Tensión entre Lula y Micheletti
29 de Septiembre de 2009
AFP/GettyImagesLa permanencia del presidente depuesto de Honduras en la embajada brasileña en Tegucigalpa, ha provocado tensiones.
RÍO DE JANEIRO - La permanencia del depuesto presidente de Honduras, Manuel Zelaya, en la embajada de Brasil en Tegucigalpa, de la cual se cumplió ya una semana, ha puesto al gigante suramericano en una situación incómoda y sin precedentes en el mundo de la diplomacia.
Ultimátum a Brasil
Así lo interpretan diplomáticos y políticos que han expresado su malestar por el giro que ha tomado la crisis desde que Zelaya ingresó en la embajada en Tegucigalpa en calidad de "huésped", lo que llevó al Gobierno de facto a dar un ultimátum de diez días a Brasil para que defina el estatus del gobernante depuesto."Brasil fue inducido al error. Brasil no orquestó el regreso de Zelaya sino que se deparó con una situación ya creada, como era el hecho de que se le comunicó que Zelaya estaba a poca distancia de la embajada en Tegucigalpa. La alternativa era rechazarlo o aceptarlo. Se hizo lo segundo, sin medir la extensión del problema que se estaba creando", dijo a Efe el diplomático retirado Marcos Azambuja.
El especialista, que fue embajador en París y Buenos Aires, culpa del embrollo diplomático en que está ahora el país a Venezuela, que montó la operación retorno de Zelaya pero no lo llevó a su propia embajada sino que "usó la credibilidad y respetabilidad de Brasil".Para Azambuja, Brasil fue asaltado en su buena fe, porque se convirtió en "rehén de Zelaya", que usa la embajada para "actividades políticas", en una situación sin precedentes en la historia de las relaciones diplomáticas."Si fuese un caso de asilo clásico, Zelaya estaría callado", señaló Azambuja, quien señala que el caso del depuesto presidente no se atiene a las normas internacionales de asilo, comenzando por el hecho de que esa condición se le otorga a alguien que no está seguro en su propio país y necesita salir, mientras que el presidente depuesto lo que hizo fue volver desde el exterior.Evidente malestarPese a que el golpe que depuso a Zelaya hace ya tres meses ha sido condenado por las autoridades brasileñas, comenzando por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, es evidente el malestar de algunos sectores con la forma como el "huésped" y el más de medio centenar de seguidores que lo acompañan se comportan dentro de la sede diplomática.El presidente del Congreso, senador José Sarney, aliado de Lula, criticó la actividad proselitista del mandatario depuesto y dijo que la embajada en Tegucigalpa no puede ser usada como si fuese un "comité político"."Ese abuso no es bueno ni para Zelaya ni para Brasil. La embajada brasileña tiene que celar por las leyes que regulan el asilo y no meterse en asuntos internos de otros países", afirmó Sarney.La imagen de Zelaya con la cara cubierta por el sombrero mientras duerme en un sofá de la embajada y de sus decenas de acompañantes tendidos en el piso de la sede diplomática, ha causado además indignación entre los brasileños, que ven esa presencia masiva como un abuso en un lugar que, por la Convención de Viena sobre Privilegios e Inmunidad Diplomática, es territorio brasileño.¿Respetarán embajada?Pero más allá del malestar por el hecho de que la embajada brasileña haya sido convertida en un escenario de la crisis hondureña, existe también el rechazo al ultimátum que el Gobierno de facto de Roberto Micheletti dio a Brasil y a la amenaza de retirarle el estatus diplomático a la legación.Lula ha dado un "no" tajante a ese ultimátum del Gobierno golpista, al que no reconoce bajo ninguna circunstancia, ni siquiera como interino, mientras crece la preocupación por la seguridad de la embajada y de quienes están en su interior.Una comisión de la Cámara de Diputados viajará a Tegucigalpa esta semana para ver sobre el terreno la situación de la embajada y de los brasileños que viven en Honduras, pues se teme que "puedan sufrir represalias" por el hospedaje a Zelaya.Para Azambuja, es claro que Brasil no puede permitir que la integridad física de Zelaya sea amenazada, pero también tiene que proteger a su personal diplomático en Tegucigalpa y velar por que los brasileños que están en Honduras no sean intimidados."La embajada no deja de ser embajada por la interrupción de las relaciones diplomáticas", anotó Azambuja, quien considera que el ultimátum de Micheletti no significa que la sede diplomática vaya a a perder la "condición de zona privilegiada" que le garantiza la Convención de Viena.
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