Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré. (Sal. 119: 46).
En la gran obra final, nos encontraremos con perplejidades que no sabremos cómo afrontar, pero no olvidemos que los tres grandes poderes del cielo están actuando, que una mano divina maneja el timón y que Dios obrará para que se realicen sus propósitos.
Llegará el tiempo cuando seremos llevados ante concilios y multitudes por causa de su nombre, y cada uno tendrá que dar razón de su fe.
Toda proposición relativa a la verdad presentada por nuestros hermanos tendrá que soportar la crítica de los más grandes intelectos; los más encumbrados de los grandes hombres del mundo serán puestos en relación con la verdad, y por lo tanto cada postulado nuestro debiera ser examinado y probado con espíritu crítico por medio de las Escrituras. Ahora parece que nadie nos notara, pero eso no siempre será así. Están sucediendo cosas que nos pondrán sobre el tapete, y si nuestras teorías acerca de la verdad pueden ser desmenuzadas por los historiadores o los más grandes hombres del mundo, eso se hará.
El Señor Jesús dará a sus discípulos un lenguaje y una sabiduría que sus adversarios no podrán contradecir ni resistir. Los que no puedan rebatir con razonamientos los engaños satánicos, presentarán un testimonio afirmativo que confundirá a hombres supuestamente eruditos. De labios de los indoctos brotarán palabras con tal poder de convicción y sabiduría que se producirán conversiones a la verdad. Miles se convertirán por causa de su testimonio.
¿Por qué los hombres sin letras pueden tener ese poder que no tienen los sabios? El iletrado, por fe en Cristo, ha entrado en la atmósfera de la verdad pura y limpia, en tanto que el sabio se ha apartado de ella. El hombre humilde es testigo de Cristo. No puede apelar ni a la historia ni a la así llamada alta ciencia, pero se aferra de las poderosas evidencias de la Palabra de Dios. La verdad que expresa bajo la inspiración del Espíritu es tan pura y notable, y lleva consigo un poder tan incontrovertible, que su testimonio no podrá ser contradicho.
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Maranata, E. G. W., p.250.