Thursday, January 19, 2012

Honduras sube el ranking mundial del crimen


15 enero, 2012


Por: Horacio Elvir Rojas

Si no fuera por el escarnio en que nos coloca el Diario The Washington Post, de Estados Unidos, jamás nos hubiéramos atrevido a escribir una tan sola palabra si no fuese por la forma insolente y grosera que nos trata ese diario que tiene ganado tanto prestigio a nivel mundial. Lo hacemos en desagravio porque nos duele que a nuestra patria se le vea en el extranjero como el país con los “más altos índices de criminalidad a nivel mundial” y las ciudades de Tegucigalpa y San Pedro Sula, como las “capitales del crimen organizado”, comparables esta última, con la tristemente célebre Ciudad Juárez de México, donde la vida humana no vale nada.

Repito, sino fuera por la humillación, el ultraje y el desprestigio que se le hace a nuestro país, jamás hubiéramos tomado en cuenta las denuncias que nos hace el Washington Post, sobre el crimen organizado, el narcotráfico, la delincuencia, la criminalidad, el robo, el sicariato, la impunidad, la inseguridad y el secuestro.

Lo hacemos, lo volvemos a repetir, por la forma despiadada, arrogante y altanera que se acusa a Honduras, un país pobre, indefenso, frágil y vulnerable que no tiene autoridades civiles y militares que la defiendan, no solo de las insolencias del Post sino que también de los traficantes internacionales que no respetan las fronteras de otros estados, al exportar su droga a los países consumidores, donde existen grandes capos encargados de distribuirla en enormes cantidades hasta en el último rincón de los Estados Unidos a los millones de adictos que hay y ha habido en la gran nación del norte y otros países del mundo.

Estamos casi seguros, que si Estados Unidos, no fuera el gran mercado de consumo, Honduras y otros países centroamericanos, no tendrían el grave problema del tráfico de drogas. Por eso queremos recomendarle al Post, que en vez de estar criticando los desaciertos que ven en otros países, lo que deben hacer es una campaña de concientización en contra del consumo de la droga de parte de sus coterráneos, ya que si no hay consumidores en los Estados Unidos, tampoco van haber productores y traficantes en los países de la América del Sur, donde está generalizado la producción, el tráfico y comercialización de ese maldito veneno.

Si bien es cierto, y no lo podemos negar, que si no fuera por la exageración y magnificación que hace el Post en sus críticas, que más parecen censuras, nos hubiéramos quedado callados. Lo que queremos es que sean más imparciales y que no nos coloque en el ranking mundial, no de la FIFA, sino del crimen, como el país más peligroso y de mayor violencia, que alcanza cifras inigualables de los crímenes que se cometen en el mundo.

Los que conocemos los Estados Unidos, nadie nos puede engañar, porque hemos observado personalmente que en aquel país también existen capos, asesinos, atracadores, secuestradores, sicarios, narcotraficantes, pandilleros y mareros, los que actualmente están arraigados no solo en los países subdesarrollados, sino que también en los países súper desarrollados. Recordamos que desde que surgieron los hippies, los Estados Unidos, no han sido ajenos a los problemas que les han causado las pandillas, las maras y las gangas, que a la vez fueron consumidores de marihuana, cocaína, opio y otras drogas, fueron exportadores a los países latinoamericanos de esas funestas pandillas de mareros que por imitación de nuestros jóvenes fueron adoptadas en estos países con todos sus vicios, usos y costumbres que solo han venido a corromper a nuestra sociedad.

Los voceros del imperialismo de los Estados Unidos, en vez de criticar con epítetos denigrantes a nuestro país al decir que “Honduras es la capital del crimen a nivel mundial”, mejor debían de hacer campañas de acercamiento que tiendan a fortalecer los lazos de comprensión de dos pueblos que siempre han sido aliados tanto en las buenas como en las malas. Estamos seguros, que con esa propaganda negativa que gratuitamente nos hacen los voceros oficiosos de Norteamérica, lo único que están propiciando es ahuyentando la inversión extranjera de otros países, así como la animadversión de los pueblos latinoamericanos en contra de los gobiernos norteamericanos y éstos en contra de todos los hispanos, que las cazan como fieras al cruzar como inmigrantes sus fronteras, a tal grado de crear un odio recíproco de los pueblos que ya no se ven como amigos sino como enemigos.

Las campañas de descrédito que han hecho los diarios norteamericanos, ya están cobrando sus dividendos al lograr que su gobierno le suspenda al gobierno de Honduras toda clase de ayuda, como ya lo hizo con la famosa Cuenta del Milenio y los Voluntarios del Cuerpo de Paz, diz porque en este país no existen las garantías para la seguridad de sus connacionales.

No solo queremos culpar a los Estados Unidos de nuestras desgracias, sino que queremos hacerlo con nuestro propio Gobierno, por haber sido incapaz de frenar la violencia y generar la inseguridad de nuestros compatriotas al dejar que los antisociales se arraiguen en todos los sectores de nuestra sociedad, a la que los desgobiernos que hemos tenido, no le han podido satisfacer sus aspiraciones y anhelos de desarrollo individual y colectivo y su seguridad ciudadana.

Tampoco, podemos negar, que en nuestro país, el Gobierno no haya sido capaz de garantizarle la seguridad y los daños irreparables que nos ha causado el narcotráfico, el crimen organizado, la delincuencia y la impunidad. El mismo gobierno ha reconocido enfáticamente su incapacidad para combatir los daños que nos causan esos graves problemas, ya que, por desgracia, nuestras autoridades no pueden competir con los narcotraficantes, que invierten miles de millones en el tráfico de drogas que trafican para Norteamérica, por transporte terrestre, marítimo y aéreo.

La sociedad hondureña está cansada de clamar porque se combata el narcotráfico, el crimen, la inseguridad y la impunidad y otros vicios que son como un cáncer maligno que está diezmando a nuestro pueblo y que hasta ahora no existen muestras claras y palpables de que quieran extirparlo por las buenas o por las malas.


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