta supervisión permiten tener o no más hijos; y en Miweeke, EE.UU., sólo se permita la venta de bebidas alcohólicas hasta las 9:00 p.m., en supermercados.
Las regulaciones establecidas deben alcanzar las élites, ricos y clase política, principales protagonistas de privilegios y medalaganarios; casi siempre las regulaciones sólo alcanzan a los desposeídos de la fortuna y poder, y así no debe ser.
Todos tenemos que hacer aportes para vivir en un país en paz, pero absolutamente todos (los de arriba y los de abajo) hacer los esfuerzos necesarios si queremos dejar a nuestros hijos y nietos un país vivible, donde el interés nacional prevalezca sobre el interés particular y nos sintamos orgullosos /as de ser dominicanos /as.
Un país en chercha permanente tiene pocas posibilidades de sobrevivir en un mundo competitivo y globalizado, a la puerta de entrar en vigencia en el TLC con Centroamérica y Estados Unidos, donde estamos obligados a producir con calidad para poder competir en igualdad de condiciones de los demás países amigos.