Monday, November 8, 2010

El poder, los blogs anónimos y los blogs públicos


En el mundo, el poder de opinión se desplazó hacia los blogs hace bastante tiempo y ahora algo similar está ocurriendo con el poder informativo. Las consecuencias de ello, se están haciendo sentir tardíamente en Perú dado el reducido mercado de banda ancha existente, apenas de 440 mil cibernautas.

Los blogs que inicialmente fueron herramientas entregadas a la ciudadanía virtual, han visto ingresar a nuevos visitantes, entre los que encontramos a políticos, comerciantes, y hasta medios de comunicación.

La prensa nació para fiscalizar el poder. Los blogs en su sano ejercicio de buscar la verdad, se convirtieron en fiscalizadores de la prensa. Ahora ¿quién fiscalizará a los blogs?
En el mundo actual, el derecho a fiscalizar y a serlo, es la característica de nuestra democracia contemporánea. Sea un funcionario público o un simple ciudadano, todos tenemos la obligación de ser “transparentes” en las acciones que tengan que ver con el servicio público. Con mayor razón un blogero, quien realiza opinión pública –así sea de sus temas más íntimos- a través de la red.
Pero además de “transparente”, el blogero debe además ser “responsable” con lo que escribe. Los blogeros nacieron para mostrar la verdad propia y la que los demás no mostraban. Y ese espíritu es lo que los grandes poderes externos a la blogósfera quieren mermar, ya sea destacando la debilidad de las acusaciones anónimas en algunos blogs o ya sea contaminando adrede con la presencia de “topos” o a través de los “troll” que con la recurrente calumnia y desinformación en foros y comentarios desacreditan el espíritu del colectivo.

La actuación anónima tras un blog debilita un ejercicio ciudadano que debe hacerse de manera “pública”, “transparente” y “responsable”. Pues contribuye a darle elementos de crítica a los adversarios del colectivo blogero. No hay nada de malo si tras el blogero anónimo hay un político, un apolítico o un comerciante. Sin embargo, al no existir una personalidad encarando ese punto de vista, éste no tiene la categoría de opinión sino sólo de un anónimo.

En estos meses de blogero, he leído muchos blogs. Me he detenido a leer los blogs de personas que se identifican con nombre propio, como los de aquellos que lo tienen. Y siempre encuentro la misma constante. En los individuos que publicitan su blog con nombre propio, se deja el espacio al comentario sin censura. En el caso de los blogs impulsados por personas anónimas, el comentario está reservado a la revisión previa del promotor.

¿Qué motivación empuja a estas personas a lanzar puntos de vista que contaminan o distorsionan la blogósfera? ¿No es acaso la Internet un universo de sobre información y desinformación, como para fácilmente naufragar en él? Soy una persona que no cree en las censuras, pero sí creo en el equilibrio y autorregulación de las conductas humanas a través del saludable ejercicio de la confrontación de opiniones.

Pero ¿cómo podemos responder frente a un comentario de alguien que no se identifica? ¿Será como conversar con el vacío? ¿O tan sólo es una distracción puesta por ese poder invisble que ha visto perder sus privilegios? Y lo peor es que en esto, puede irse más de un comentario inteligente y motivador que no fue firmado posiblemente por timidez. Desafortunadamente, ese punto de vista, por más plausible que sea –si es anónimo- nunca alcanzará la categoría de opinión y por consiguiente no merece el esfuerzo de ser atendido.

En épocas en que la democracia no existía, el ejercicio de opinión se daba bajo anónimos, alías y seudónimos. El uso de estas formas aún se da bajo regímenes dictatoriales y represivos, pero resulta inconsecuente aceptarlo en una democracia que debe fortalece en el ejercicio democrático del diálogo cara a cara. La verdad sólo se encuentra en la dinámica de la confrontación abierta, el debate público y el respeto mutuo a las ideas.

En gran parte de América Latina, vivimos en Estado de derecho, y como tal todos tenemos la libertad constitucional de opinar. Pero no se puede opinar respondiendo al anonimato. ¿Se habría podido identificar acaso a una Amanda Marcotte si ella no firmaba sus comentarios?

La Internet toma todo lo bueno y lo malo de la humanidad. Hace unos años tuvimos en Perú a un individuo llamado Faisal, quien se dedicó a contaminarla mintiendo y desinformando sobre nuestra realidad política. Evitemos las trampas a nuestra libertad de blogear y estemos atentos a los enemigos que buscan debilitar la fortaleza de la blogósfera, enemigos que no sólo pueden ser externos sino se encuetran en nuestro propio entorno.

Fuente
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