Saturday, April 19, 2008

EL LLAMADO DE DIOS A LA REFORMA

EL LLAMADO DE DIOS A LA REFORMA

E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto. (Luc. 1: 17).

Juan el Bautista salió con el espíritu y el poder de Elías, para preparar el camino del Señor, y para hacer volver el pueblo a la sabiduría de los justos. Él fue un representante de los que viven en estos últimos días, a quienes Dios ha confiado verdades sagradas para presentar delante del pueblo con el propósito de preparar el camino para la segunda aparición de Cristo.*

Los que deben preparar el camino para la segunda venida de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan vino en el espíritu de Elías a fin de preparar el camino para su primera venida. El gran tema de la reforma debe ser puesto sobre el tapete, y la mente del público debe ser sacudida. La temperancia en todas las cosas debe estar relacionada con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su glotonería y su extravagancia en el vestir y en otras cosas.

Debe presentarse a la gente la abnegación, la humildad y la temperancia que se requiere de los justos, a quienes Dios guía y bendice especialmente, en contraste con los hábitos extravagantes y destructores de la salud de los que viven en esta época degenerada. Dios ha mostrado que la reforma sanitaria está tan íntimamente relacionada con el mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. No puede encontrarse en ninguna otra cosa una causa tan grande de degeneración física y moral como en el descuido de este importante asunto. Son culpables ante Dios los que satisfacen sus apetitos y pasiones, y cierran los ojos a la luz por temor de percibir complacencias pecaminosas que no están dispuestos a abandonar. . .

La Providencia ha estado dirigiendo al pueblo de Dios para que se aparte de las costumbres extravagantes del mundo, de la satisfacción de apetitos y pasiones, a fin de ocupar su lugar en la plataforma de la abnegación y la temperancia en todas las cosas. El pueblo que Dios guía debe ser peculiar. No debe ser semejante al mundo. Pero si sigue la dirección de Dios, cumplirá sus propósitos, y someterá su voluntad a la voluntad de Dios. Cristo morará en el corazón. El templo de Dios será santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es templo del Espíritu Santo.

Maranata, E. G. White, p. 106.