Posted by Fernando Prado, cmf on 4 Septiembre 2009
Servicio electrónico de información, Sj.- Durante el pasado mes de julio el Padre General ha hecho dos viajes importantes a países de Asia y África. En Asia ha visitado Filipinas para unirse a la celebración de los 150 años transcurridos desde el comienzo de la “segunda” presencia de la Compañía en el país. La visita a Indonesia coincidió también con la memoria de 150 años de la “segunda” presencia de la Compañía.
- El viaje a Filipinas habrá sido para Vd. una “vuelta a casa”. ¿Qué le ha impresionado particularmente?
- Tiene razón. Volver a Filipinas es para mí como volver a casa. La cordialidad y la calurosa bienvenida por parte de los filipinos no deja de asombrarme y hace que me sienta como uno de ellos. He tenido la impresión de que no me había separado del país, y como si las viejas amistades se hubieran multiplicado y hubieran ganado en intensidad. Los filipinos tienen esa peculiaridad (talento, carisma o como quiera llamarse) para relacionarse con los otros. No hace falta mucho tiempo para que te hagan sentir “como uno de ellos”. Tal vez sea la capacidad para apreciar sinceramente a otras personas, sus vidas, sus culturas, junto con el respeto que se debe a todos. Te ofrecen todo los que son y te abren un espacio en sus corazones. Siempre me ha impresionado esta generosidad y amabilidad que te libra de cualquier sombra de embarazo.
- La ocasión del viaje a Filipinas - prácticamente el único país católico en Asia - fue la celebración de los 150 años a partir del retorno de la Compañía. ¿Cuál ha sido la principal contribución de la Compañía al país en este largo período?
- Creo que la contribución de la Compañía ha sido enorme. Digo esto a pesar de que no conozco más que una parte de esta historia de la Compañía en el país. Los jesuitas han estado presentes en el campo de la ciencia, la literatura, la investigación en muchos campos de la actividad humana y del conocimiento (arte, música…). Si se me pidiera subrayar un aspecto particular de esta contribución diría que, con la participación profunda y altamente motivada tanto en el pasado como el presente de tantos laicos y religiosos de otras congregaciones, la educación ha sido el servicio más significativo que la Compañía ha rendido al país. Naturalmente nosotros no hemos tenido el monopolio de la educación: otros que nos precedieron en este campo o que han venido después han trabajado con la misma dedicación y han recogido frutos iguales o mejores que los nuestros en servicio al país. Pero, sin duda, la educación jesuita ha sido eminente, y ha tenido un influjo que sólo puede medirse con el paso del tiempo. Y sigue siendo así. La Compañía de Jesús ha estado siempre en la vanguardia social y eclesiástica en Filipinas. El recuerdo de estos 150 años nos dan abundantes razones para dar gracias al Señor. Es claro que esta contribución de la Compañía al desarrollo de Filipinas ha estado sostenida y ayudada, como siempre, por un gran número de laicos y religiosos. Y sabemos que detrás de muchos éxitos, como en tantas batallas, quedan muertos y heridos, tanto en las filas jesuitas como de otros colaboradores, que han dado su vida silenciosamente, en oración, sirviendo en una siembra cuyos frutos no recolectaron. Con palabras de San Pablo podemos decir, literalmente, que en estos 150 años algunos jesuitas roturaron el terreno, otros sembraron, otros regaron y otros cosecharon. Es un tiempo de profundo gozo y, por eso, de gratitud para todos aquellos cuyos nombres no siempre aparecen en las crónicas oficiales pero que han hecho posible esta gozosa contribución de la Compañía a la historia del pueblo filipino.
- En Indonesia los jesuitas han celebrado 150 años de presencia en un país de mayoría musulmana. En este contexto ¿Cuál podría ser el papel que la Compañía representa ahora y en el futuro?
- Indonesia es un país con una larga historia cultural y religiosamente diversificada. Todavía hay partes de Indonesia donde el hinduismo está vivo; en otras partes predominan las religiones naturales o cósmicas que influyen en la vida, la religiosidad y las fiestas del pueblo. También se dan primicias de un fuerte influjo cristiano, con comunidades católicas y de otras denominaciones cristianas caracterizadas por su dinamismo. La diversidad cultural , junto con una política orientada hacia la tolerancia, la paz, la coexistencia y la colaboración, hace que el intercambio y la comunicación con la población musulmana proceda sin grandes dificultades aunque no falten momentos excepcionales de tensión y desconfianza entre los grupos que tienen su origen en intereses políticos o motivos pseudo-religiosos. Los jesuitas están empeñados en el diálogo con diferentes grupos musulmanes, han trabajado conjuntamente en áreas sociales y, al servicio de la Conferencia Episcopal, colaboran en iniciativas locales. Esta actividad continúa y esperamos que en el contexto cultural del Asia Meridional más tolerante, permita que el diálogo se convierta en una actividad cotidiana y facilite nuevos modelos de cooperación y comunicación con otras religiones en el resto del mundo. P. Giuseppe Bellucci, sj
Servicio electrónico de información, Sj.- Durante el pasado mes de julio el Padre General ha hecho dos viajes importantes a países de Asia y África. En Asia ha visitado Filipinas para unirse a la celebración de los 150 años transcurridos desde el comienzo de la “segunda” presencia de la Compañía en el país. La visita a Indonesia coincidió también con la memoria de 150 años de la “segunda” presencia de la Compañía.
