Esto ha dicho el Concilio
El Espíritu Santo, que llama a Cristo a todos los hombres por las semillas del Verbo y la predicación del Evangelio y suscita el don de la fe en los corazones, cuando engendra a los que creen en Cristo para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal, los congrega en un único pueblo de Dios. Por consiguiente, los misioneros, cooperadores de Dios, deben suscitar comunidades de fieles que, viviendo dignamente la vocación a la que han sido llamados, ejerzan las funciones sacerdotal, profética y real que Dios les ha confiado. De este modo, la comunidad cristiana es un signo de la presencia de Dios en el mundo: en efecto, por el sacrificio eucarístico pasa sin cesar con Cristo al Padre; alimentada cuidadosamente de la palabra de Dios, da testimonio de Cristo y, finalmente, anda en el amor y se inflama de espíritu apostólico. Esta congregación de fieles, dotada de las riquezas culturales de su propia nación, debe arraigarse en el pueblo: florezcan las familias imbuidas del espíritu evangélico y ayúdeseles con escuelas idóneas; eríjanse asociaciones y grupos mediante los cuales pueda el apostolado de los laicos llenar toda la sociedad del espíritu evangélico. Por último, brille el amor entre los católicos de diferente rito. En cuanto lo permitan las condiciones religiosas, promuévase la acción ecuménica de modo que, excluido todo indeferentismo y confusionismo como imitación insana, los católicos deben colaborar fraternalmente con los hermanos separados, según las normas del Decreto sobre ecumenismo. Los cristianos, congregados de entre todos los pueblos en la Iglesia, no son distintos de los demás hombres ni por el régimen ni por las instituciones políticas de la vida, y por ello deben vivir para Dios y para Cristo según las costumbres honestas de su nación; cultiven, como buenos ciudadanos, el amor a la patria; eviten completamente, sin embargo, el desprecio a otras razas y el nacionalismo exacerbado y promuevan el amor universal a los hombres. Sin embargo, no es suficiente que el pueblo cristiano esté presente y establecido en una nación, ni es suficiente que se ejerza el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar a sus conciudadanos no cristianos a Cristo con su palabra y su obra y para ayudarlos a la aceptación plena de Cristo.
.Decreto Ad gentes divinitus, 15 ..Fuente: http://www.alfayomega.es/revista/2008/588/09_diasenor.html..NOTA: Cuanto se parece este "decreto", a el mensaje de Jan Paulsen, Presidente de a Conferencia General de ASD, de 28 de Marzo, 2008 (Que la comunidad sea el púlpito).