La Plaza de San Pedro posee un obelisco de origen egipcio, que junto a la base y su cruz llega a medir casi 41 m. Moisés Pinchevsky
Fa
Moisés Pinchevsky
28 de Julio, 2019 - 00h00
¡Vamos a Florencia!
Roma eterna y bien caminada
El papa Julio II (1443-1513) merece el agradecimiento de la humanidad por ser el fundador del complejo que hoy conocemos como los Museos del Vaticano. El papa número 216 de la Iglesia católica, cuyo nombre original fue Giuliano della Rovere, conformó una colección de arte magnífica que solo ha sabido crecer con el paso de los siglos.
Su papado comenzó en 1503 y concluyó con su muerte, una década después. Un año particularmente especial fue 1508, cuando convirtió a Roma en un taller artístico como no había otro en el mundo. Había contratado al pintor y arquitecto Bramante para iniciar la reconstrucción de la basílica de San Pedro, cuya gran cúpula fue instalada como símbolo de la perfección de Dios.
Sus habitaciones privadas estaban siendo decoradas por Rafael en un trabajo que hoy es conocido como Las Estancias de Rafael. Y para la bóveda de la capilla Sixtina, el papa logró contratar al mismísimo Miguel Ángel, quien se había vuelto famoso como autor de la Piedad (1498-1499) y el David (1501-1504) que hoy se exponen en el Vaticano y Florencia, respectivamente.
Miguel Ángel aceptó el encargo, pero consideró que la primera idea que le dieron era demasiado básica: pintar a los doce apóstoles en ciertos sectores del cielo raso. Julio II pensaba decorar así la parte elevada de la antes llamada Capella Maggiore (capilla mayor), la cual tomó el nombre del papa Sixto IV porque este ordenó su completa restauración entre 1473 y 1481.
Por ello Miguel Ángel negoció con el papa para que, por el doble del precio pactado originalmente, le permitieran libertad para ampliar la zona intervenida y pintar las escenas que él escogiera, quedando como resultado, 4 años después, la máxima exposición del renacimiento italiano. ¡Y eso que el artista se consideraba mayormente escultor, y no pintor!
Que nadie hable
Silencio. Be quiet. Silenzio. La ronca voz que se escucha en los parlantes se aplica en español, inglés e italiano para indicar que en plena capilla Sixtina está prohibidísimo hacer bulla. Ni siquiera para rezar un padrenuestro. ¡Y tomar fotos allí se considera casi un pecado mortal!
A pesar del silencio, escucho cada información que el guía nos transmite a través de los auriculares inalámbricos. Y así llegan curiosidades interesantes sobre los murales, como que El diluvio universal fue el primer fresco pintado por Miguel Ángel, y también su gran error. Al verlo desde el piso se percató de que era difícil distinguir todos los pequeños detalles que componen esa obra: más de 50 personas luchando por sobrevivir del agua. El artista decidió entonces que las siguientes escenas estarían compuestas por imágenes grandes que fueran más sencillas de contemplar desde cierta distancia. El mejor ejemplo es el clásico La creación de Adán.
Otro detalle: Miguel Ángel no fue el único que participó en la decoración del templo. Los muros poseen obras magníficas de Botticelli, Ghirlandaio, Cosimo Rosselli, Perugino y Signorelli.
Un detalle pet friendly: Cosimo Rosselli solía ir a pintar junto a su perrito. Por ello, el artista decidió incluirlo como detalle de su mural La última cena, además de otro perro y un gato que parecen disponerse a luchar.
Tres imperdibles
La capilla Sixtina es el regalo final del tour que el Vaticano ofrece dentro de sus museos, que en sus diversas salas contienen obras como estas tres:
Laocoonte y sus hijos. Escultura descubierta en 1506 y que se atribuye a Agesandro, Polidoro y Atenodoro de Rodas, quizás realizada a mediados del siglo I a. C. Según la narración de Virgilio en la Eneida, Laocoonte era un sacerdote troyano de Apolo que había recomendado evitar la entrada del enorme caballo de madera dentro de la ciudad. Como venganza, los dioses enviaron unas serpientes marinas para que mataran a sus dos hijos mellizos.
El Apolo Belvedere. Representa al dios griego del sol Apolo, hallado en el patio del Belvedere, o cortile del Belvedere, complejo de edificios al norte de la basílica de San Pedro, donde fue expuesto desde 1511. Su datación y su autoría no resultan claros.
Hércules del Teatro de Pompeya. Bronce dorado del siglo II (segunda estatua desde la izq.) descubierto en 1864 muy cerca del Teatro de Pompeya. Hércules se apoya sobre una maza con su brazo derecho, y con el izquierdo sujeta una piel de león.
Todo quita el aliento. Amén.
Informes: www.museivaticani.va
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