VATICANO - El Papa Benedicto XVI en París y Lourdes (6) - “María ha dejado atrás la muerte, está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita”
Lourdes (Agencia Fides) – En la tarde del sábado 13 de septiembre, el Santo Padre Benedicto XVI dejó París en avión y llegó a Lourdes. A las 18 horas, después de la acogida por parte de las Autoridades locales, el Papa realizó las primeras etapas del “Camino del Jubileo”, el recorrido que el peregrino a Lourdes es invitado a efectuar en ocasión del 150º aniversario de las Apariciones de la Virgen. Luego el Santo Padre llegó a la iglesia del Sagrado Corazón, donde se detuvo ante la fuente bautismal donde Bernadette fue bautizada; realizó una breve visita al “Cachot” donde Bernadette vivió con la familia; finalmente visitó la Gruta de Massabielle, lugar de las Apariciones. A las 21.30 horas, desde la terraza inferior de la Basílica del Rosario, el Santo Padre asistió a la parte final de la procesión “aux flambeaux” y pronunció un discurso en el que recordó las apariciones en Massabielle y el diálogo entre la Virgen y Bernadette.
“No es de extrañar – explicó el Papa – que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Contemplemos también nosotros a esta Mujer vestida de sol de la que nos habla la Escritura (cf. Ap 12,1)… María ha dejado atrás la muerte, está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita. Volvamos esta noche la mirada hacia María, tan gloriosa y tan humana, dejándola que nos lleve a Dios que es el vencedor”.
Benedicto XVI subrayó que “Lourdes es uno de los lugares que Dios ha elegido para reflejar un destello especial de su belleza, por ello la importancia aquí del símbolo de la luz”. Siguiendo el ejemplo de Bernadette, que llegando a la gruta, a partir de la cuarta aparición, encendía cada mañana un cirio bendito y lo tenía en la mano izquierda, “muy pronto, la gente comenzó a dar a Bernadette una vela para que la pusiera en tierra al fondo de la gruta. Por eso muy pronto, algunos comenzaron a poner velas en este lugar de luz y de paz. La misma Madre de Dios hizo saber que le agradaba este homenaje de miles de antorchas que, desde entonces, mantienen iluminada sin cesar, para su gloria, la roca de la aparición”.
Durante las apariciones Bernadette “reza el Rosario bajo la mirada de María, que se une a ella en el momento de la doxología. Este hecho – destacó el Papa – confirma en realidad el carácter profundamente teocéntrico de la oración del Rosario. Cuando rezamos el Rosario, María nos ofrece su corazón y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo”. Después de haber recordado la profunda devoción mariana de Juan Pablo II y su insistencia en el rezo del Rosario, el Papa añadió: “Lourdes, tierra de luz, sigue siendo una escuela para aprender a rezar el Rosario, que inicia al discípulo de Jesús, bajo la mirada de su Madre, en un diálogo cordial y verdadero con su Maestro”.
El Pontífice se refirió asimismo a la procesión “aux flambeaux” que “hace presente ante nuestros ojos de carne el misterio de la oración: en la comunión de la Iglesia, que une a los elegidos del cielo y a los peregrinos de la tierra, la luz brota del diálogo entre el hombre y su Señor, y se abre un camino luminoso en la historia humana, incluidos sus momentos más oscuros. Esta procesión es un momento de gran alegría eclesial, pero también de gravedad: las intenciones que presentamos subrayan nuestra profunda comunión con todos los que sufren… María nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren… Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión”.
Retomando la invitación de Jesús: “Tened encendidas vuestras lámparas” (cf Lc 12,35), el Papa recordó que “el gesto de caminar de noche llevando la luz, habla con fuerza a nuestra intimidad más honda, toca nuestro corazón y es más elocuente que cualquier palabra dicha u oída. El gesto resume por sí solo nuestra condición de cristianos en camino: necesitamos la luz y, a la vez, estamos llamados a ser luz… Vivir el amor cristiano es al mismo tiempo hacer entrar en el mundo la luz de Dios e indicar su verdadero origen”.
