
Envíame, Señor, donde tú quieras;
a la cima del valle, o a la cumbre;
donde tú quieras que tu luz alumbre,
ya entre mansas ovejas o entre fieras. Do tu quieras que vaya, iré, Dios mío,
a lugares de fuentes cristalinas
o a desiertos de abrojos y de espinas
donde falten la lluvia y el rocío.
Envíame Señor, que iré contento
y haré tu voluntad gustosamente,
más dame que tu espíritu me aliente
y tu faz pueda ver cada momento.
Pues la luz de tu rostro cambia en flores
de exquisita fragancia los abrojos,
en fraternos abrazos los enojos,
y la noche terrífica en fulgores.
Mas si tú, oh, Señor, no has de ir conmigo
no me saques de aquí, pues de otro modo
mi fuerza y mi valor, serán el lodo
que pise a voluntad el enemigo.
-Agustin Ruiz