- El viaje a Filipinas habrá sido para Vd. una “vuelta a casa”. ¿Qué le ha impresionado particularmente?
- Tiene razón. Volver a Filipinas es para mí como volver a casa. La cordialidad y la calurosa bienvenida por parte de los filipinos no deja de asombrarme y hace que me sienta como uno de ellos. He tenido la impresión de que no me había separado del país, y como si las viejas amistades se hubieran multiplicado y hubieran ganado en intensidad. Los filipinos tienen esa peculiaridad (talento, carisma o como quiera llamarse) para relacionarse con los otros. No hace falta mucho tiempo para que te hagan sentir “como uno de ellos”. Tal vez sea la capacidad para apreciar sinceramente a otras personas, sus vidas, sus culturas, junto con el respeto que se debe a todos. Te ofrecen todo los que son y te abren un espacio en sus corazones. Siempre me ha impresionado esta generosidad y amabilidad que te libra de cualquier sombra de embarazo.
- La ocasión del viaje a Filipinas - prácticamente el único país católico en Asia - fue la celebración de los 150 años a partir del retorno de la Compañía. ¿Cuál ha sido la principal contribución de la Compañía al país en este largo período?
- Creo que la contribución de la Compañía ha sido enorme. Digo esto a pesar de que no conozco más que una parte de esta historia de la Compañía en el país. Los jesuitas han estado presentes en el campo de la ciencia, la literatura, la investigación en muchos campos de la actividad humana y del conocimiento (arte, música…). Si se me pidiera subrayar un aspecto particular de esta contribución diría que, con la participación profunda y altamente motivada tanto en el pasado como el presente de tantos laicos y religiosos de otras congregaciones, la educación ha sido el servicio más significativo que la Compañía ha rendido al país. Naturalmente nosotros no hemos tenido el monopolio de la educación: otros que nos precedieron en este campo o que han venido después han trabajado con la misma dedicación y han recogido frutos iguales o mejores que los nuestros en servicio al país. Pero, sin duda, la educación jesuita ha sido eminente, y ha tenido un influjo que sólo puede medirse con el paso del tiempo. Y sigue siendo así. La Compañía de Jesús ha estado siempre en la vanguardia social y eclesiástica en Filipinas. El recuerdo de estos 150 años nos dan abundantes razones para dar gracias al Señor. Es claro que esta contribución de la Compañía al desarrollo de Filipinas ha estado sostenida y ayudada, como siempre, por un gran número de laicos y religiosos. Y sabemos que detrás de muchos éxitos, como en tantas batallas, quedan muertos y heridos, tanto en las filas jesuitas como de otros colaboradores, que han dado su vida silenciosamente, en oración, sirviendo en una siembra cuyos frutos no recolectaron. Con palabras de San Pablo podemos decir, literalmente, que en estos 150 años algunos jesuitas roturaron el terreno, otros sembraron, otros regaron y otros cosecharon. Es un tiempo de profundo gozo y, por eso, de gratitud para todos aquellos cuyos nombres no siempre aparecen en las crónicas oficiales pero que han hecho posible esta gozosa contribución de la Compañía a la historia del pueblo filipino.
- En Indonesia los jesuitas han celebrado 150 años de presencia en un país de mayoría musulmana. En este contexto ¿Cuál podría ser el papel que la Compañía representa ahora y en el futuro?
- Indonesia es un país con una larga historia cultural y religiosamente diversificada. Todavía hay partes de Indonesia donde el hinduismo está vivo; en otras partes predominan las religiones naturales o cósmicas que influyen en la vida, la religiosidad y las fiestas del pueblo. También se dan primicias de un fuerte influjo cristiano, con comunidades católicas y de otras denominaciones cristianas caracterizadas por su dinamismo. La diversidad cultural , junto con una política orientada hacia la tolerancia, la paz, la coexistencia y la colaboración, hace que el intercambio y la comunicación con la población musulmana proceda sin grandes dificultades aunque no falten momentos excepcionales de tensión y desconfianza entre los grupos que tienen su origen en intereses políticos o motivos pseudo-religiosos. Los jesuitas están empeñados en el diálogo con diferentes grupos musulmanes, han trabajado conjuntamente en áreas sociales y, al servicio de la Conferencia Episcopal, colaboran en iniciativas locales. Esta actividad continúa y esperamos que en el contexto cultural del Asia Meridional más tolerante, permita que el diálogo se convierta en una actividad cotidiana y facilite nuevos modelos de cooperación y comunicación con otras religiones en el resto del mundo. P. Giuseppe Bellucci, sj
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