Anticipando la celebración del día siguiente, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Benedicto XVI puso en evidencia que “la muerte de Jesús es una muerte que se convierte en luz para los pueblos… Toda nuestra vida recibe luz, fuerza y esperanza por la Cruz. Por ella se revela toda la hondura de amor que encierra el designio original del Creador; por ella, todo es sanado y llevado a su plenitud. Por eso la vida en la fe en Cristo muerto y resucitado se convierte en luz”. El Papa concluyó afirmando que “el encuentro discreto con Bernadette y la Virgen María puede cambiar una vida, pues están presentes en este lugar de Massabielle para llevarnos a Cristo que es nuestra vida, nuestra fuerza y nuestra luz”. (S.L.) (Agencia Fides 16/9/2008)
“No es de extrañar – explicó el Papa – que María fuera hermosa, porque, en las apariciones del 25 de marzo de 1858, ella misma revela su nombre de este modo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Contemplemos también nosotros a esta Mujer vestida de sol de la que nos habla la Escritura (cf. Ap 12,1)… María ha dejado atrás la muerte, está completamente revestida de vida, la vida de su Hijo, Cristo resucitado. Así es signo de la victoria del amor, de la bondad y de Dios, dando a nuestro mundo la esperanza que necesita. Volvamos esta noche la mirada hacia María, tan gloriosa y tan humana, dejándola que nos lleve a Dios que es el vencedor”.
Benedicto XVI subrayó que “Lourdes es uno de los lugares que Dios ha elegido para reflejar un destello especial de su belleza, por ello la importancia aquí del símbolo de la luz”. Siguiendo el ejemplo de Bernadette, que llegando a la gruta, a partir de la cuarta aparición, encendía cada mañana un cirio bendito y lo tenía en la mano izquierda, “muy pronto, la gente comenzó a dar a Bernadette una vela para que la pusiera en tierra al fondo de la gruta. Por eso muy pronto, algunos comenzaron a poner velas en este lugar de luz y de paz. La misma Madre de Dios hizo saber que le agradaba este homenaje de miles de antorchas que, desde entonces, mantienen iluminada sin cesar, para su gloria, la roca de la aparición”.
Durante las apariciones Bernadette “reza el Rosario bajo la mirada de María, que se une a ella en el momento de la doxología. Este hecho – destacó el Papa – confirma en realidad el carácter profundamente teocéntrico de la oración del Rosario. Cuando rezamos el Rosario, María nos ofrece su corazón y su mirada para contemplar la vida de su Hijo, Jesucristo”. Después de haber recordado la profunda devoción mariana de Juan Pablo II y su insistencia en el rezo del Rosario, el Papa añadió: “Lourdes, tierra de luz, sigue siendo una escuela para aprender a rezar el Rosario, que inicia al discípulo de Jesús, bajo la mirada de su Madre, en un diálogo cordial y verdadero con su Maestro”.
El Pontífice se refirió asimismo a la procesión “aux flambeaux” que “hace presente ante nuestros ojos de carne el misterio de la oración: en la comunión de la Iglesia, que une a los elegidos del cielo y a los peregrinos de la tierra, la luz brota del diálogo entre el hombre y su Señor, y se abre un camino luminoso en la historia humana, incluidos sus momentos más oscuros. Esta procesión es un momento de gran alegría eclesial, pero también de gravedad: las intenciones que presentamos subrayan nuestra profunda comunión con todos los que sufren… María nos enseña a orar, a hacer de nuestra plegaria un acto de amor a Dios y de caridad fraterna. Al orar con María, nuestro corazón acoge a los que sufren… Lourdes es un lugar de luz, porque es un lugar de comunión, esperanza y conversión”.
Retomando la invitación de Jesús: “Tened encendidas vuestras lámparas” (cf Lc 12,35), el Papa recordó que “el gesto de caminar de noche llevando la luz, habla con fuerza a nuestra intimidad más honda, toca nuestro corazón y es más elocuente que cualquier palabra dicha u oída. El gesto resume por sí solo nuestra condición de cristianos en camino: necesitamos la luz y, a la vez, estamos llamados a ser luz… Vivir el amor cristiano es al mismo tiempo hacer entrar en el mundo la luz de Dios e indicar su verdadero origen”.
Anticipando la celebración del día siguiente, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Benedicto XVI puso en evidencia que “la muerte de Jesús es una muerte que se convierte en luz para los pueblos… Toda nuestra vida recibe luz, fuerza y esperanza por la Cruz. Por ella se revela toda la hondura de amor que encierra el designio original del Creador; por ella, todo es sanado y llevado a su plenitud. Por eso la vida en la fe en Cristo muerto y resucitado se convierte en luz”. El Papa concluyó afirmando que “el encuentro discreto con Bernadette y la Virgen María puede cambiar una vida, pues están presentes en este lugar de Massabielle para llevarnos a Cristo que es nuestra vida, nuestra fuerza y nuestra luz”. (S.L.) (Agencia Fides 16/9/2008)
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